El caso que es que el día de su muerte me preguntó angustiada y acongojada, “¿es que voy a tener que seguir viviendo así?”.
Esa pregunta nos dejó helados a mi hermano y a mí. Mis padres habían estado unidísimos durante todo su matrimonio, no eran como los matrimonios de ahora, en aquellos matrimonios el marido vivía por y para la mujer y la mujer para el marido, las fotos tomadas en la que salen los dos rebosan mutuamente alegría y felicidad, eran las fotos del tío Manolo y la tía Mercedes, de Valentín Zornoza y de Toña, su mujer, y de mis padres Germán y Angelina.
Mi madre no se recuperó de la muerte de mi padre, no le mereció la pena seguir viviendo, se fue arrastrando por la vida a pesar de los esfuerzos que hacíamos por animarla, mi hija, mi hermano y yo, todo fue inútil, es patético ver la foto en la que se la ve en El Espinar.
Al fin y a la postre la muerte también se la llevó a ella, quizá de forma caritativa para que se reuniera con mi padre, en eso que dice el Credo de la Comunión de los Santos y la vida eterna.
Lo que más pena nos daba era constatar la alegría y simpatía con todos que siempre se trataba, y la tristeza y el vacío que la generó la muerte su marido