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Mientras Suena Beethoven
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Mientras Suena Beethoven

Por Concha Pelayo (*)
martes 16 de abril de 2024, 20:28h

16ABR24 -ZAMORA.- El pasado domingo, en el auditorio Miguel Delibes de Valladolid tuvo lugar un macroconcierto para conmemorar los 200 años del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven. En el escenario, el director de Orquesta, Ernesto Monsalve, la joven orquesta sinfónica de Valladolid, los cantantes Rebeca Cardiel, Beatriz Gimeno, Alain Damas y Luís Santans; el Ballet BAILARTE, los Coros y Coristas de la Comunidad de Madrid y de Castilla y León y un público expectante que esperaba ansioso.

Alrededor de doscientas personas llenaron el escenario del Delibes en un concierto emocionante en el que al final, el público, puesto en pie, entonó algunos versos de la nueva versión de Ernesto Monsalve y Carlos Aganzo, compuesta y estrenada para el acontecimiento. Curiosamente ese himno a la alegría, a la libertad y a la paz sonó en un momento de máxima tensión. El mundo entero está en crisis.

Hace algunos años en el Teatro Real de Madrid, La Berliner Philharmoniker al completo con su director Sir Simon Rattle, junto al Coro Titular del teatro, más de doscientas personas en escena se disponían, también, a interpretar la Novena Sinfonía de Beethoven. Era un 28 de junio y el concierto sería retransmitido en directo por Palco Digital, la Pantalla en la Plaza de Callao y por Radio Clásica de Radio Nacional de España.

Tuve el privilegio de asistir en directo a aquel concierto y recuerdo que estando instalada en mi asiento y dispuesta, con los cinco sentidos, a no perderme ni un instante de lo que iba a suceder allí, de pronto, se oyeron unos murmullos que iban subiendo de tono mientras, a mi derecha, se oía una voz sonora y masculina que decía: "viva la reina". En esos momentos me apercibí de que los murmullos eran pitos y abucheos que parecían querer ser apagados por reverentes aplausos. Entonces me di cuenta de que la entonces reina Sofía acababa de hacer su aparición en la Palco Real, ese palco majestuoso, privilegiado, desde donde se contempla el espectáculo y que solo a los reyes se les permite hacerlo. Dice mi amiga Isabel, profesora de música y experta en temas musicales que desde ambos lados del escenario se trazan dos líneas invisibles que cruzan el patio de butacas y al juntarse haciendo el vértice, ese es el lugar perfecto para asistir a la representación. Naturalmente el Palco Real es el lugar perfecto y doña Sofía, desde ese sitio tuvo que escuchar el malestar de los españoles, de un público, curiosamente, nada sospechoso de ser ni antisistema, ni anárquico, ni siquiera de izquierdas. O mucho me equivoco, pero al Teatro Real, además de haberse democratizado su público, suele acudir gente bien acomodada, gente que compra sus abonos para asistir a la temporada de ópera, gente, al fin y al cabo, que no está en crisis o, al menos, no parece estarlo. Por eso los abucheos en aquellas circunstancias eran, simplemente, un gesto de desagrado, de desencanto, de cabreo, por qué no, de todo lo que nos transmitía la Casa Real en aquellos tiempos no tan lejanos, que no se conformaban con los privilegios de los que ya gozaban, sino que han sobrepasado los límites de lo aceptable. No voy a relatar ahora lo que tantos titulares han llenado de tinta los periódicos, tanto en España como fuera de ella. Por tanto, los abucheos a la Reina, aunque ella fuera la menos culpable, estaban más que justificados. Hoy, intentamos separar la gestión de los actuales ocupantes de Casa Real con la gestión de los que tanto nos abochornan.

El concierto duró una hora y quince minutos aproximadamente. La batuta de Sir Simon Rattle se desplazaba a la distancia justa de su cuerpo con movimientos precisos para que los miembros de la orquesta hicieran de ese tiempo el sueño que muchos acariciaban. Un lujo para el Teatro Real y un lujo para el público que asistimos al concierto. Como fue un lujo también para el público que asistió al centro cultural Miguel Delibes el pasado domingo.

La Novena de Beethoven se adecúa perfectamente a estos tiempos convulsos y nos invita a mirar el futuro con esperanza porque, al fin, hay que mirar al mundo como una sinfonía que sube y eleva el tono cuando no puede más y las voces y los violines gritan de dolor, pero también esas mismas voces se aplacan hasta convertirse en un mensaje amable y pacífico.

Al finalizar, parte del público esperó a que la reina Sofía saliera para aplaudirla fervorosamente y para demostrar que todavía tiene su público.

Los asistentes al concierto en el Delibes, unas mil seiscientas personas, salieron jubilosas. Los aplausos se quedaron dentro. Los recibió la Novena Sinfonía de Beethoven y su mensaje de paz.

Concha Pelayo (*)

(*) Concha Pelayo - Es escritora/ Gestora Cultural - Miembro de AICA, FEPET y ARHOE - https://voydetapas.blogspot.com.es/

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