La escena será habitual para muchos. Sales de la oficina por la tarde, con la jornada laboral concluida. Y apenas te has sentado en el sofá o en una terraza, te llega un mensaje del jefe. Se le ha olvidado preguntarte algo, no encuentra un dato en ese informe que le has entregado para la reunión del día siguiente. La jornada laboral no está tan concluida como pensabas.
Whatsapps tardíos del jefe, una petición de última hora de un cliente a través del email, la angustia de saber, en algunos casos, que el doble tick azul delata que hemos visto un mensaje de la oficina o de estar esperando un correo del que alguien quiere una respuesta, sean las ocho de la tarde de un martes o la una del mediodía del sábado.
Son situaciones recurrentes y con un agravante reciente. Pasada la época de las vacas gordas, cuando firmar un contrato y que la empresa te diera un móvil era prácticamente uno, las compañías tiran de los móviles particulares de sus empleados. El teléfono de la oficina, a malas, se podía apagar. Quedarse sin el móvil propio para evitar al jefe parece más complicado.
Vivimos enganchados al trabajo. Los teléfonos móviles e internet trajeron consigo (en pocos casos, pero algunos) el teletrabajo. Pero también el trabajo constante. Las líneas entre tiempo laboral y de ocio son difusas por la perenne presencia de los smartphones en nuestras vidas y lo fácil y rápido que resulta contactarnos y pedirnos algo muy concreto. Puede ser una conversación de 20 segundos, una pregunta que no cuesta nada contestar. Estamos ahí, al otro lado de la pantalla, y caemos en ello, total, son 20 segundos. Solo es una más entre las casi 100 veces al día que, de media, desbloqueamos el teléfono para mirar algo.
El problema es que, mentalmente, nos impide olvidarnos del trabajo. En España, tres de cada diez trabajadores reconocen que no son capaces de desconectar durante sus vacaciones, según un estudio de Randstad. Además, un 39% de las personas se mantiene conectada por iniciativa propia y un 56% admite que su responsable laboral espera de él o ella que esté disponible por teléfono o correo electrónico durante los periodos de descanso.
Para evitar estas situaciones, Francia ha incluido en su última reforma laboral lo que han venido a llamar "el derecho a la desconexión". Con esta medida, las empresas de más de 50 empleados tienen que negociar con la plantilla en qué horarios los trabajadores tienen derecho a apagar el móvil y no ser molestados.
La medida es innovadora a nivel estatal, pero no pionera. En Alemania, por ejemplo, Volkswagen directamente bloquea el acceso al correo en el móvil entre 18.15 y 7.00 del día siguiente.
El Gobierno se dice dispuesto
En estas, el PSOE se subió al carro francés y, a finales del pasado mes, registró una proposición no de ley en el Congreso que apoya la desconexión digital fuera del horario laboral. Ya lo había hecho antes también En Comú Podem. El Gobierno parece dispuesto a regularlo, al menos según la ministra de Empleo, Fátima Báñez.
Báñez afirmaba en el Congreso, en respuesta a Meritxell Batet, diputada del PSOE, que pretenden hacerlo en sintonía con los agentes sociales. Entre otras medidas que negocian, la ministra destacó la regulación para que la jornada laboral concluya a las seis de la tarde, aunque "dependiendo del sector y del tamaño de la empresa", así como medidas que permitan más flexibilidad en el trabajo como un banco de horas o el teletrabajo, ya regulado en la reforma laboral de 2012.
La patronal ya ha advertido de que hay sectores donde no es posible la desconexión.
El problema es cómo regular esto. Los sindicatos creen que legislar sería positivo, pero si se hace a la francesa no funcionará. "La ley francesa se enmarca en una situación de ambigüedad y queda en manos de lo que plantee la empresa", opina Ramón Górriz, secretario de Acción Sindical de CCOO. "Tiene que hacerse en la negociación colectiva, porque depende de los sectores. Si no, pasará como con la Ley de Igualdad, que está muy bien, pero luego no se aplica", argumenta.
Górriz abre el arco y explica que "ya existen unos derechos laborales recogidos en el Estatuto de los Trabajadores, pero también existen una precariedad, y eso presiona a cualquier trabajador a tirar sus condiciones para abajo".
Ya existe la jornada laboral como referente
Actualmente, en España no hay ninguna legislación específica sobre la desconexión, pero sí hay una que dice que cualquier trabajador pacta con su empresa las horas laborales (40 a la semana, por ejemplo) y no tiene ninguna obligación más allá de eso. "Las horas extraordinarias son voluntarias, nadie tiene la obligación de realizarlas salvo causa de fuerza mayor, como que se inunde una nave, por ejemplo", explica Juan Luis Ballesteros, abogado laboralista de Red Laboris.
Pero luego está la realidad. A ver quién le dice al jefe que no se queda a hacer horas extra o que pasa del sábado de convivencia. "Hay una prohibición de realizar horas extraordinarias habitualmente y, si se hacen, deben remunerarse", explica Ballesteros. "Pero cada poco salen informaciones sobre las horas extra que no se pagan".
¿Tendríamos derecho a negarnos? ¿Tenemos derecho a no contestar a ese email del jefe a las 21.00? ¿A salirnos de un grupo de Whatsapp del trabajo en el que nos han metido sin preguntar? "Sería [de producirse] un despido improcedente", responde el abogado. "Pero el patrón tiene muchos currículums esperando", añade Górriz. "Vete a juicio, que mientras estás en la calle y sin que te paguen".
La ley del embudo
Otro problema con la desconexión es que lo que no queremos como trabajadores en muchas ocasiones lo exigimos como clientes o consumidores, en una especie de ley del embudo que mezcla desconexión y conciliación laboral y familiar. "El español piensa que a las 7 de la tarde su abogado o arquitecto tiene que estar disponible. O el que sale a esa hora del trabajo, si va a una tienda y está cerrada, no vuelve. Es un problema de empresarios, pero también de la sociedad", sostiene Ballesteros.
¿Lo va a solucionar una ley? "Las leyes van haciendo mella. No de primeras, pero con el tiempo se iría asumiendo. Pero tengo dudas con su aplicación práctica", plantea el abogado. "No se puede prohibir a una empresa entregar un móvil a un empleado. ¿Qué va a decir entonces la ley? ¿Que no se puede enviar un email a partir de cierta hora? Dirá que no se puede obligar al trabajador a llevarse el teléfono a casa", se autorresponde. No lo dice abiertamente, pero en su reflexión flota la idea inicial: eso ya existe. Como el hecho de que no hay obligación de trabajar fuera del horario laboral, ni presencialmente ni a distancia.
Mientras llega la ley, o no, seguiremos recibiendo mensajes a deshora. De la comprensión de los jefes o clientes y de la posición de fuerza que tenga el empleado en la empresa dependerá que cada uno se vea más o menos obligado a contestarlos. La realidad es que un 12% de los trabajadores está quemado en el trabajo (síndrome del burnout) y, aunque no tenga por qué ser debido a la conexión permanente, vivir pendiente de que te pidan algo del trabajo en cualquier momento del día seguro que no ayuda.
Daniel Sánchez Caballero
eldiario.es
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