Al ir decayendo el calor, queda en nuestra alma un regusto doloroso semejante a las sequías profundas, Francisco Franco lo llamaba la pertinaz sequía y se esforzaba en construir embalses, esos embalses que ahora se empeñan en derruir, porque pobres ríos, pobrecitos, no es humano contenerles ni desviarles.
¡ Y que me cuenten esto a mí que escribí hace más de cincuenta años una trilogía bien documentada sobre el cambio climático. Claro que no me gustaría vivir en mis propias carnes el argumento de mi trilogía ¡.
Carmen Resino se ha partido la cadera, la muñeca y tiene obstrucción intestinal. Mi amigo José A. de Mesa ha perdido uno de sus ojos. Ángel Borge permanece en camilla y silla de ruedas, le duele una pierna a rabiar. Otros, la mayoría o han fallecido o han perdido la cabeza, como mi amigo Joaquín Pérez, que dice vivir feliz con sus padres, claro que lo que no aclara es que murieron hace ya muchos, muchos años.
Solo la esperanza confiada de que haya otro mundo paralelo a este donde se haga justicia, donde no exista el mal, el dolor, el hambre y la muerte; bueno, los cuatro jinetes del apocalipsis.
¡ Cómo me gustaría vivir en el pasado o en el futuro; no me gusta el presente, porque no es fácil vivir el presente sobre todo como ahora en el que hace un calor de muerte, un calor terrorífico semejante al del infierno del Dante ¡.