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Cuento

Autobuses

Por Geral Aci (Madrid)

lunes 07 de noviembre de 2016, 02:20h

Susana estaba sudando, era un día otoñal, respiraba con dificultad, parecía sufrir pequeños ahogos, su cuerpo experimentaba fuertes escalofríos. No sabía por qué o tal vez lo sabía y prefería ignorarlo.

Había quedado con Gastón, su novio, para cenar esa tarde noche y ya estaba atrasada. Con la vista fija en la calle, aguardaba el autobús que no aparecía, tardaba demasiado y lo que la ponía nerviosa, era que no había nadie más esperando. La calle estaba solitaria. Sentía un vientecillo frío y las enormes ramas de los árboles, se movían como cansadas. Tenía la sensación que algo brillaba en la oscuridad, como pequeños ojos; tal vez ratitas, pensó tratando de calmarse. Jugueteaba con los dedos de las manos y daba pasitos cortos.

Estaba asustada y pensaba; con lo fácil que hubiera sido, habernos juntado en otro lugar, más céntrico, con bullicio y tráfico, pero recordaba que la idea fue suya, a pesar de la oposición de Gastón.

Había salido de la casa con bastante antelación. Vestía una falda ajustada, una blusa azul y una chaquetita corta, que al abotonarla, destacaba su figura. Calzaba zapatos negros de medio tacón y en la mano un bolsito también azul. Se veía espléndida, atractiva. El rostro maquillado, aunque no era necesario, era bonita y destacaban sus labios gruesos, rojos y una nariz pequeña, que hermoseaba aun más el rostro.

Miraba de reojo lo que tenía a su espalda; una reja de hierro, muchos árboles y un silencio sepulcral, quizás eso le asustaba o que no había un alma por los alrededores.

Por fin sintió el ruido de un motor, era el autobús. Estiró el brazo y el vehículo se detuvo. Subió y saludó sin recibir respuesta del conductor. Metió su billete en la maquinita y el sonido le indicó que estaba vigente.

Se acercó al chofer y le preguntó tímidamente;

-¿Señor por favor, pasa usted por la calle Piedras Vivas?

Pero éste, no le contestó, es más ni siquiera la miró.

Susana quiso insistir, pero se topó con un aviso que decía: Se ruega no hablar con el conductor.

Avanzó por el pasillo, viajaban siete u ocho pasajeros, tomó asiento en la parte delantera. Pero al querer mirar por las ventanillas, no vio nada, todo estaba oscuro, más se asustó aun, ella no sabía dónde tenía que bajarse para encontrarse con Gastón.

Quería llorar a gritos, decir que tenía miedo, aunque no podía saber de qué. Miró de reojo a una anciana que permanecía sentada frente a ella, con la cabeza erguida, sin moverse y parecía no pestañear.

Se estremeció. ¡Era su abuela! Pero permaneció sin hacer ni decir nada. Hacía dos años que una disputa familiar, había roto la convivencia. La abuela insultó a su madre y ésta la hizo salir de casa, desde entonces no sabían nada de ella.

Susana lógicamente apoyó a su madre y le pareció poco recomendable dirigirle la palabra. Pero al fijar los ojos nuevamente en la ventanilla, se encontró con la oscuridad y ya no lo soportó, no pudo más, los nervios la destrozaron, imposible contenerse.

Bruscamente se levantó de su asiento, se puso de pie, y mirando a los pasajeros gritó;

-¡Por favor que alguien me diga si este autobús pasa por la calle Piedras Vivas!

Nadie le contestó, lo repitió levantando la voz, pero con igual resultado. Soltó el llanto y se acercó al conductor;¡Quiero bajarme! ¡Quiero bajarme!

El hombre detuvo el vehículo, Susana bajó. El autobús emprendió nuevamente la marcha y se perdió en la oscuridad. La hermosa mujer quedó sola en medio de una tétrica soledad.

Quiso ordenar su situación, levantó la cabeza y vio a lo lejos unos reflejos como luces de vehículos que cruzaban velozmente la calle, caminó rauda hacía ese lugar, se tranquilizó, era el mismo sitio donde había subido al autobús.

Sin embargo el terror que la acompañaba, los nervios rotos, el rostro desencajado y los escalofríos, le hicieron cruzar la calle.

Ya en la otra acera, se sintió más tranquila, pasaban algunos coches, vio dos muchachos en bicicleta y una pareja de jóvenes que caminaban tomados de la mano y besándose.

Estaba en la esquina pensado en Gastón, ella nunca se atrasaba y se había puesto bonita para él, ahora seguramente estaría indignado.

En ese momento se acercó un autobús, lo hizo parar, subió, saludó al conductor que contestó su saludo. Pasó el billete y le preguntó; ¿Señor por favor, pasa por la calle Piedras Vivas?

-Si señorita, tome asiento aquí delante, que yo le aviso.

Trasportaba diez o más pasajeros, algunos la observaron, era joven y atractiva. A ella le gustaba que la miraran. Se acercó a la ventanilla y vio muchos vehículos, tiendas, escaparates, neones y gente caminando. Pero aun seguía nerviosa y con deseos de llorar.

De improviso escuchó la voz del chofer. –Próxima parada. Piedras Vivas.-

Susana se puso de pie y le preguntó; ¿puedo bajar por delante?

Si señorita, a esta hora hay pocos pasajeros, puede usted bajar.

Gracias señor, buenas noches.

Adiós señorita, que lo pase bien.

Ahí estaba Gastón esperándola.

Susana corrió a los brazos de su novio y nuevamente soltó un llanto profundo. El asombrado muchacho no sabía qué decir, la llevó hasta un asiento, la acarició y trató de calmarla.

-Amor, amor, tranquila, estoy contigo ¿qué te ha pasado? ¿Alguien te ha faltado el respeto?

Susana no hablaba, solo movía la cabeza en sentido negativo. Pasados unos minutos pudo hablar y le contó lo sucedido; la oscuridad, la gente que no le ayudó a encontrar la calle, el conductor que no respondió su saludo, que no quiso hablarle a la abuela y nunca más volver a citarse en ese lugar.

Gastón la miró por algunos segundos y contuvo la risa.

Susana le miraba extrañada.

-Escucha dijo Gastón; siempre te pido por favor, que me prestes atención cuando te hablo, pero eres testaruda. Te repetiré lo que hablamos cuando quedamos para cenar.

-Toma el autobús por la acera derecha

-Tú hiciste lo contrario

-El de la derecha hace su trayecto por las calles céntricas y el de la izquierda hace el recorrido dentro del cementerio.

Además creo recordar que tu abuela murió hace más de un año.

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