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16 de Agosto de 1977

Elvis: A 40 años de su muerte…
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Elvis: A 40 años de su muerte…

“Antes de Elvis no había nada…” John Lennon

miércoles 16 de agosto de 2017, 02:21h

Por Juan Ignacio Vera – Miembro de FEPET (*)

16AGO17 – MADRID. Soy un fan irredento de Elvis desde que tenía 13 años. Nunca olvidaré la primera vez que oí “Don’t Be Cruel” (No Seas Cruel). Fue en 1956 estando en el patio del Liceo (Instituto) de mi ciudad natal (Melipilla, Chile) donde cursaba el segundo año de enseñanza media y mi compañero de clase y hoy viejo amigo José (Pepe) Ricardo Carrasco, tenía en aquellos años el único transistor que conocía a la fecha y durante un recreo, escuchando un programa de música popular emitieron aquella canción y ambos quedamos paralizados al oírla. En aquel momento supe que nunca más podría dejar de oir y admirar aquella música y que algo –auque no sabía exactamente que- estaba cambiando en el mundo que conocíamos.

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Han pasado más de 60 años (61 para ser exactos) y mi afición y admiración por Elvis no ha decaído ni un ápice y por el contrario, se ha ido acrecentando tanto mi gusto por su música como por el conocimiento de ese irrepetible fenómeno que significó la irrupción de Elvis en el ámbito de la música popular de aquellos años y que desbarató de un plumazo, todos los “gustos musicales” de una generación que por aquello años en Chile, tenía como únicos referentes el tango argentino que inundaba las radios, las canciones mexicanas de Jorge Negrete y Miguel Aceves Mejía, así como los boleros de un joven Lucho Gatica que se abría paso aceleradamente desde México hacia todo el continente americano y resto del mundo. La música tropical –también muy popular en la época- corría a cargo de La Sonora Matancera y así, se completaba el abanico musical al cual los jóvenes de aquel entonces, estábamos “acostumbrados” hasta que llegó Elvis y puso todo patas arriba.

Desde 1994, año en que comencé a dirigir mi periódico “E M G” (EuroMundoGlobal) he escrito cada mes de agosto un artículo como tributo a la memoria de Elvis situación que de una manera u otra, me ha llevado a escribir con ligeras variaciones, sobre los aspectos más conocidos del origen, trayectoria y final tanto de la vida como la carrera artística de Elvis motivo por el cual en esta ocasión, al cumplirse el 40 aniversario de la desaparición de este icono de la música popular de la segunda mitad del siglo XX y lo que va de este presente siglo XXI, quiero hacer un repaso a otros aspectos menos conocidos por el gran público de lo que fue la vida de este ídolo de multitudes, considerado el más grande cantante popular de todos los tiempos y que hoy a 40 años de su muerte, sigue tan vivo como entonces y al cual millones de personas que ni siquiera habían nacido cuando murió, admiran y siguen con casi el mismo fervor de quienes crecimos y nos hicimos mayores escuchando su música y sucumbiendo al mágico influjo de sus canciones que grabó a centenares (registró más de mil) y que tienen sin embargo, un detalle poco común en la producción musical de otros cantantes y es que ninguna de las canciones de Elvis, se parece a otra y cada una tiene características que las hacen únicas. Un repaso superficial de sus grabaciones haría imperceptible esta cualidad pero un buen conocedor de su música comprenderá de inmediato de que estoy hablando.

Sin duda hoy mismo es difícil ser original al contar o escribir algo referido a Elvis. Hay más de 2.500 “biografías auténticas” publicadas en el mundo entero y sin duda cada una de ellas, tiene algo de auténtico si bien estos datos “veraces” son los mismos en todas esas biografías. Separar la leyenda del personaje real es tan difícil como imposible ya que el mito de Elvis, comenzó a tejerse al mismo tiempo en que decidió acudir un día del verano de 1953 a la Sun Records, para -según una costumbre bastante común en la época-, hacer una grabación para obsequiar a su madre. Contrariamente a lo que se ha dicho, con aquella grabación “casera” no pasó absolutamente nada ya que era una grabación casi de broma similar a lo que sería hoy mismo, hacerse una foto en un fotomatón, es decir tenía un propósito único y concreto.

Elvis no era consciente en aquel momento (y posiblemente no lo fuera durante mucho tiempo) de lo que estaba próximo a sucederle, como tampoco lo fue de aquella fortuita y afortunada cadena de hechos ocurridos desde que aquella grabación casual quedara archivada en la Sun Records para que su propietario, el también “famoso” (al rebufo de Elvis) Sam Phillips al revisar meses después, los trabajos realizados en su estudio de grabación pensara (aunque no muy convencido en un primer momento), que aquel muchacho podía tener algún futuro como cantante. Según la leyenda, Phillips llevaba años diciendo: ‘Si pudiese encontrar un blanco que tuviese el sonido y el sentimiento de los negros podría ganar un millón de dólares’. Siguiendo con la repetición de hechos que han llegado a conformar la “leyenda” de los comienzos de Elvis, meses después la secretaria de Sam Phillips decidió un día volver a escuchar la grabación de aquel muchacho tímido que quería grabar un disco para su madre: “Decidí escucharlo —recordaría Keisher—, y al oírlo cantar me pareció poco común. Parecía reunir todos los estilos musicales en uno solo. Es curioso, En ese momento me di cuenta de que Elvis los tenía”. De estos datos se deduce que contrariamente a lo que se ha afirmado, desde el primer acercamiento de Elvis a la Sun Records y su posterior y fulminante salto a la popularidad, transcurrieron muchos meses y no fue algo inmediato como se ha repetido tantas veces. Sam Phillips se tomó su tiempo y examinó con calma darle una oportunidad.

En enero del año siguiente, Presley fue a buscar a Phillips, pero no lo encontró. Lo buscó en una y otra ocasión, hasta que por fin logró verlo. Cantó dos canciones, pero Phillips no vio nada extraordinario. Lo volvió a citar unos meses después para que cantara un tema ya cantado por artistas negros: Without You, y algunas canciones de Dean Martin. Aunque no lo había seducido, creía que podría encontrar en aquel muchacho algo diferente.

Phillips creía y no creía. Oía a su secretaria, dudaba, se convencía y volvía a dudar. “Ninguno de nosotros podía sospechar que él iba a ser tan grande”, diría muchos años más tarde. Por fin llamó a su viejo amigo Scotty Moore y le comentó sobre aquel muchacho que era “algo diferente”. Moore lo oyó. Dijo que era nervioso, tímido y educado. “Él sabe que tiene talento y lo único que necesita es un poco de confianza”. La confianza fue llegando, primero por las reiteradas reuniones con Scotty Moore y Bill Black, un amigo del amigo, y luego, porque el tocar y ensayar y darle y buscar, lo liberaron de los yesos y una tarde, la del 5 de julio de 1954, durante otra de aquellas sesiones, tomó la guitarra y empezó a jugar a ser Elvis con una canción que luego cantaría millones de veces, That’s All Right (Mama), de Arthur Crudup.

Catorce día más tarde, aquella canción estaba prensada y comenzaba a venderse en las tiendas de discos de Memphis, y en general, de todos los pueblos y ciudades de Tennessee. El lado B del disco tenía Blue Moon of Kentucky, de Bill Monroe.

Una quinceañera de nombre Eldene Beard fue la primera persona que compró ese disco, y pasó a la historia por ser la primera que compró una grabación de Elvis Presley. Pagó 50 centavos de dólar por el en Charles Records. Entonces llegaron los periodistas a entrevistarlo, y los agentes a buscarlo, y los músicos a darles sus canciones, y Elvis Presley pasó a ser sólo Elvis. Cantó en algunos festivales, y en el Overton Park Shell empezó a bailar sobre el escenario y a mover la pelvis. “Empecé a hacerlo durante una actuación en Memphis. Lo añadí al show un poco como reacción al miedo que sentí al salir ante el público”.

Esa noche vislumbró el futuro que había imaginado en su habitación, ocho o nueve años atrás. Los aplausos frenéticos del público y los gritos histéricos de las mujeres, las felicitaciones de quienes estaban tras la tarima, las palmadas en la espalda de los músicos que lo habían acompañado, algunos empresarios que lo adulaban, algunos periodistas que lo buscaban, eran el presagio de lo que vendría. “Aquella noche no pude dormir y tuve la sensación, por primera vez en mi vida, de estar al principio de algo grande y sensacional. Aquellos gritos podían significar el final de la miseria que mis padres habían vivido”. El miedo empezaba a evaporarse. La miseria, a diluirse. Elvis comenzaba a ser él, libremente él, y a marcar la historia con su manera de cantar, con sus movimientos, con su fuerza y aquel complejo y profundo no importarle nada en la vida más allá de él.

Pese al fulgurante éxito inicial, Elvis todavía estaba –por decirlo así- en los circuitos locales de algunos Estados del sur de USA. Las grandes ligas se jugaban en Nueva York y la Sun Records era una compañía local sin posibilidades de acceso a ese gran mercado neoyorkino que garantizaría la cobertura nacional. Fue así como la RCA Víctor se hace con los derechos después de pagar una generosa suma (para la época) a Sam Phillips por los derechos de reproducción de las cinco canciones que Elvis grabó para la Sun Records (That´s All Right (mama) - Blue Moon of Kentucky- Good Rockin´tonight - I Don´t care if the sun don´t shine - Milkcow Blues boggie - You´re a heartbreaker - Baby lt´s play house - I´m left, you´re right, she´s gone - I forgot to remember to forget - Mistery train) y el contrato de Elvis y pronto en 1956, Elvis graba el que sería –posiblemente- su canción más representativa y emblemática: Don’t Be Cruel” (No Seas Cruel) una canción escrita por Otis Blackwell que entregó la canción a Elvis y a la RCA a cambio de compartir los derechos de autor al 50% con Elvis. De ahí que en los créditos del disco figuren como autores de la canción Otis Blackewell y Elvis Presley. Lo cierto es que la canción fue escrita sólo por Blackwell mucho antes que Elvis apareciera en escena y había sido ofrecida incluso, a Frankie Valli (que en ese tiempo era vocalista de un grupo llamado “The Four Lovers”) que la rechazó. El disco “Don’t Be Cruel” (que al reverso –cara B- traía otra célebre canción, “Hound Dog” (Perro de caza)) ha pasado a la historia como el disco más vendido con 6 millones de copias sólo en EEUU. Hoy está considerada en el puesto nº 92 de las 500 mejores canciones de toda la historia, seleccionadas por la revista Rolling Stone.

Elvis nunca escribió ninguna canción pese a que también se ha dicho que co-escribió “Love Me Tender” (Ámame tiernamente) otra de sus canciones insignia y que también es el nombre de su primera película. Otis Blackwell, uno de los pioneros del rock, escribió otras canciones para Elvis tales como “All Shook up”, “Return To Sender”, y para Jerry Lee Lewis su célebre“Great Balls of Fire”.

No hay duda que lo ocurrido con Elvis fue el producto de una enorme sucesión de “afortunados hechos casuales” que se confabularon para sacarle del anonimato de un pueblo perdido del sur de EEUU para lanzarlo a la fama y al rutilante mundo del espectáculo. Su nombre, Elvis Aron Presley quizás se habría perdido para siempre en las interminables y polvorientas carreteras, que debía recorrer con su empleo de camionero repartidor de material eléctrico de una ferretería del pueblo donde residía, viviendo casi de manera miserable. La vida para los Presley no era fácil, el “jefe de familia” Vernon Presley, era como siempre se ha dicho, un “tiro al aire”, sempiternamente desempleado, buscando un trabajo que nunca llegaba y con un historial de problemas con la justicia local que en más de una par de ocasiones le mantuvieron entre rejas por largos periodos.

Algunas de las edulcoradas biografías atribuyen al deseo de “pagarse los estudios” (como buen y prototípico joven americano) el hecho que Elvis con apenas 17 años tuviera que ganarse la vida con diferentes oficios. Lo cierto es que la irresponsabilidad de su padre obligó al joven Elvis a trabajar para ayudar al sustento de la familia, especialmente de su madre quien –por si todavía fuera poco- debía soportar el maltrato físico que Vernon Presley le daba cada vez que llegaba borracho a casa y que eran, la mayoría de los días de la semana. Según uno de los biógrafos de Elvis esta situación de maltrato a su madre acabó cuando Elvis –que ya tenía cierta fama y mucho dinero- encaró en una ocasión a su padre y le dijo que además de quitarle la generosa asignación que le pasaba mensualmente para sus borracheras, “le mataría la próxima vez que le viera maltratar a su madre”. El padre de Elvis, fiel a su naturaleza de caradura congénito, nunca se entendió muy bien con Elvis y hay quienes han afirmado que Elvis no soportaba a su padre precisamente por su afición a las mujeres y al alcohol y para corroborar esto, afirman que cuando Gladys Presley murió mientras Elvis cumplía su servicio militar en Alemania, Elvis recriminó a su padre el hecho que a menos de un mes de haber fallecido su madre, Vernon ya había vuelto a las andadas con mujeres y sus borracheras. Según se dice, aquella fue la última oportunidad en que padre e hijo tuvieron un contacto directo y cercano. En adelante y hasta la muerte de Elvis en 1977, se vieron en muy pocas ocasiones si bien Elvis nunca dejó de pasarle la millonaria asignación que Vernon Presley se ocupaba de “reventar” en todos los prostíbulos y burdeles de Las Vegas.

No hay duda que Elvis nació con una estrella que le eligió para llevarlo a la gloria aunque ese camino al dorado Olimpo de los dioses estuviese plagado de desencantos como los que cosechó a lo largo de toda su vida desde que en 1945, se subió por vez primera a una tarima para cantar con algo de público, en un concurso de jóvenes talentos auspiciado por una casa de almacenes, la Black and White. Cantó Old Shep subido a una silla. Esa tarde noche obtuvo cinco dólares por su segundo lugar en el certamen y un pequeño trofeo que miraba y admiraba todos los días. Su nombre, Elvis Presley, había quedado grabado con letras indelebles.

Elvis era y fue siempre en el fondo, un sencillo muchacho de pueblo al cual le aterraban (entre otras cosas) la fama, el gentío y la corte de aduladores que siempre le acompañó. Se dice que Elvis nunca tuvo amigos de verdad. Todos los que tuvo los “compró” en el mejor (o peor) sentido de la palabra. La famosa “Mafia de Memphis”, un grupo de tipos duros que le rodearon desde sus inicios fueron los únicos “amigos” que tuvo. Desde su infancia Elvis fue un niño que a pesar del estrecho medio en que vivía resultaba “diferente”. Fuertemente apegado a su madre, una mujer de cierta sensibilidad y que tenía otras aspiraciones que se vieron truncadas al casarse con el tarambana de Vernon Presley, dedicó todos sus esfuerzos a cuidar de Elvis a quien cada domingo llevaba al oficio religioso de la iglesia de la cual era fiel devota. En el barrio de pobres donde residían, Elvis trabó amistad con chicos duros, acostumbrados a la calle y a resolver sus problemas de la manera más expedita y que sin embargo, respetaban a Elvis por sus modales educados y su innato amable carácter. No obstante el ambiente casi mísero en que desarrolló su infancia, Elvis siempre bien peinado y aseado, nunca fue un muchacho resentido o rebelde. La “rebeldía” de Elvis se manifestaba en su idea de las vestimentas, el peinado y en su forma de cantar en el coro dominical de su iglesia ya que gustaba de pasar largas horas oyendo las canciones que la gran mayoría de hombres y mujeres negras que integraban el coro, cantaban y ensayaban una y otra vez.

Allí, en aquel coro, Elvis Aron Presley comenzó a cantar. Luego diría que “Éramos una familia religiosa. Desde pequeño, lo único que conocí fue música gospel. Me encantaba escuchar el coro. Aquella música se convirtió en parte de mi vida. Era tan natural como bailar. Una forma de escapar de los problemas y una especie de liberación para mí. La iglesia me enseñó lo único que he aprendido sobre canto, todo lo demás ha venido de forma natural”.

Sus largas noches a solas, con la radio encendida y el dial en la emisora de la WDIA, una estación dirigida por negros, lo llevaron a aprehender el gospel de los Ink Spots, de los Blackwoods y de Roy Brown; el country de Jimmie Rodgers, Jim Reeves y Bill Monroe; el rhythm and blues de Rufus Thomas, Roy Brown y los Preachers, y la música sin género de Dean Martin y Roy Hamilton.

Así como su país se había construido sobre el trabajo esclavo de los negros, Elvis fue el beneficiario de una tradición musical afroamericana de décadas y llegó justo a tiempo para resolver (a favor de los blancos) el conflicto racial que empezaba a significar el rock and roll. A mediados de los años cincuenta las fuentes de la música popular más frenética del país estaban en las manos y bocas de jóvenes de color, pero el gran público era blanco y no recibiría con respeto a un Chuck Berry o a un Little Richard, por más electrizantes que fueran. Por eso Sam Phillips no pudo creer su buena suerte cuando descubrió a Elvis (“por fin encontré a un blanco que puede cantar como negro”). Y no sólo eso. El joven de Tupelo le enseñó a la industria de la música el camino más rápido y seguro para vender sus discos: convertir al intérprete en un fetiche sexual.

Pero así como Elvis recibió riquezas y adulación hasta un punto que sólo las figuras mitológicas pueden soñar, también tuvo que pagar el precio de verse sometido a una máquina de producción que nunca se pudo detener. Una vez que el inmoral, infame y falso coronel de pacotilla Tom Parker (su inescrupuloso manager) se dio cuenta de que tenía entre manos el negocio más grande de su tiempo, lo convirtió en una línea de producción imparable. En los años cincuenta Elvis produjo grabaciones exitosas y de calidad a una velocidad asombrosa (52 sencillos y cinco álbumes en cinco años); en los años sesenta fue estrella de cine, con 33 películas que reventaron la taquilla repitiendo casi siempre el mismo argumento (chico humilde se enfrenta a tipos malos, les gana, se queda con la chica y termina celebrando con una canción), y en los setenta trabajó en interminables conciertos, enfundado en su buzo enterizo con capa y volantes con un dudoso tinte kitsch actuando para maduros y ebrios matrimonios de dinero en hoteles y casinos de Las Vegas.

En cada una de estas producciones siempre estuvieron la voz y el carisma de Elvis sosteniéndolo todo como los poderes de un mago. Pero también se podía percibir en el fondo la angustia del artista que había quedado atrapado demasiado rápido en un ciclo comercial que no necesitaba grandes innovaciones para seguir facturando millones cada año a nombre del “rey del rock and roll”. En la carrera de Elvis, lo más auténtico e inmortal siempre fueron los inicios, sus primeras grabaciones en los estudios Sun, sus primeras actuaciones esforzadas y meritorias, hechas a sangre y tripas y los primeros conciertos que dio después de su regreso a los escenarios en 1968, cuando cada actuación era un espectáculo de primera creación.

Elvis Presley también fue el soldado más importante de su país cuando prestó su servicio militar durante dos años (entre 1958 y 1960) en el regimiento estadounidense apostado en Alemania occidental, no muy lejos de la temida y odiada Unión Soviética. Estados Unidos aprovechó políticamente este hecho. Elvis fue una punta de lanza importante en la contienda geopolítica librada contra la Unión Soviética. La Guerra Fría no se trató solamente de dos países amenazándose con armas nucleares o compitiendo por ganar el mayor número de medallas en los Juegos Olímpicos. La pelea era por demostrar qué forma de vida era mejor y cuál de los dos sistemas económicos (capitalismo o comunismo) podía darles más felicidad a los seres humanos.

En ese campo, Elvis ganó todas las batallas para Estados Unidos al preconizar con sus apariciones en TV y con su forma de vida la idealización del “sueño americano”. De hecho, la fulgurante e irresistible ascensión de Elvis desde su mísero barrio en un pueblo del sur de EEUU al estrellato fulgurante de Nueva York era la prueba irrefutable de que aquello “Era América”. Por su parte la URSS, advertía a sus jóvenes de la “inconveniencia” de escuchar a la “bestia decadente del imperio” que alentaba el “estilo de vida americano de vida adolescente hedonista, exultante y consumista”. En Alemania oriental, un joven asesino de una anciana confesaba haber cometido el crimen después “de haber oído canciones de Elvis”.

En su vida personal, Elvis heredó todas las contradicciones de los hijos de su país. Fue el amoroso niño de mamá que quedó huérfano a muy temprana edad y terminó rodeado de hombres (su manager, su padre, sus amigos) a los que sólo les importaba ganar dinero y para quienes las mujeres eran piezas reemplazables en la decoración del palacio. Por eso una de sus más grandes decepciones fue cuando su reina, Priscilla, a quien había formado y preparado desde sus catorce años para ser la amorosa y virtuosa mujer de su hogar, lo abandonó por su entrenador de kárate.

Se dice que Elvis nunca volvió a ser el mismo después del abandono de la que fue por un breve tiempo, su esposa. Quizás entonces añoró el cariño verdadero de quien –como dijo en alguna ocasión- fue la única mujer que realmente lo amó de verdad: su madre. Pero quizás tampoco tuvo tiempo para eso, el próximo concierto con todo el ajetreo previo de bulla, luces y sonido ya estaba allí y luego vendrían otros y otros y el espectáculo debía continuar. Es posible que el dueño de los corazones de tantas chicas de su generación no hubiera conocido nunca el amor verdadero. Aunque nunca le faltaron aventuras con coristas y actrices, su vida empezó el irreversible proceso de desmoronamiento justo después que su matrimonio terminara en 1973 y el sueño del hogar tradicional saltara por los aires hecho trizas.

Al final su corazón no pudo soportar el trepidante ritmo de vida y un ataque lo fulminó el 16 de agosto de 1977. Preso de su afán de huir hacia adelante, Elvis trató de sobrellevar la torturante marcha de gloria de sus últimos años con pastillas, comida chatarra y excesos pero en esa batalla contra el mismo, no podía ganar y terminó perdiéndola con apenas 42 años aunque su temprana muerte no hizo más que acrecentar el mito. Elvis de ninguna manera podía morir ya que admitirlo era como reconocer que el “sueño americano” debía terminar. Por eso quizás, miles de sus compatriotas lo siguen evocando y repitiendo en cientos de espectáculos de imitación en hoteles y programas de televisión y muchos afirman que lo continúan viendo vivo en las calles de Tennessee como una manera de autoafirmarse en la creencia que el mito de Elvis sigue vivo y que aquel que murió en 1977 fue el Elvis de carne y hueso. Aquel Elvis, el de las maravillosas canciones sigue tan vivo como entonces, en la memoria de los millones de personas que en el mundo entero amamos su música.

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