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Opinión: “MI Pequeño Manhattan...”

Una persona maravillosa

Por Germán Ubillos Orsolich
jueves 04 de enero de 2024, 23:50h

04ENE24 - MADRID.- ¿Qué es una persona maravillosa?. Es aquella que está más cerca de ti cuando más la necesitas. Recuerdo hace 59 años cuando decía a una novia que “la necesitaba”; años más tarde comprendí que eso no era el amor, el amor es un acto volitivo libre y no movido nunca por una carencia. La necesidad es por así decir un acto no libre y quizá por ello algo patológico.

Más adelante conocí en un hospital a una doctora, mi hermana Mercedes estaba allí enferma, yo quería mucho a mi hermana Mercedes pero una vez al día, a media mañana, aparecía esa doctora vestida de blanco y con un fonendo al cuello que le pasaba consulta, tenía la voz muy suave, algo grave quizá, y unos ojos muy bonitos. Como yo no sabía qué hacer me había puesto -era mi costumbre entonces- a escribir un libro, el libro de aquel hospital, el de mi hermana que estaba muy enferma, y en el fondo el libro de mi vida, pues los escritores no vivimos realmente, escribimos un libro virtual y maravilloso, el libro de nuestra vida; aquella doctora llegó a decirme un mediodía, a eso de las tres, “siempre seré tu amiga”.

¿Qué tenía fuera de lo común aquella doctora?, sencillamente que es muy tremendo decir “siempre seré tu amiga”. Recuerdo que días más tarde la cogí de la mano, ¿eso sería el amor, un amor incipiente?. Pero ella exclamó con voz un poco ronca: ¡Oye, ¿a dónde vas?! . Comprendí en seguida que aquella mujer no era una mujer más de cama, bueno, no seré tan bestia, de flujos y de humores.

Aquella mujer me enseñó una nueva forma de amar, no situarse ni muy cerca ni muy lejos del objeto amado. Porque aquella mujer, curiosamente sabía amar mejor que yo y lo hacía a raudales. Hicimos amistad en aquel hospital, una rara amistad sí, porque los dos éramos “raritos”. Fue una mistad tremenda, pues ahora que estoy cerca ya del otro mundo, me doy cuenta de ello. Incluso llegó a escribir un libro, un solo libro pero inspirado por mí, porque yo inspiraba a aquella mujer y ella me inspiraba a mí.

¿Qué tenía aquella chica?. Aquella chica se ponía cerca de mí la primera, aunque tuviera mucha cosas que hacer, que las tenía y muy difíciles. Pero si yo la requería ella al instante se ponía a mi lado, la primera…. Y eso jamás lo olvidaré.

No sé si la vida es como una película o quizá la película comience en el otro mundo. Ella también me dijo en otro momento, “te ayudaré a morir”. Nuestras conversaciones eran profundas, y ella era ciertamente genial….pero sufría mucho, y un día que danzábamos como Gene Kelly y Debbie Reynolds en el Restaurante Edelweiss, y ella se reía entre jarras de cerveza de porcelana blanca que iban cayendo, una tras otra, pues a ella la gustaba de beber mucho; y sus graciosos dientes estaban curiosamente desordenados.

He de afirmar que jamás haya estado tan enamorado de una mujer como aquella, porque Aurora era mucha Aurora, al decir de muchas de sus compañeras, claro que yo era mucho Germán y no es vanidad, pues mi fantasía era auténticamente de oro puro, quizá la mejor del siglo veinte por aquellos andurriales, pues se había fraguado en la enfermedad. Y en aquello éramos también parecidos, pues yo era el enfermo eterno y ella era la permanente sanadora, aunque habíamos quedado, claro, en no hablar nunca de enfermedades.

Mi hermana pasó al otro barrio y ella siguió danzando con esa gracilidad como Leslie Caron en el filme “Un americano en París” o en Gigi, pues a mí siempre me encantaron los musicales, y me hubiese gustado ser un pianista de barrio de esos que interpretaban en los pubs durante la noche, mientras los caballeros bebían whisky y soda, como aquel de “El viejo y el mar”, sin que nadie me hiciera caso, pues mi “vocación perdida “ fue siempre la de ser pianista y no escritor, aunque en realidad es lo que he sido hasta ahora que estoy viejo y achacoso.

Solo el ex Secretario Nacional de la Unesco me dice que olvide mis murrias, que yo me trabajé a fondo mi destino con una tenacidad de mula que he tenido, y que ese trabajo fue reconocido nacional y mundialmente.

Entonces ¿de qué me quejo?, de nada, pues esa mujer situada en tan extraño lugar aún vive, y si requiero la compañía de varias personas a la vez ella siempre está la primera junto a mí. Bien es verdad que ella tiene su vida y yo la mía, somos como dos bailarines en una coreografía maravillosa de Hollywood, en un plató iluminado por aquello genios de la Metro Goldwyn Mayer o de la 20 th Century Fox.

Deseo que lo que llaman el más allá sea eso, un plató de la Metro suavemente iluminado con luces de colores, donde pueda saludar a Gene Kelly y besar la mano de Bárbra Streisand, mientras toco suavemente en el piano la melodía “Begin the Beguin”.

Creo o deseo que exista ese paraíso del que hablaba Jesús de Nazaret, ella no cree en esa cosa, pero ayuda a morir a la gente que no es moco de pavo. Sí, es una chica maravillosa o de ensueño. Yo sigo haciendo tonterías como siempre las he hecho y hasta mi hermano se ha largado ya al otro mundo. Entonces qué es lo que Aurora representa para mí, ¿un sueño con un fonendo?, ¿un hada que danza al ritmo de Cole Porter o Irving Berlin?, ¿es real o quizá no lo sea?.

Emana de ella un suave perfume embriagador que todo lo trasforma. Recuerdo hace ya tiempo que ni podía dormir después de haber charlado con ella en el Círculo de Bellas Artes, lugar que le encantaba. Le gustaban los sitios muy bonitos y viajar por todo el mundo, y salir de una vez del maldito hospital y dejar de una vez ser doctora, tema este que le aburría y la agobiaba.

¿Qué es lo que deseaba ser aquella mujer fascinante?. Para ser sinceros no lo sé y quizá tampoco ella, pero formamos los dos una rara pareja, de ello estoy bien seguro, y que nunca he conocido un ser semejante tan sobrenatural, educada en un colegio de monjas antes de explotar como una bomba de hidrógeno.

La gusta mucho leer y a mi escribir. Quizá seamos dos extraños en el paraíso, solo que no lo sabemos y nos gusta el champagne, aquellos cocteles que daban en Embassy, cuando Embassy era el Embassy de la calle Ayala, esquina a la Castellana.

Porque Madrid y sus luces a la caída de la tarde es también un lugar hecho para soñar.

¿Qué será de ella cuando yo falte?, ¿me olvidará como el polvo barrido por el viento solano?.¿Qué quedará de todo esto?. Solo sé que ahora, aún vivo, cuando requiero varias personas, la primera que está a mi lado es ella, esa mujer fascinante y arrebatadora.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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