Su escasa y muy fragmentada población -unos 600.000 habitantes- concentrada en la pequeña franja costera de una extensa geografía -un tercio de la española- debido a la impenetrabilidad de grandes zonas de selva tropical, en una zona del norte de Sudamérica desconocida, con fronteras con las otras dos Guayanas y el norte de Brasil, ha posibilitado la subida al poder de dictadores de origen militar, que abrieron paso al tráfico de drogas, que sustituyó a la bauxita, como único bien exportable. La población, de origen multirracial: la mitad indios y negros descendientes de los cimarrones, los demás mulatos, javaneses, mestizos, amerindios, chinos y un 2 % de blancos y la diversidad religiosa con preponderancia del cristianismo, tanto protestante como católico, hinduismo e islamismo favorecen la existencia de comunidades herméticas en las que pueden tener lugar las situaciones más extrañas. Los delincuentes buscan protección pagada a los que ostentan el poder y estos garantizan, dentro de lo posible, el orden y que nadie de fuera, va a desplazarse a ese lugar desconocido para husmear donde no deben.
Precisamente eso es lo que narra la miniserie coreana -6 episodios- Narcosantos, basada en hechos reales: un humilde e inseguro mecánico y gerente de un club nocturno de Seúl, emigra a Surinam para trabajar en una empresa que exporta pescado a Corea, que resulta ser una tapadera para el envío de drogas. Tras numerosos avatares, incluida la extorsión policial y su encarcelamiento a causa de una delación que le acusa de un crimen que no ha cometido, termina trabajando como agente del NIS, servicio nacional de inteligencia del gobierno coreano, infiltrándose en la organización que envía la droga .El líder es un pastor evangélico coreano huido de su país, que se ha convertido en el Pablo Escobar local, corrompiendo incluso al presidente del país.
El pastor controla a sus feligreses a base de metanfetaminas y cocaína hasta que abandonan su voluntad y se someten plenamente. Su mafia coreana está permanentemente enfrentada con la china, aunque al tiempo mantienen acuerdos territoriales y de distribución de funciones.
La acción es permanente y mantiene la tensión, a lo que ayuda la calidad de los actores, entre ellos Park Hae Soo, el protagonista de una de las series de más éxito de los últimos años: "El Juego del calamar". La dirección eficaz y los paisajes -rodados en la República Dominicana- seductores. Es un buen ejemplo del magnifico cine que se hace actualmente en Corea.
La presentación de Surinam como un narcoestado ha provocado, lógicamente, al gobierno local, que se plantea denunciar a los responsables del filme, pero todavía queda gente que se acuerda de que, en 1982, un Tribunal holandés condenó al entonces presidente Desi Bouterse a 11 años de prisión -nunca cumplidos- precisamente por tráfico de narcóticos.
Narcosantos no solo nos enseña geografía suramericana sino también la importancia del cristianismo en Corea del Sur donde es la religión mayoritaria, practicada por casi el 30% de la población.