Su situación geográfica entre la sierra y el mar hace posible que cuente con una extraordinaria oferta de productos frescos a sumar a los mundialmente famosos vinos, brandies y vinagres, que enriquecen su sorprendente oferta gastronómica y de gran calidad.
La proximidad al Atlántico, sus suelos calizos, las tierras albarizas, donde crecen las viñas, unido a la variedad de l uva Palomino y a la crianza de los mostos en las bodegas, verdaderas catedrales donde los vinos nacen y envejecen en silencio, hacen posible gozar un producto único y mundialmente conocido, el jerez.
Nosotros, recientemente, hemos tenido la oportunidad de visitar una serie de bodegas, con motivo de la celebración del VII Congreso Internacional de Calidad y Sostenibilidad Turística, que organizó, con notorio acierto, el Instituto para la Calidad Turistica de España y la Sostenibilidad. Entre la treintena de bodegas que atesora la ciudad pudimos adentrarnos en las de Gonzalez Byass, Fundador, Lustau, Tradición, Entrechuelos y Fernando de Castilla. Todas muy interesantes.
Las primeras noticias del vino de Jerez nos las proporciona Estrabón, geógrafo griego del siglo I a.C., quien en su libro Geografía escribía que las vides jerezanas fueron traídas a la región por los fenicios alrededor del año 1100 a.C. Los yacimientos arqueológicos de origen fenicio del Castillo de Doña Blanca, situados a 4 kilómetros de Jerez y en los que se han descubierto varios lagares para la elaboración de vino, confirman que fueron los mismos fundadores de la antigua Gades (Cádiz) los que trajeron hasta allí el arte de cultivar la vid y elaborar el vino, desde las lejanas tierras del actual Líbano.
En el año 711 da comienzo la dominación árabe en España, que en el caso de Jerez habría de durar más de cinco siglos. Durante todo este tiempo, Jerez siguió siendo un importante centro de elaboración de vinos, a pesar de la prohibición coránica de consumo de bebidas alcohólicas. La producción de pasas y la obtención de alcohol con distintos fines (perfumes, ungüentos...) y el uso del vino con fines medicinales actuaban en cierta forma como excusas para el mantenimiento del cultivo de la vid y de la elaboración de vino. De hecho, en el año 966 el Califa Alhaken II decidió, por razones religiosas, arrancar el viñedo jerezano. A este anuncio contestaron los jerezanos que las uvas se dedicaban a elaborar pasas para alimentar a las tropas en su Guerra Santa, lo cual era parcialmente cierto, y consiguieron que sólo se descepara un tercio del viñedo.
Mientras tanto, la Corona española vertebraba este Nuevo Mundo a través del puerto de Sevilla y de la "Casa de Contratación", única institución facultada para la administración de las nuevas tierras y el comercio con las mismas. Esta coyuntura era del todo favorable para que los caldos jerezanos, tan cercanos
Las ventas al exterior de los Vinos de Jerez vivieron un nuevo período de florecimiento después de la boda de Catalina de Aragón con Arturo de Inglaterra, primero, y después con su hermano Enrique VIII. Catalina, mujer muy culta, sólo se quejaba de que "El Rey, mi marido, se guarda para sí los mejores vinos de Canarias y de Jerez".
Pero el Vino de Jerez no se enviaba sólo a Europa. El descubrimiento de América iba a abrir nuevos mercados y con ellos un floreciente negocio. Era la época de los grandes viajes y los descubrimientos geográficos. Una serie de hitos históricos que fueron compartidos con vino de Jerez, como lo atestigua la compra de 417 odres y 253 toneles de vino de Jerez por parte de Magallanes para su largo viaje, que convirtió a nuestro vino en el primero en dar la vuelta al mundo (suponiendo que quedara algún resto cuando la Nao Victoria con Juan Sebastián Elcano volvió a Sanlúcar). Igualmente, se tiene constancia que estuvo presente en las celebraciones de las conquistas de nuevas tierras como la de Venezuela o Perú.
Ya en el último tercio del siglo XIX, los bodegueros del Marco de Jerez, empresarios auténticamente adelantados de su tiempo, habían estado presentes en todos aquellos foros internacionales en los que se gestaba lo que habría de ser el posterior esquema jurídico de defensa de las Denominaciones de Origen. No es de extrañar por tanto que, en 1933, cuando se publica la primera Ley Española del Vino, ya ese texto recogiera la existencia de la Denominación de Origen Jerez. Amparados por el nuevo texto legal, los productores jerezanos se pusieron manos a la obra y en enero de 1935 se publicó finalmente el primer Reglamento de la Denominación de Origen Jerez y de su Consejo Regulador, el primero en constituirse legalmente en nuestro país.