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Rigoletto, Nueva Ópera en el Teatro Real de Madrid
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Rigoletto, Nueva Ópera en el Teatro Real de Madrid

(Un Rigoletto muy “erotiche”)

Por Concha Pelayo (*)
viernes 29 de diciembre de 2023, 23:06h
29DIC23 – MADRID.- Nos enfrentamos a un drama que se desarrolla en un escenario donde el montaje ha supuesto grandes dificultades técnicas e incluso de seguridad, como si la Maldición de los Monterone se cruzara con la del bufón Rigoletto.
Rigoletto, Nueva Ópera en el Teatro Real de Madrid

Estamos en el siglo XVIII en el Palacio del Duque de Mantua, hombre mujeriego y que se jacta de conquistar a cualquier mujer. Le ayuda y corea Rigoletto, un personaje siniestro y malvado al que todos temen. El duque ha conocido a una joven en la iglesia de la que se enamora perdidamente. Gilda, ese es su nombre, que también se enamora del duque pero ignora su posición creyendo que es un simple estudiante. Gilda, para mayor enredo, es hija secreta de Rigoletto, aunque nadie sabe de la existencia de esa hija. Irán incorporándose mentiras y traiciones hasta acabar en tragedia inesperada. En resumen, ésta sería la trama principal de la ópera.

Si nos remontamos a los orígenes de Rigoletto, cuando Verdi descubrió la obra de Víctor Hugo “El rey se divierte”, enseguida supo que el tema era grande, inmenso, controvertido y desmesurado y que el mismo Víctor Hugo tuvo problemas con la censura en Francia ya que se habían prohibido todas las producciones de la obra después de su primera puesta en escena. Treinta años después continuaría la censura porque la obra de Hugo representaba a un rey, Francisco I de Francia, como un rey cínico, seductor, machista, inmoral, amigo de los fastos y del libertinaje, lo que resultaba inaceptable en la Europa de la Restauración.

Los compositores llamaban secretamente a esta obra “La maldición”. Incluso tres meses antes del estreno vuelve la censura a vetar el libreto, obra de Francesco María Piave con el siguiente comunicado:” El Gobernador militar de Venecia, señor Gorzkowski, deplora que el poeta Piave y el célebre músico Verdi no hayan sabido escoger otro campo para hacer brotar sus talentos, que el de la repugnante inmoralidad y obscena trivialidad del argumento del libreto titulado “La maledizione”. Su Excelencia ha dispuesto pues, vetar absolutamente la representación y desea que lo advierta a esta Presidencia de abstenerse de cualquier ulterior insistencia al respecto”.

Esto sucedía en el año 1850 y el público no estaba acostumbrado a presenciar escenas subidas de tono. Los medios de comunicación nada tenían que ver con internet y con lo que cualquiera puede ver desde su propia casa tan solo a golpe de un clic. Por tanto, hasta cierto punto se entendían tales prejuicios. Hoy, sin embargo, todo está a la vista de todos y un niño de siete años, por ejemplo, ha visto en la televisión más imágenes que las que un anciano del siglo XIX había visto a lo largo de su vida.

Por eso llama la atención que algunos críticos se hayan escandalizado por las escenas que se muestran en el escenario, a decir de algunos, innecesarias, y que pueden hacer enrojecer al respetable público.

Todas estas premisas habían contribuido a que mi interés por este Rigoletto fuera en aumento y quería ver con mis propios ojos esta producción para juzgar por mí misma. Para mi sorpresa me he encontrado con un espectáculo bellísimo, sin precedentes. Fueron tres horas en las que ni un solo minuto dejé de prestar atención al escenario. Desde el primero momento el espectador se queda embobado por la puesta en escena; unos gigantescos globos de una tela envolvente que se deslizaban por el escenario inflándose o desinflándose mientras unas bailarinas que recordaban al anuncio de las burbujas de una conocida marca de champan se cimbreaban al compás de la bellísima música de Verdi que no cesó en ningún momento. Los cuerpos de las bailarinas, muy bien formadas, con prominentes curvas, evocaban en algunos momentos a cualquier cuerpo de baile de varietés. No hay que olvidar que la historia se desarrolla en un palacio y corría el vino y se celebraban fiestas interminables donde se perdía el control. Por eso también pudimos ver coreografías donde uno se imaginaba escenas un poco explícitas. Estamos en el siglo XXI, insisto. No caben falsos pudores. Sin embargo, todo era pura estética y elegancia, incluso cuando la desnudez de las mujeres en el escenario, bajo el influjo de una acertadísima iluminación, dejaba ver senos, vientres, pubis y glúteos al descubierto.

Sin duda, el movimiento y el embrujo de la música de Verdi ofrecieron al espectador momentos únicos, evocadores de algunas películas, incluso de algunos famosos cuadros, como escenas del famoso Jardín de las Delicias de El Bosco, o de Las tres Gracias de Rubens.

En suma, hemos visto una ópera sorprendente, atrevida, sí, bella, desbordante de erotismo y muy sugerente. Por eso no he entendido el sentido de algunas críticas. Hay que estar abiertos a las nuevas escenografías, aunque rompan esquemas, porque este “erotisímo” Rigoletto supera cualquier expectativa.

Fantásticos, cómo no, Javier Camarena y Adela Zaharia, en los papeles del Conde de Mantua y Gilda. Como lo fueron también Ludovic Tézier, como Rigoletto, o Jordan Sahanahan y Marina Vioti en sus respectivos papeles.

Melodrama en tres actos

Música de Giuseppe Verdi

Libreto de Francesco María Piave

Basado en la obra de teatro de Le roi s´amuse, de Víctor Hugo

Estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia en 1851

Estrenada en el Teatro Real el 18 de octubre de 1853

Orquesta y Coros titulares del Teatro Real

Han sido 22 representaciones, la última el 2 de enero.

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