Me espera Madrid, sí, pero tengo la esperanza basada en mi amor al Espíritu Santo en que el verano próximo quizá vuelva, pues aquí en esta plaza de yerba verde soy profundamente feliz.
Patri, o sea Patricia, ha venido a traerme una naranjada natural y con ella patatas fritas; ha puesto su mano sobre mi hombro en clara señal de afecto y es la chica más maravillosa del mundo, yo me llevo muy bien con su padre y quizá en el otro mundo, en el mundo de lo invisible llegue a pedir su mano para viajar a través de las estrellas; siempre hay que tener un sueño y los sueños como decía Calderón de la Barca, sueños son, pues la vida es como un sueño.
En un claro “flash back” voy a describir mi llegada.
Mi llegada a “La Casona del Pinar” fue un poco molesta, hacía un frío polar y me sentía un poco mareado, lo veía todo doble, consecuencia de los días pasados en el Hospital con las hemorragias, pero lo que más me motivaba era charlar con la gente, ver gente diferente ya que durante mi estancia en los “madriles” apenas veía a nadie; y yo me alimento de las lecturas y de observar lo que veo, y si lo que me rodea es nada es algo difícil poder escribir.
Son las bodas y el ajetreo es descomunal. La noche ha sido nefasta, me he levantado varias veces y otro tanto mi mujer. El desayuno ha sido de locura, un bufet suculento que me recuerda el del Hotel Meliá Alicante, donde me solía invitar mi maestra Pepi.
¿ Dónde estará mi maestra?,¿ la volveré a ver más allá de cruzar el umbral de la muerte?. Sin duda que sí lo haré, pues el amor nunca muere, solo se transforma.
En el “comedor de los ricos” me he pedido un zumo de naranja natural, parte de cuyo contenido ha absorbido mi señora esposa.
Está bien claro que salir de los “madriles” y ponerme a escribir es una misma cosa. El campo me motiva y “Castilla la Vieja” más aún. Para mí no es “Castilla – León” ni zarandajas, sino “Castilla la Vieja”, la de Miguel Delibes. (continuará)