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Los Realejos: un pueblo en lucha, con flores y fuegos... artificiales

Los Realejos: un pueblo en lucha, con flores y fuegos... artificiales

La Fiesta de las Cruces y Fuegos de mayo quiere ser de Interés Turístico Internacional

miércoles 27 de abril de 2016, 02:43h
Por Enrique Sancho – Miembro de FEPÈT – Fotos: Isidro Felipe Acosta
Todo empezó por una rivalidad entre dos barrios, más bien dos calles del mismo municipio, Los Realejos, la calle El Sol y la calle El Medio; aunque también, según se dice, entre dos clases sociales bien diferenciadas: los propietarios de las tierras por donde discurría la calle El Medio, también conocida como calle de los Marqueses, y los medianeros y pequeños campesinos de la calle El Sol. Así nació el “pique” que se remonta a 1770, aunque estos contrastes económicos tan pronunciados han desaparecido.

Los Realejos: un pueblo en lucha, con flores y fuegos... artificiales
Los Realejos: un pueblo en lucha, con flores y fuegos... artificiales

¿Por qué se enfrentaban los barrios? ¿Dónde nace esa rivalidad? Históricamente se trataba de un día de conflicto simulado entre marqueses y campesinos. El “pique” consistía en que al paso de la Cruz en procesión, cada calle encendía hogueras, humos de colores y se hacía mucho ruido, de modo que ganaba aquella que mayores fogatas, mayores columnas de humo o más ruido hubiera hecho. Pero tras la irrupción de las pirotecnias en estas fiestas, se pasaron a vivir auténticas batallas campales con petardos y voladores que surcaban el cielo en horizontal buscando la calle “enemiga”.
Hoy, la antigua “guerra” es un motivo de fiesta que convierte a Los Realejos, en Tenerife, los días 2 y 3 de mayo en una de los pueblos más decorados y bellos de España. Pero lo que no ha cambiado es la esencia que siempre ha caracterizado estas celebraciones y que es la de venerar a la Cruz acogiendo, con los brazos abiertos, a todos aquellos que vienen cada año a admirar la devoción y entrega que los vecinos de ambas calles ponen en la realización de una fiesta única e incomparable.
Más de trescientas cruces enramadas se reparten por la geografía municipal esos días, pero hay dos lugares en los que se vive esta fiesta con más énfasis: La Cruz Santa y las calles del Sol y del Medio. En ambos núcleos son cientos las cruces que en caminos, fachadas, ventanas, interiores de viviendas, patios y capillas, son adornadas con las más selectas flores, velas y luces que estructuran bellos altares. Una tradición que cada año cobra más fuerza, heredando la costumbre las generaciones más jóvenes. La celebración es Fiesta de Interés Turística Nacional desde 2015 y aspira a ser de Interés Internacional en cuanto pasen los cinco años reglamentarios.
A la exhibición de cruces de flores, se añaden los fuegos en honor a la Santa Cruz, así la fiesta pasa a denominarse “Cruces y fuegos de mayo”. La historia comienza cuando los habitantes de la calle del Sol, medianeros y agricultores, y los de la calle del Medio, burgueses y aristócratas, rivalizaban por el mejor adorno de la Cruz de su calle. Este "pique" tomó en el siglo XVIII especial significación con interminables lluvias de cohetes y voladores, que derivaron, con los años, en la exhibición de fuegos de artificio que se desarrolla hoy en día. Esta gran muestra, única en Europa, mantiene durante casi tres horas, un continuo disparo de pólvora convertida en armoniosos compases y recreaciones coloristas de luz que iluminan el cielo realejero; una extraordinaria exhibición original de luz, color y sonido que ilumina buena parte del norte de la isla. La noche termina con la vuelta de la Santa Cruz a la parroquia del Apóstol Santiago localizada en la frontera entre los dos centros de Los Realejos.
Una actividad particular
Una de las peculiaridades de estas fiestas es la participación de buena parte de la población de Los Realejos en el adorno y exhibición de las cruces. Capillas, ermitas y cruces de caminos y fachadas amanecen el 2 de mayo con sus mejores galas, para cumplir un año más con esta centenaria tradición, que viste a las más de 300 exaltaciones al santo madero existentes en el municipio. En el núcleo poblacional del Realejo Alto, con sus dos capillas protagonistas la de la calle El Sol y la de la calle El Medio Arriba, así como en el barrio de La Cruz Santa, es donde con mayor expectación se vive este precioso espectáculo artesanal.
Las capillas son edificios de reducidas dimensiones. Su interior, de poca profundidad, cuenta con un altar escalonado de mampostería, ocasionalmente de madera, en cuya cúspide aparece colocada la cruz, policromada o no, que al llegar la fiesta muestra su más valioso y artístico sudario. En los laterales de las capillas, se colocaban unos asientos que en un principio fueron de piedra y más tarde de madera, para custodiar la
Cruz, posteriormente se sustituyeron por sillas, que desaparecen los días de la fiesta, debido al gran volumen de los enrames.
En la selección de las flores, las velas, lámparas y tejidos es donde radica la labor artística. Se trata de un hecho que, si bien se apoya en la tradición, en los modelos y esquemas dejados por los antepasados, sigue siendo espontáneo, expresando ese gusto personal, delicado y altruista de los habitantes de Los Realejos. Cada familia abre las puertas y ventanas de su casa para la fiesta, para invitar a todos al disfrute de la misma, al goce amoroso y estético de la Cruz, de las flores, de los “enrames”. Al pasear por las calles el día 3 de mayo, hay que estar atentos a las fachadas de las casas, a las ventanas de la planta baja, pues siempre sorprenden con bellos y no menos excelentes espectáculos florales. Estos atavíos siguen realizándose a día de hoy de manera artesanal por los vecinos, colocándolos desde los últimos días del mes de abril y manteniéndolos en lo más alto de las calles hasta finales del mes de mayo, cuando acaban las fiestas en honor a San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza y Nuestra Señora de Los Remedios.
Fuegos sofisticados
Lo que comenzó con hogueras, humos de colores, ruidos, tracas y regueros de pólvora colocados por los fieles en las aceras y zaguanes de las casas, pasó a ser auténticas batallas campales con petardos y voladores que surcaban el cielo en horizontal buscando la calle “enemiga”. Se cuenta que un año los vecinos de la Calle del Sol trajeron un cañón auténtico proveniente del Fortín de San Fernando en la costa realejera, y llenándolo de pólvora lo dirigieron hacia los tejados y azoteas de la Calle del Medio, separadas ambas por un barranco –actualmente convertido en calle–, apenas a 40 metros de distancia. No hubo que lamentar daños personales pero sí regocijo en la Calle del Sol y pánico en la del Medio. Fue más que un “pique”.
Con el paso del tiempo la imaginación hizo que se fuera perfeccionando esta forma de expresión empezándose a fabricar ruedas de fuegos hechas de caña, de modo que una vez sumergidos en esta vorágine de superación se consiguió añadir, a las ya novedosas ruedas de caña, un dispositivo que hacía que éstas se elevaran hasta decenas de metros y que darían lugar posteriormente a los tan apreciados voladores de hoy en día. Fue a partir de la postguerra española cuando se inicia el auge, en la que es calificada como frenética carrera recaudatoria para ver que calle supera a la otra en fuegos de artificio, tanto en calidad como en cantidad. Las cifras económicas nunca se revelan del todo porque hasta última hora se está pidiendo la contribución ciudadana que se conoce como “perra de la Cruz”.
Antiguamente la procesión salía sobre las doce del mediodía, después de la misa de diez y recorría ambas calles, ya decoradas con las plumas, ramos y otros adornos que pendían de ellos como faroles de papel, verga y ristras de papel cortado y pegado en un cordón que unía las plumas, dando mucha vistosidad al enrame. Pero con el paso del tiempo los fuegos fueron adquiriendo un protagonismo tal, que la procesión de la Cruz se pospuso del mediodía a la noche para poder observar con mejor nitidez los colores que esta nueva forma de celebración ofrecía. Con ello nació una nueva fiesta paralela a la de las Cruces y sus enrames: la de los fuegos de artificio.
Desde entonces la calidad de los fuegos no hizo más que crecer, aunque nunca se olvidó su fin último: celebrar con mucho ruido la llegada de la Cruz en procesión a cada una de las calles. Esta tradición que surgió en un principio de forma espontánea, con el paso del tiempo fue adquiriendo una mayor organización que hizo que los fuegos tomaran un camino más de rivalidad entre vecinos, que de actividad lúdica de acompañamiento o realce a las fiestas.
Ese día la pólvora adquiere un protagonismo que no tiene parangón en otros lugares. Desde el mismo amanecer se comienzan a escuchar los voladores y sus ecos recorren todos los rincones del Valle de La Orotava. Al mediodía, después de la primera procesión de la Cruz, tiene lugar junto a la Iglesia de Santiago Apóstol una espectacular y ya tradicional traca que a nadie deja indiferente. Pero es después del anochecer cuando tiene lugar la grandiosa exhibición pirotécnica, una de las mayores y más importantes de Europa, que es capaz de reunir, durante unas tres horas, a miles de visitantes y turistas venidos de todas partes, en los miradores, carreteras, arcenes, plazas y demás rincones del municipio. Son muchos los testimonios recogidos de gentes venidas de otros países atraídas por el reclamo de unas fiestas tranquilas, seguras y espectaculares.
Más información:
<<http://losrealejos.es/>>

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