No es fácil sostener un monólogo de hora y media en un escenario, siempre se recomienda un máximo de una hora para cualquier monólogo. Se me viene a la mente el célebre del loco de Gogol. María Pastor lo sostiene con su gracia, profesionalidad y tablas, lo que no obsta para ver que el texto se resiente en atención durante algunos momentos.
Emily Elithabeth Dikinson (1830-1886) es una de las celebridades literarias fundacionales de la literatura estadounidense y la obra de Luce la pone de manifiesto como una mujer hermosa, inquieta y doméstica. Una buena casa y un jardín bastan para conectar con el universo, parece decir el personaje en la obra después de haber pasado una alegre juventud. Un lugar para reflexionar sobre la condición humana en paralelo a la naturaleza y sus cambiantes estaciones. Una casa y un jardín bastaron a Cicerón para escribir su obra.
Los poemas se desgranan al ritmo de la vida y María Pastor los recita incorporados al discurrir del tiempo escénico. La sonrisa va hilando los recuerdos donde no falta el humor y la ironía.
“En la interpretación de sus poemas me planteo una interrogación sin respuesta posible”, dice el director Juan Pastor. “Es posible que ni siquiera Emily Dickinson lo hiciera, si pudiese visitarme. A veces, la mente recibe sus palabras sin llegar a entenderlas del todo, pero ellas se despliegan con toda la fuerza contenida en sus imágenes. Los términos más comunes son usados para hablar de los sentimientos más sublimes. Los conceptos más abstractos se expresan con imágenes de la vida cotidiana. Hay que dejarse transportar por ellas, porque son como una música, una melodía emocional que nos conecta intensamente con la vida”.
La bella de Amherst, localidad de Masachussets es una hermosa obra sobre el lenguaje, el gusto por las palabras y sus sonidos, por el misterio de la vida y el afecto de los padre, hermanos y domésticos, que se hace presente pese a la ausencia. María Pastor está sencillamente espléndida.