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CAFÉ CON POLÍTICAS... POR FAVOR

La crisis del salario

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
No es necesario que al trabajador le indiquen que hay inflación cuando es a través del día a día cómo constata que sus emolumentos están en crisis. Las negociaciones de los sindicatos con la patronal y con el Gobierno son la consecuencia lógica del malestar que se produce a partir del veinte de cada mes. No, los economistas no parecen unos grandes letrados cuando millones de personas tienen que luchar por mantener su puesto de trabajo y cuando en España hace más de un lustro que no se lleva a cabo una huelga general por las reformas laborales.
El pasado 23 de febrero, en el juzgado de lo laboral de Berlín-Branderburgo ha sucedido algo llamativo. En segunda instancia, el juez resolvió que el despido de una cajera del supermercado Kaiser era procedente ya que estimó como válida la testifical que afirmaba que la empleada –con treinta y un años de antigüedad en la empresa- se había quedado con 1,30€ -que correspondían a dos bonos por la devolución de unas botellas, el uno por valor de 0,48€ y el otro por 0,82€-. Las razones de fondo son, que la propiedad del empleador -así sea inferior a un euro y medio- nunca puede ser de libre disposición del trabajador, ya que la pérdida de confianza es irreparable. Ésta, que es una opinión que se comparte razonablemente, contrasta con las palabras del juzgado que decían que “quien roba un huevo, roba un buey” al oscurecer la diferencia que hay entre castigar por un error o por un futurible. En su descargo la dependienta negó los hechos, adujo su antigüedad e indicó que esta medida es una respuesta a su actividad sindicalista. A pesar de sus argumentos y del apoyo de la confederación de sindicatos alemán y personalidades de la política interna, la trabajadora fue despedida.

Como se suele decir la realidad supera a la ficción, y, en todo caso éste parece un ejemplo un tanto extremo, casi parte del folklore del trabajador. Pero, es que los empresarios ganan, y es más, prevén los despidos futuros y negocian con ellos los ritmos de la macroeconomía mientras el asalariado está preocupado por si su sueldo subirá o no otros 50€, o peor aún, si tendrá que aceptar una rebaja salarial en solidaridad con esta crisis que no tiene ninguna consideración con su realidad. Sin embargo en Europa se percibe el esfuerzo por seguir observando un carácter civilizado ante la lucha por los derechos del trabajador.

Un contraste con ello lo vemos en Colombia tras los enfrentamientos que tuvieron lugar entre los manifestantes y las fuerzas públicas que obligaron a la patronal a negociar con los representantes sindicales el pasado julio. Las concentraciones de huelguistas en la puerta principal de la compañía Ecopetrol fueron un elemento de presión para denunciar la situación y forzar la atención de la dirección ante su pliego de demandas. Entraron en lid hasta los medios de comunicación que se hicieron eco de un video enviado por la empresa en la que muestran los daños materiales y ambientales que se ocasionaron al amparo de estos disturbios.

No obstante, a la opinión pública no le despierta ninguna extrañeza que en América Latina los conflictos laborales se solucionen a las bravas, es decir que la noticia no consiste en una “particular” solución en los tribunales sino en la impaciencia por las reivindicaciones laborales.

Es que ningún poder existe si no se ejerce, y en este momento los sindicatos son un poder innegable en América Latina cuya duración se medirá no por la fuerza de sus acciones sino por su capacidad para mantener su integridad. ¿De qué servirá un dirigente sindical que por su liderazgo quiera servir a sus propios intereses?. El fracaso está escrito en las caras de los que no son coherentes con el asociacionismo que es el alma del sindicalismo.

A finales de julio de este año, los trabajadores de Ssangyong defendieron su puesto de trabajo en Korea del Sur donde el sindicato manifestó a través de un comunicado que "luchará hasta la muerte si la Policía trata de acabar con la ocupación". Sus reivindicaciones –en la dura línea habitual de las huelgas coreanas- se suman a las de la estela dejada por los disturbios de Visteon-Ford el pasado abril en Reino Unido –donde las leyes anti sindicales castigan con años de cárcel las ocupaciones huelguistas-.

Todas las manifestaciones de este año pueden ser flores de primavera o un preocupante síntoma del descontento que va recorriendo el mundo de los trabajadores. Así, si bien hay un agravio comparativo entre la mujer despedida por 1,30€ y el gran directivo que quiebra una empresa y recibe una multimillonaria indemnización, también hay un abismo entre las formas elegidas por los trabajadores para reivindican sus salarios.

Quizás Europa tenga más fondos para resistir la crisis global pero también tiene consciencia de lo que significa un puesto de trabajo, aunque aún no ha sacado una conclusión sobre la fuerza y el poder coercitivo de su salario en colectivo. En todo caso lo que sí importa es tomar nota de que si se lleva a cabo un enfrentamiento entre los trabajadores y las fuerzas públicas en España antes de enero del 2010 –huelga que el Gobierno está evitando por todos los medios-, habrá que aceptar que no va a haber un método elegante para salir de la situación. La crisis global, el paro, las manifestaciones… son un cóctel explosivo.

Por otra parte tendremos que estar alerta ante una lección de la historia, y es que las derechas radicales saben bailar perfectamente con esta música. Por lo tanto, la responsabilidad quedará en las manos de los trabajadores, en su solidaridad e inteligencia para descabezar a los inútiles y en su capacidad para renovar a los líderes aupándolos por su propia iniciativa, sin atender a manipulaciones de ninguna índole.

No son el Parlamento, el Gobierno, o la Corona los que hacen que funcione el país, es el que sirve el café, el que recoge la fruta y verdura, el que revisa los canales de agua, el que está al frente de las centrales eléctricas, el médico, el profesor, el barrendero, etc... hay que recordar que el poder lo tienen ellos o se levantarán con la furia de las revueltas. Esta es la vieja e ingenua perogrullada que hace temblar a Zapatero, Rajoy, Cándido Méndez, Fernández Toxo, Berlusconi, Medvedev, Sarkozy y tantos otros.
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