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REFLEXIONES

El Mundo Del Escritor Y Su Obra

Por Ángel Las Navas Pagan

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

El escritor es, ante todo, un fabulador que nace y se hace con esfuerzo y perseverancia, que siente a la Literatura y que impulsado por su gran afición a ésta, se lanza a descabelladas empresas por los vastos predios de las Letras, cual otro idealista y exaltado Don Quijote, en busca de aventuras, no ya para alcanzar una gloria, efímera en la mayoría de los casos, sino más bien para explicar y contar el complejo mundo de ideas y quimeras que alberga en su mente.

 

Porque el acendrado escritor tiene mucho de humanista, filósofo, psicólogo y sociólogo. Y necesita dar se plenamente, mediante sus trabajos, a los demás con sinceridad y hasta con entusiasmo, volcando sus elucubraciones, agudas observaciones, recuerdos, nostalgias y amargas experiencias en las cuartillas; mezclando en numerosas ocasiones la realidad con la fantasía. Porque el escritor es un ser que imagina abundantemente, ya que la imaginación es una cantera en donde encuentra multitud de argumentos.

Pero, si quiere que sus relatos rezumen realismo, tiene que equilibrar debidamente esta facultad anímica con la existencia. No debe olvidarse nunca de ésta por prosaica y vulgar que parezca e, incluso, trate de dignificarla.

Hay que reconocer que la Literatura ejerce una notable influencia en la sociedad y es capaz de, con tiempo suficiente, llegar a imponer formas de pensar y crear opinión a nivel individual y colectivo. La Literatura no puede morir con el asombroso avance de la tecnología moderna. La Literatura es necesaria y seguirá siéndolo en el futuro. Porque viene a ser como un alimento intelectual de la inteligencia, una liberación de la implacable civilización mecánica y electrónica que estamos padeciendo con sus tiempos contados y prisas y, muy particularmente, del agobio de las muchas preocupaciones y temores que asedian al hombre de hoy.

También la Literatura resulta una distracción muy agradable y amena en cualquier parte al alcance de la mayoría. Y, sobre todo, una gran fuente de Cultura fácilmente asimilable. Por supuesto, me estoy refiriendo a la Literatura que verdaderamente merezca este nombre, que sea de calidad. Y juega un papel enorme en la vida del hombre, porque la persona inclinada a leer con asiduidad llega a adquirir una formación intelectual muy considerable y hasta extraordinaria, aunque no haya pasado por ninguna Universidad.

Por lo tanto, la lectura es harto recomendable por el fascinante esparcimiento que representa, el extenso cultivo de la mente, el inmenso caudal de conocimientos que proporciona y, además, por ser un estupendo reíax, tan necesario en esta ajetreada vida que llevamos en las grandes ciudades.

Por todo lo expuesto, es evidente la importancia que tiene el oficio de escritor. He dicho al principio, que éste nace y se hace.

Efectivamente, tiene que poseer unas cualidades o aptitudes innatas, que deberá esti­mular y potenciar intensamente, movido por la vocación. Esta es imprescin­dible y se basa en una gran afición, que es primordial. El escritor también se hace, porque esta actividad exige, por un lado, una amplia cultura junto a una desarrollada madurez para discurrir y, por otro, un aprendizaje literario, que exige mucha dedicación, y constancia. Y comprende el dominio del idioma en lo posible, la creación de un propio estilo y conocer todos los recursos que debe poseer un buen narrador.

Como el deportista, el escritor se foguea y se curte (cosechando costumbre, hábito, habilidad, pericia, modo...) en la práctica o ejercicio frecuente de este arte, que también requiere inspiración (intuición, idea luminosa, sugestión de la imaginación, luz de la fantasía, misteriosos estímulos del cerebro...), aparte de la técnica literaria que facilita mucho la labor.

E1 escritor se mueve en su "mundo" (el que lleva en la cabeza), fabricado por él mismo, a su antojo , mas que por las circunstancias. Y que muchas veces no corresponde con el ambiente natural, físico y sentimental que le rodea, aunque éste puede influir más o menos sobre él. Hay escritores que su mundo está en épocas pasadas y se convierten en una especie de buzos que descienden a las profundidades del océano de la Historia para recrearnos con ésta y sus personajes. Otros, por el contrario, se adelantan tanto a su siglo y escriben sorprendentes relatos de ciencia-ficción, como es el caso del famoso Julio Verne, cuyas ideas futuristas están obteniendo maravillosa verosimilitud una centuria después. Bastantes narradores viven literariamente su momento y circunstancia, convirtiéndose en cronistas y críticos de su sociedad, eligiendo los más diversos temas, tramas y ambientes, de acuerdo con sus inclinaciones. Se pueden contar infinidad de historias con los más variados enfoques y matices. Lo que si es necesario para escribir bien sobre un determinado asunto, es estar totalmente "empapado" de él, como vulgarmente se dice. Conocerlo a fondo con todos sus recovecos. Las obras de los escritores inmortales tienen mucho de este extenso "conocimiento" del hombre y su peripecia. Pues, supieron impregnar sus argumentos de esa honda sabiduría perenne que destila el tiempo y cuya savia corre abundantemente por sus páginas, convirtiéndolas en novelas clásicas e imperecederas.

 

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