El acto, que tuvo lugar en el parque San Diego, y que contó con la presencia de las principales autoridades regionales, se abrió con la salutación del alcalde, Víctor Reinoso, que definió a Cabezón de la Sal como una villa “abierta y hospitalaria”, que se engalana de rojo y blanco, los colores de Cantabria, “porque nos sentimos muy orgullosos de reivindicar nuestras raíces y nuestra identidad”.
Por su parte, Miguel Ángel Revilla, presidente del Gobierno Regional, resaltó la importancia de la villa en el proceso autonómico y emplazó a los presentes a que acudan al acto de Afirmación Cántabra, que se desarrollará en el mismo escenario el Día de la Región.
Tomás Cobo comenzó su discurso señalando que “soy cántabro hasta la médula”, ya que sus bisabuelos eran trasmeranos y pasiegos y mostró su orgullo por ser el primer médico pregonero del Día de Cantabria. Por ello, quiso hacer un homenaje a la profesión que “lo ha dado todo en esta pandemia que ha tenido a la humanidad al borde del abismo”. ”Quiero rendir con mis palabras el más sentido homenaje a mis 125 compañeros fallecidos, que dieron sus vidas ayudando a los demás, la esencia de nuestra milenaria profesión”.
Recordó, también, “a todos los fallecidos de nuestras profesiones hermanas, y de todas las profesiones a las que nos une nuestra vocación de servicio a los demás. Que su ejemplaridad sea inspiración y referente para las nuevas generaciones de médicos y profesionales”.
De la actividad apuntó que “no hay acto médico bien hecho si no hay afecto, si no hay calor humano. Por extraordinario, innovador, y altamente tecnológico que sea un acto médico, sin afecto y sin ternura vale muy poco”.
En relación a la pandemia del coronavirus, el pregonero reflejó el modelo sanitario universal, público y gratuito, que demostró ser clave del bienestar social, estando España entre los países desarrollados, “en el top del pódium en vacunación y eso fue debido, en grandísima parte a la capilarización que tenemos con nuestros 17 servicios autonómicos de salud” Resaltó el comportamiento de la ciudadanía y por ello, en nombre de la profesión médica quiso dar las gracias por sus aplausos cada día a las 8 de la tarde.
En Cantabria hubo tres resaltó Tomás Co9bo, que durante la pandemia fueron cruciales para la supervivencia de muchos, Vladecilla, Sierrallana y Mompía.
“Cantabria es una tierra que dio y da salud. Hasta tal punto es así, que yo añadiría un apellido al lema que ya recorre medio mundo como Cantabria Infinita, que es el de Cantabria Infinita y Saludable” reflejó antes de rendir homenaje a todos los médicos rurales que, “con su esfuerzo, han llevado salud a los sitios más hostiles. No en vano, el monumento al médico rural está en Potes. Y, no en vano, aparece su figura en las novelas de Pereda, de Concha Espina y de Galdós”.
El pregonero amplió su homenaje a algunos de los médicos cántabros que destacaron no solo por su ciencia y por el impulso que generaron a la sanidad cántabra, sino también por su humanidad, citando en primer lugar a Don Eugenio Gutiérrez González, nacido en Santander, pero vinculado estrechamente a Cabezón de La Sal donde murió en 1914. Fue pionero de la ginecología y la puericultura en España y llegó a ser el obstetra de la reina Victoria Eugenia. Don Eugenio fue distinguido con el título de Conde de San Diego. “Esa era la razón por la que los reyes venían cada verano a Cabezón para visitarlo y luego bañarse en las playas de San Vicente”.
Recordó, además, a don Enrique Diego Madrazo, pasiego, de la Vega, gran cirujano que fundó en su propio pueblo y en Santander ciudad, más tarde, un sanatorio privado que sería de los primeros de España.
Y terminó nombrando a cuatro médicos cántabros en activo “que han llevado y llevan la profesión médica y Cantabria por el mundo”: Mara Dierssen, actual jefa de investigación del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, una de las neurobiólogas más reconocidas del mundo; Ana Gutiérrez, médica cántabra y misionera de las Esclavas del Sagrado Corazón, que lleva toda su vida en África, primero en Camerún y ahora en el Congo; Francisco del Piñal Matorras, uno de los especialistas de cirugía de la mano más prestigioso del mundo; y Gabriel Díaz Pérez, que creó en Benín, en el Hospital de Tanguiéta, la unidad de salud bucodental que, a día de hoy, es la única que atiende a una población de más de treinta mil personas y donde Tomás Cobo atendió a un niño que le sirvió para “sentirme muy orgulloso de ser médico, como hoy me siento orgulloso de representar la profesión médica española y de haber sido vuestro pregonero”.