Cuando sabes que ver portería es gol seguro y nunca has fallado, te da por pensar con esa luz que inunda tu conciencia que el tiempo no es tuyo como creíste a veces, que el tiempo solo es de Dios.
Sobre todo cuando te han dado una prórroga y no sabes el por qué, y ves desaparecer uno a uno a amigos y conocidos, a familiares queridos, a esas personas valiosas e imprescindibles cuya marcha supone una tragedia, una injusticia a los ojos de los hombres y sigues sin comprender, tanteando torpemente el mundo que te rodea, con los mismos errores de antaño si no mayores, y lo que más te desespera es no entender por qué te han concedido ese tiempo de prorroga si no haces nada que a tu juicio lo merezca, y vuelves así un día a creerte un rey.
Oyes la voz que retumba como un trueno, y todos tus viejos huesos crujen como galletas trituradas a punto de ser lanzadas a la nada, como diría Sartre, a un Juicio Universal, como diría Papini, o al Valle de Josafat, como diría mi maestra Pepi; tienes la certidumbre de que solo es polvo cuanto te rodea y te rodeó siempre, que los momentos felices es cuando estabas enfermo; y lo más terrible de todo que el tiempo, tu tiempo, eso que siempre te ha obsesionado, no es tuyo, solo es de Dios.
(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.