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Memorias: Así fue y así lo voy a contar

Yo, El Azafato (XXI)

Por Quino Moreno

lunes 06 de abril de 2015, 00:42h
Yo, El Azafato (XXI)
Yo, El Azafato (XXI)

Mis experiencias tras “El Telón de Acero”…

Las experiencias que tuvimos en los Países del Este, cuando empezaron abrir la mano un poco antes de la caída del Muro de Berlín en 1989 fueron memorables. El comienzo fue cubrir las rutas con Varsovia, Bucarest y Moscú y esas líneas se hacían desde Madrid y Barcelona. Solíamos hacer Madrid-Barcelona-Varsovia y pernoctábamos en Varsovia y al día siguiente, hacíamos Varsovia-Moscú-Varsovia. Fueron las primeras que enlazaron turística y comercialmente hablando, España con los Países del Este.

Varsovia era y es una ciudad impresionantemente bella y levantada prácticamente después de la guerra, pero a mi se me antojaba en aquella época, como una ciudad triste en sus calles debido que nosotros estábamos acostumbrados al consumismo y echábamos en falta, ese colorido de los anuncios publicitarios con luces de neón de colorinches y los escaparates de las tiendas, también eran como si no tuvieran existencias, pero una vez que tratabas en la calle a los polacos, percibías que eran gente amable y dispuestas a ayudarte en todo (acordémonos la impronta que dejó en España la gran cantidad de inmigrantes como personas serias y trabajadoras).

Como siempre, te cuesta trabajo comprender y sobre todo en aquella época, el porqué de las aperturas de estos destinos, y enseguida te dabas cuenta que todo nace por un porqué y sobre todo porque detrás de eso siempre hay unos listos y me explico: cómo destino turístico, era uno de lo más atractivos. Incluso hoy en día es uno de los más reclamados en Europa pero en aquella época y tratándose de que la línea pasaba por Barcelona, empezamos a notar que el avión salía de Madrid con poquísimos pasajeros y en Barcelona se llenaba. A nadie le va a caer de nueva que el catalán es negociante por naturaleza. Pues bien aparte de la visita turística, había un turismo de compras increíble: el principal ítem era la compra de cortes de astracán muy demandado en España y como no, el cristal de Murano, la plata y el caviar. El mercado negro en el cambio me recordaba los vuelos a Cuba: un dólar, (un peso en el cambio oficial) en el mercado negro eran 60. Aquí eran unos cincuenta eslotis, pero ese mercado sobre todo, estaba en manos de los taxistas: el cambio era el triple con lo cual y con lo cual no quiero contaros como estaban los restaurantes de españoles comiendo caviar y salmón, cosa prohibitiva en esa época en España.

La verdad que tener un amigo taxista en Varsovia significaba tener el mejor guía ya que era el que mejor conocía la ciudad así como los mejores sitios para comprar y como el taxímetro ni lo conocían, con unos cuantos dólares te enseñaba todos los edificios reconstruidos después de la guerra (obras maravillosas) de la ciudad así como las tiendas mas baratas.

En unos de esos vuelos tuvimos una historia desagradable; un compañero que venía de refuerzo con nosotros y que hablaba polaco y solía hacer esa línea, estaba enamoriscado de una de las camareras del Hotel y siempre salía con ella por ese motivo, no vino ni a cenar con nosotros. Al día siguiente antes de la recogida en el Hotel para ir al aeropuerto, se presentó la policía con el delegado de Iberia para interrogar al compañero; aludían que estaba haciendo una especie de contrabando con pantalones vaqueros y camisas Lacoste.

Otra vez Nicolás tuvo esos veinte minutos brillante en defensa del compañero, presumiendo de galones que en esos tiempos en los países del Este imponía mucho: le dijo a la policía que eso era una burda mezquindad, esas fueron sus palabras (las cuales iba traduciendo el Delegado de Iberia), ya que él había estado hablando el día anterior con el compañero y le contó lo de su enamoramiento y le mostró los regalos que traía para la chica que no pasaban de un vaquero y un par de camisas. En ese momento se hizo un silencio y hubo una conversación entre ellos y el delegado nos dijo que no pasaba nada pero que él iba a proceder -si a Nicolás no le importaba- a recomendar a la compañía que rebajaran de la línea de Varsovia a dicho tripulante, a lo que Nicolás le contestó “haga lo que crea conveniente que yo también daré parte de este triste acontecimiento”. ¡¡Chapeau de nuevo!! Eso si al compañero, le dimos de cates y lo llamamos gilipollas mil veces, pero él decía que estaba muy enamorado y cuanto más decía eso, más cates que le dábamos. No coincidí mucho con él pero una vez me dijo: “que trabajo me cuesta tener novia desde entonces Quino”

El primer vuelo de Varsovia a Moscú sin tripulante ruso a bordo nos tocó a nosotros y me acuerdo que para esa línea, Nicolás y el Moro se pasaron estudiando las circulares que le habían dado en Operaciones en Madrid y en las escalas ni bajaban e incluso en Varsovia, no bajaron ni a cenar.

A mi pregunta de a que venía tanto estudio y caras de preocupación durante toda la línea me explicaron los motivos: era el primer vuelo que se hacía sin tripulante ruso en cabina para apoyar las comunicaciones para el vuelo y nos había caído a nosotros, según Nicolás le habían llamado para decirle que la cosa era bastante seria ya que era un aeropuerto con escasas ayudas aéreas sobre todo en comunicaciones; mí pregunta fue inmediata: ¿y porque no viene un inspector jefe con nosotros en ayuda con lo listos que son?, porque yo os veo preocupados, a lo que de inmediato recibí un improperio por parte de los dos que ahora mismo no recuerdo pero que en esa ocasión, me pareció un insulto bastante fuerte.

La línea venía de cabecera como dije antes, de Madrid y traía bastante tránsito ya que llevábamos un Ballet Ruso que había hecho una gira por España. Me lo vais a permitir y pido perdón de antemano, pero no había visto unas tías tan guapas y buenas en mi vida vamos, ni en mis mejores tiempos de Mallorca. La gran mayoría eran rubias naturales, (por supuesto nada de Tinte L’Oreal), ojos claros y azules casi todas, pero según las niñas, los tíos también estaban buenísimos y me decían: “pero Quino, ¿pero tu has visto que culo?, y es que desde luego, hay gente pa tó, hasta para mirarle el culo a los tíos. Cómo comprenderéis, me fui corriendo a cabina para contarles a Nicolás y el Moro, lo que se estaban perdiendo. En otra ocasión hubiéramos salido hasta con retraso pero no me hicieron ni puto caso y seguían cabizbajos y meditabundos (que cursi me ha salido esto, por Dios) pero así fue; les informé que en primera venía el Embajador de España en Moscú, -no voy a decir nombre pero muy conocido y de mucho peso en nuestro país- y eso sí,… era el único pasajero de primera clase. Después del servicio, durante el que yo estuve todo el tiempo en turista dejando a mí compañera en primera sola, pero la cosa era obvia sobre todo, contemplando el pasaje de la parte de atrás.

Faltando una media hora para la llegada me llamó Nicolás y me dijo: “tu que estuviste en Palma en la torre de control, siéntate en el transportin del Flight (se usaba para el Flight Student-piloto en práctica) pégate los cascos, y vete convirtiendo los metros en pies y a ver si escuchas cuando estos tíos nos vayan dando el descenso, pues tienen un inglés precario y encima la frecuencia esta llena de aviones rusos”. Una vez que el Moro me hubo recordado la conversión de metros a pies, me retrotraje rápidamente a mi paso de controlador de radar en aviación. Lo más difícil era lo otro: escuchar a los controladores. Aquello era un batiburrillo de aviones hablando ruso y de vez en cuando se escuchaba una cosa que parecía que decía Iberia y en un inglés que no había Dios que lo entendiera. Poco a poco nos dimos cuenta que querían decir 400 mts. o algo por el estilo así que cada vez que decían esto, descendíamos. No nos explicábamos como la Segunda Potencia Mundial podía tener este sistema de comunicación. Nicolás nos pegó un susto de la leche, pues hubo un momento en que veíamos aviones cerca de nosotros, y no se le ocurrió más que decir: “como vea un claro me tiro; estos cabrones a mi no me matan”.No se si lo dijo en serio pero el Moro y yo nos quedamos blancos; yo me apreté más los cascos y poco a poco, íbamos bajando hasta que vimos la pista y entonces fue el Moro el que dijo: “ahora si que me tiro yo”.

Una vez en el rodaje, el embajador me pidió despedirse del comandante, yo pensé para mis adentros “yo que Usted no lo haría forastero y me dan unas ganas tremendas de decir el nombre del emba pero no la haré…¡¡Eah!! De manera que entré en cabina y dije: “el embajador se quiere despedir” a lo cual dijo Nicolás: “que pase” y volviéndose con los ojos ensangrentados (y eso que era de ponerse gotas OjosBell) le dijo con mu malita leche: “Usted no se si lo sabe, pero aquí nos vamos a matar un día, o arreglan lo de que vuelva el tripulante ruso o seguro que va a pasar cualquier cosa”. El embajador se guardó algo que quería decir, pero nos dimos cuenta que no estaba muy conforme con su destino.

Menos mal que por supuesto no había finger y el Bus lo dejaron cerca de la puerta delantera, así que el desembarco se hizo por delante y en ese preciso momento, y viendo desembarcar a las guapas chicas del Ballet Ruso se nos olvidó lo acontecido. Acto seguido, rodearon el avión la policía (con esas gorras de plato que tienen y que parecen palanganas)-. Me puse a cerrar todos los containers con alcohol pero mirando las circulares no veíamos ninguna reglamentación al respecto hasta que nos lo aclaró el Jefe de Escala de Iberia -que lo habían destacado desde Cuba- que nos dijo: “No os preocupéis aquí hay más policías que pasajeros en el aeropuerto”, a lo que le respondí: “Igualito que en Cuba compañero”.

La vuelta fue más tranquila, pero me comentó el Moro, que cuando pasaron al control de Varsovia, respiraron.

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