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Cultura y folklore, vehículos para la integración

De cómo las manifestaciones culturales pueden ayudar a la integración

El desfile de los bailarines fue un hermoso espectáculo
El desfile de los bailarines fue un hermoso espectáculo
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Las manifestaciones culturales son un eficaz vehículo de integración y conocimiento (Foto: Juan Ignacio Vera)
Las manifestaciones culturales son un eficaz vehículo de integración y conocimiento (Foto: Juan Ignacio Vera)
No hay duda de que una de las mejores y más rápidas fórmulas para la integración de los colectivos de inmigrantes es la difusión de los aspectos más llamativos de su cultura, folklore y gastronomía cuando no, de sus habilidades deportivas.
No ha habido en Madrid, una festividad de inmigrantes más grande que la dedicada a la Virgen de Urkupiña (Foto: Juan Ignacio Vera)
No ha habido en Madrid, una festividad de inmigrantes más grande que la dedicada a la Virgen de Urkupiña (Foto: Juan Ignacio Vera)
Todas estas características se dan de manera genérica en cualquier lugar donde existan grandes colectivos de residentes extranjeros y en caso de España no cabe duda que la natural reticencia de los nativos para la aceptación de los extranjeros puede ceder ante el progresivo conocimiento de las costumbres, folklore, gastronomía y habilidades deportivas de los recién llegados.

La Virgen de Urkupiña en Madrid

Un claro ejemplo del impacto favorable que pueden provocar en la población local las manifestaciones culturales de los residentes extranjeros, lo ha constituido en días pasados la explosión de color y bailes que significó la celebración en Madrid, de una de las más fuertes y arraigadas tradiciones en el pueblo boliviano: la llamada “Entrada Folklórica” para honrar a la Virgen de Urkupiña, conocida como la “Patrona de la Integración”.

Los aproximadamente 10 mil asistentes (bolivianos casi en su totalidad) a esta masiva convocatoria que ha ido creciendo año a año, ha causado fuerte impacto en la opinión pública madrileña ya que el hecho ha sido recogido prácticamente por todos los grandes medios de comunicación y algunas cadenas de TV e incluso, periódicos de Bolivia y Argentina han reproducido en sus páginas los principales hechos de esta magna celebración que reunió a más de 400 bailarines muchos de ellos, venidos desde distintos puntos de España.

Es indudable que este evento cultural podría tener todavía más proyección social, cultural y efectos de integración si el mismo, se realizara en un escenario distinto o de mayor proximidad a las calles o vías centrales de la ciudad ya que de esta manera, tendría un mayor contacto con la población madrileña en lugar de limitarlo (como hasta ahora) a un recinto casi “cerrado” y al cual concurren mayoritariamente, ciudadanos bolivianos conocedores y afectos a la celebración.

Damos por supuesto que la cesión del escenario donde se realizó el evento (auditorio de Arganzuela) es al cual en esta ocasión, podía aspirar la asociación cultural que organizó el acto y que posiblemente, no tenía forma de acceder a los distintos estamentos administrativos de la ciudad para conseguir, un escenario más acorde con el propósito difusor de cultura y de integración de este evento que coincide, con una fecha religiosa tan señalada para los madrileños como es cada 15 de agosto, la festividad de la Virgen de la paloma.

No obstante lo anterior, es indudable que esta celebración boliviana va camino de convertirse en un hecho social y cultural imposible de soslayar por las autoridades municipales y creemos que para la edición de 2010, otras serán las condiciones por las cuales discurra esta celebración puesto que su organización y puesta en marcha por los responsables de la asociación cultural “Virgen de Urkupiña” así lo han demostrado.

Finalmente, queda por señalar un detalle muy importante y que sin duda será necesario tomar en cuenta en futuras ediciones de este evento: el público asistente, -bolivianos en su casi totalidad-, deberá necesariamente concienciarse de la responsabilidad que le cabe en su comportamiento cívico y acostumbrarse al hecho de que no puede dejarse el recinto como un campo de batalla que es cómo –quien escribe esta crónica-, apreció la zona al término de la festividad: cientos y cientos de latas vacías de refrescos y cervezas, botellas de plástico, papeles, restos de comidas y otra serie de residuos que no es preciso detallar y todo esto, pese a las continuas recomendaciones que por el altavoz, daban los organizadores del evento en orden a mostrar un mínimo de consideración al espacio cedido por las autoridades municipales para el solaz y disfrute de la tarde de celebración.

Los bolivianos (y todos los inmigrantes), tenemos la obligación de demostrar nuestra cultura cívica y nuestro respeto al entorno del país, la ciudad, el territorio o el lugar que nos acoge y debemos demostrar en todo momento, el respeto que nos merece el área que nos permite disfrutar a plenitud de ella. Salvado este punto negro de la fiesta, en general, los bolivianos que residimos en Madrid podemos sentirnos orgullosos de poder mostrar la riqueza y el colorido que revisten nuestras costumbres folklóricas que con tanta gracia y soltura mostramos a quien quiera vernos.

Ahora otro punto negro, negrísimo, es el gran número de personas en estado de intemperancia (para decirlo de manera suave) que se veían por doquier al término de la celebración y cuya presencia no puede servir para nada más que provocar otros incidentes y dar una imagen muy poco conveniente de nuestra bolivianidad y cultura como pueblo. Varios incidentes (peleas entre ebrios) afortunadamente no pasaron a mayores pero pueden ser en un momento dado, usados en nuestra contra para negarnos en un futuro, permisos o autorizaciones para la realización y desarrollo de actividades que tienen como único propósito, decirle al mayor número posible de personas, lo hermosas que son nuestras tradiciones culturales y que todos los bolivianos llevamos tan dentro de nuestro corazón. Hagamos todos, la firme promesa de tomar en cuenta estos detalles para la próxima ocasión. Estoy seguro que la Virgen de Urkupiña así lo desea.
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Álvaro Salas Quispe es sociólogo boliviano especializado en la “Problemática de los flujos migratorios” y actualmente, hace un doctorado en sociología en una Universidad española
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