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Falleció  pintor chileno Claudio Bravo

Por Annemarie Balde Loosli – desde Santiago de Chile - [email protected]

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Claudio Bravo, 74 años,  falleció inesperadamente de dos infartos cardíacos  en su residencia de Taroudant, Marruecos, el pasado sábado 4 de junio. Bravo es uno de los pintores chilenos más prestigiosos en el mundo, su pincel hiperrealista lo catapultaron en el mundo entero.

Al momento de morir estaba plenamente vigente en su consolidada trayectoria internacional.

Nacido en Valparaíso, Chile el 8 de Noviembre de 1936, creció en un fundo de Melipilla, donde comenzó a dibujar a los 11 años. A esa edad ya vislumbró que quería ser un gran artista plástico, el mejor. Estudió en el Colegio San Ignacio y tomó clases de pintura en el taller de Miguel Venegas Cifuentes.

Exposición individual a los 17 años

Con sólo 17 años realizó su primera exposición individual en Santiago. A partir de 1955 alternó su vida entre la capital chilena y Concepción, Chile,  donde se dedicó a realizar retratos. En esa época combinó la poesía, pintura y ballet profesional. Fue parte del cuerpo de baile de la Compañía Ballet de Santiago y del Teatro Nacional.

Durante su permanencia en Concepción, Chile, conoció al filósofo Luis Oyarzún, de quien recibió enseñanzas que impactaron profundamente su vida.

Con el éxito económico alcanzado como pintor, adquirió un avión con el cual recorrió el país entero. Al poco tiempo se trasladó a Madrid, donde sus primeros años desarrolló intensamente el retrato, se dedicó a conocer las obras del Museo del Prado de la capital española. Diego Velásquez y Zurbarán fueron los pintores que más influyeron en su visión artística. En Madrid  se dedicó a inmortalizar a la nobleza y aristocracia española, incluso llegó a ser amigo de los reyes.

En el año 1963, realizó su primera exposición en la capital española. En 1968 se traslada a Filipinas donde retrato al matrimonio Marcos y a otras figuras políticas.

Su primera exposición en Nueva York fue el año 1970. Dos años más tarde, en 1972, se traslada definitivamente a vivir a Marruecos.

A Chile viene en 1994 con su primera exposición individual en el Museo Nacional de Bellas Artes. Fue todo un éxito de público, pues Bravo reunió en la oportunidad 200 mil personas, que formaban largas filas para ingresar a ver su importante obra.

En la década del 80 encandiló a la crítica de Nueva York con su exposición de cuadros en donde pintaba papeles arrugados y bolsas de supermercado. Bravo comenzaba a deslumbrar con luz propia. Sus pinturas se transaban a precios exorbitantes. Su obra “Paquete Blanco”, se subastó en Sotheby´s en US$ 1.000.000. La obra quintuplicó su precio inicial, siendo una de sus obras mejor rematadas. En Christies´s se vendió  “Paquete azul” en US$ 650.000.

Vida en Marruecos

Durante su larga vida en Marruecos, donde vivió en una casa monumental en Taroudant, donde será sepultado en el amplio parque de la propiedad, se empapó con la cultura de ese país y los motivos de sus bodegones y retratos reflejaban el ambiente, las sensaciones y los colores de oriente.

De acuerdo al pintor chileno Gonzalo Cienfuegos, la muerte de Bravo significa una inmensa pérdida para el arte latinoamericano, internacional y chileno. “Fue un hombre que tenía mucho que transmitir y entregar a las nuevas generaciones, aunque nunca impartió clases”.

Bravo confesó que era muy sentimental, aunque muy seguro de sí mismo, casi intimidante y en alguna oportunidad señaló que era uno de los pocos pintores que ganaba dinero. Siempre quiso hacer cosas que sirvieran a los niños y enfermos, por lo que donó un hospital y un colegio en Taroudant, el poblado de Marruecos, donde estaba una de sus cuatro casas.

En su residencia tenía 46 empleados, entre cocineros, camareros, campesinos, jardineros, secretarios y especialistas en finanzas. Criaba caballos árabes, con la finalidad de obsequiarlos luego a grandes personalidades de la realeza, millonarios y coleccionistas europeos, que le habían comprado cuadros.

En su vida diaria pintaba más de ocho horas. Era tremendamente meticuloso en su trabajo. De una pulcritud exagerada. En los mercados compraba objetos del mismo color, y al llegar a su casa los ordenaba, armaba una escena y partía dibujando con carboncillo. Luego iba afinando cada detalle, para finalmente pintar la escena. Se encargó siempre de decir que no era hiperrealista, aunque cualquier persona que haya observado un cuadro de Bravo, pudo darse cuenta que sus trabajos eran como una fotografía, eran tan reales, que parece que estaban delante de uno mismo.

 

 

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