Vergina, primera capital de Macedonia, y Pella, que la sustituyó después, son el origen de una epopeya, que llevaría a Alejandro Magno y a sus falanges, tras la victoria de Issos y otras frente al emperador persa Darío, a los confines del mundo entonces conocido, hasta la misma India. Un imperio que no sobrevivió a su fundador – cuyo lugar de enterramiento aún buscan con denuedo los arqueólogos-, pero que dejó una cultura helena que aún habría de perdurar en un vasto territorio en toda Asia, durante siglos.
Todo comenzó en un lugar, hoy modesto y que no hace presumir la Historia que atesora: Vergina, la primitiva capital de Macedonia, cuya fundación se presume fue en torno al siglo VII A.C., como consecuencia de un oráculo que tuvo Perdicas en el templo de Delfos. Los restos de la que entonces se conocía como Egas aún se pueden visitar, pero sus mejores tesoros se encuentran en el museo de la localidad, cuya visita se hace imprescindible.
Y es que el museo – “las tumbas reales macedonias”- se ha creado en torno al emplazamiento original de la tumba de Filipo II, el padre de Alejandro Magno, cuya magnificencia la hace equiparable a los enterramientos de los faraones de Egipto. Pero la sorpresa no acaba ahí, ya que el museo muestra los tesoros de aquel rey, acordes a su dignidad, su armadura, etc.
En Egas, está enterrado también otro de los hijos de Filipo, Alejandro III y su esposa Eurídice, y lo hubiera sido también Alejandro Magno, si no fuera porque uno de sus generales, Ptolomeo, que se quedó con Egipto tras la muerte del héroe, fundando la dinastía ptolemáica, a la que perteneció también la popular Cleopatra, se apropiara de su cadáver embalsamado, perdiéndose entonces su lugar de enterramiento.
Tras el declive de Egas, la capital de Macedonia fue trasladada a Pella, que aún conserva los vestigios de la antigua ciudad. Allí nacieron los dos hijos más famosos de Macedonia, y allí residió también Aristóteles, preceptor de Alejandro, a quien le transmitió la sabiduría que le ayudó a regir, bien es cierto que por poco tiempo, hasta su temprana muerte a los 33 años – César se lamentó porque a su edad, él apenas había alcanzado ningún logro parecido a los del macedonio- el vasto imperio por él forjado. Y es que a su faceta como conquistador, Alejandro supo añadir su acierto como gobernante de tierras y pueblos con costumbres tan dispares, incluso asimilando las costumbres orientalizantes de sus gobernados de Asia, lo que en ocasiones le fue censurado por sus propios soldados.
Pella alberga también un interesante museo, donde de forma didáctica, se nos explica el devenir de la vida de Alejandro Magno y su imperio: mapas, bustos originales del héroe, mosaicos extraídos de las cercanas casas, en donde, claro está, el protagonista es el macedonio, armas, y un largo etcétera.
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