He recibido críticas y risas burlonas por decir lo anterior, y es muy probable que lo siga haciendo, pero no importa, defenderé siempre ese amor.
El siguiente escrito está dirigido a ella.
Isis
Todo. Lo he dejado todo.
Los acogedores abrazos, sonrisas y amores de familia y el cariño, incomprensible para muchos, de ella, “mascota” es el término que la mayoría suele utilizar.
Este escrito es para ella, aunque jamás pueda leer, porque me salvó. Porque le adopté hace catorce años cuando solo tenía veinte días de edad pensando en que le rescataría del futuro inerte que dibujaba, sin darme cuenta que la rescatada fui yo.
Si tuviera que dar la vida por ella, la doy, sin importar palabras o críticas, la doy. Sentí su amor desde que la tuve en mis brazos mientras suspiraba su alma rompiendo todo límite de razón.
Escribo de ella y para ella porque por más “mascota” que sea para muchos, me amó.
No. No se trata de sacarle a pasear, comprarle ropa, tomarle fotos y presumirle en redes. No. Esto es cuestión de amor.
Un amor diferente, un amor bonito, incondicional, leal. Incontables lágrimas han marcado su nombre: “Isis”, mi niña de ojos negros y hermosos, mi china preciosa que despertaba conmigo cada amanecer.
Extraño absolutamente todo de ella, su mirada, su lengüita, su confidencia, sus patitas entrelazadas en mis piernas a la hora de soñar.
Espero sepa, destruyendo barreras de la conocida e implantada ecuanimidad, que no la he abandonado, que diariamente su imagen embellece mi cabeza, que mi lucha también es por volverle a ver.
Te amo, hijita linda, esta batalla también lleva como escudo tu ser.