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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...·”

El Dios de los vivos (testimonio)

Por Germán Ubillos Orsolich
sábado 05 de diciembre de 2020, 01:34h

05DIC20 – MADRID.- Varias veces en las Escrituras Jesucristo define al Padre como el Dios de los vivos y esto yo lo recordaba reiteradamente en mi cama del Hospital Clínico de Madrid. Padecía AFAGIA GRAVE y esto me llevaba semanas sin poder probar bocado ni bebe gota de agua.

Después de diez días en el Sanatorio del Rosario sin poder probar bocado ni beber gota de agua. Después sonda a la altura del hombro y caída hasta el estómago.

Ante mi tenía el panorama de no poder probar bocado alguno de pan ni de saborear el sabor del agua fresca.

Me hicieron puñeterías, un día en un despiste y concentrado en la redacción de un artículo me corté a mi mismo la sonda. Con lo que mi pobre mujer asustada y estupefacta dijo que me había seccionado mi modus vivendi.

Nuevo Hospital, nuevas pruebas, nuevas pijotadas algunas tan extremadas y agudamente dolorosas que me hacían lanzar alaridos.

Por la noche el panorama de no volver a saber lo que era el sentido del gusto por las cosas, por los alimentos, por nunca jamás.

Pero yo hundido en el desánimo del dolor vital más singular insistía en que Dios era un Dios de vivos y no de muertos y preguntaba con el corazón al Señor si Él que había paladeado la sal, el agua y el pan iba a impedírmelo a mí en lo que me quedaba de vida.

No obstante tenía medio aceptada tal situación.

A todo esto mi hermano Enrique comenzaba a recibir extraños mensajes de mi hermana Mercedes muerta hacía 10 años por estas mismas fechas.

Planearon en el Hospital una última prueba y el jefe de Otorrino me advirtió que si no la superaba me abriría en el abdomen un boquete colocando directamente una sonda para alimentarme por ahí. Era posiblemente mi última posibilidad.

Ante un auditorio de varios estudiantes de cuarto de medicina de ambos sexos, dos enfermeras de nombre Gisselle que me llevaba en silla de ruedas, y Beatriz especialista en el tema, del Jefe de Otorrino, algún profesor, el cámara del vídeo y de la sucesión permanente de radiografías y rayos X, tras una mampara levemente curvada de cristal y yo sentado enfrente fueron colocando en mi boca una jeringa metálica con la que hinchaban mi cavidad bucal a tope, después gritaba el otorrino ¡traga! Y yo obedecía sin el menor esfuerzo, después del agua fue el agua con espesante, más adelante una papilla rosada y densa, a continuación una papilla más rosa que me traía recuerdos, pero después eran trozos de galleta y trozos de pollo mezclaron era un pavipollo, y después agua, zumo de naranja, etc.

No derramé una sola gota. Y levanté los dedos índice y corazón en señal de victoria. Y el Director, el Cámara, los altos cargos, estudiantes, el Jefe de Otorrino, corrieron, como san Pedro, tras San Juan que corría un poco más pues era más joven para llegar y ver la tumba de Cristo que según decían había desaparecido su cuerpo; y con una emoción enorme, elevando los brazos extendidos a lo alto, me abrazaron y exclamaron: ¡Estás curado!,! estás curado!, ¡ come lo que quieras, cuánto quieras!.

Me subieron entonces a la habitación y posiblemente por error habían dejado sobre la misma un enorme plato con ocho albóndigas, con tomate, pimientos, etc, que devoré en cosa de minutos; por la noche me comí medio pollo asado y al día siguiente un puré exquisito y un buen trozo de merluza al vapor.

Mi hermana, el Señor, la Virgen Santísima, pues fue el dia de La Milagrosa, el 27 de noviembre a las 11 de la mañana, así como el amplio equipo interdisciplinar del Hospital Clínico de Madrid, habían obrado el milagro, un milagro imposible en el pobre y depauperado cuerpo de este viejo y modesto escritor, porque para Dios no hay nada imposible, es el rey del Universo, ya que además es un Dios de vivos y no de muertos, y la Virgen Santísima, en el día de la Milagrosa, decidieron curarme así, totalmente.

Es a ellos a quienes tenemos que pedir e implorar en esta enfermedad terrible y planetaria del Corona Virus. No es un problema a resolver por los políticos ni por los economistas, es un problema religioso y metafísico, es una prueba planetaria y ojalá que la perseguida vacuna sea la intermediación del Señor para salvar a la humanidad, una humanidad herida de muerte como yo lo estaba.

Mi hermano de carácter recio y puro afirmó: Germán, nos quieren mucho en el cielo.

Si a esto unimos lo querido y acompañado que me he sentido durante mi larga estancia en los dos hospitales, recibiendo cantidad de llamadas y recuerdos, puedo afirmar mi sorpresa ante una valoración que jamás esperé ni me sentí digno de ella.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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