Español, castellano

Aún recuerdo cuando la inquina se tomó contra las diputaciones, sin saber la mayoría qué son. (Para acabar con las diputaciones habría que acabar previamente con las provincias, sino el órgano desaparecido tendría que ser sustituido por otro similar, seguramente más costoso y menos democrático, creado desde los gobiernos de cada autonomía, Pero baste decir que las diputaciones son el ayuntamiento de los ayuntamientos, cosa que, repito, ignora la mayoría. Eso significa un equipo provincial de arquitectos, por ejemplo, no un arquitecto por municipio. Y no cabe un equipo regional: sería inoperante. Así en todo lo que sea supramunicipal, que es mucho).

Ha habido países que han tenido un idioma oficial y a la vez han imprimido textos en 80 lenguas distintas, representante cada una de ellas de una parte de su territorio (leer es tan importante como hablar). Pero nosotros, aparentemente, no podemos aprender dos lenguas a la vez. Es demasiado para nuestro magín. Digo aparentemente, y ello es intencionado. Porque bien que nos dedicamos a aprender, pronunciar correctamente –cosa que no hacemos con el español-- y trufar nuestra propia lengua de inglés. Yo no olvido aquella para mí parida de Ciudadanos, en 2016, que quería que el inglés fuera la lengua “vehicular” (que palabro en su contexto) en la enseñanza del país, que es la base del pensamiento; todo ello para que fuéramos mejores camareros (1). Tampoco olvido cierta universidad catalana que habiendo invitado a un profesor norteamericano, le pidió que diera su conferencia en catalán. Como el docto profesor no sabía catalán, le pidieron que impartiera su sabiduría en inglés. Excelente, mientras que la sanidad, la educación, la investigación ha dado un bajón extraordinario en esa zona.

Todo esto también tiene relación con el ámbito hispanoamericano. Que lección la suya en la defensa del español, Incluso están logrando la victoria en un país como EE.UU. donde impera sin ambages el inglés. Algunos miran a estos hispanohablantes desde arriba, desconociendo su extraordinario potencial en riquezas naturales, en creatividad, en cultura ¡y en literatura! Casi 600 millones de hispanohablantes y nosotros no nos hemos enterado del extraordinario instrumento técnico del que disponemos. Curioso: el 60% de los científicos de esa zona son mujeres. Y, sí, tienen científicos y profesores universitarios.

No debemos oponernos a que el país sea bilingüe, incluso trilingüe. A lo que hay que oponerse es que se le dé el trato que se le da al español. El otro día en un concurso cultural e idiomático de una televisión nacional el conductor del programa repitió cinco veces la palabra spoiler. Los clásicos del Siglo de Oro recomendaban decir, por ejemplo, cosa, sin rebuscar sofisticados sinónimos . No me hagas un spoiler (cinco palabras), se repetía en el programa, donde hay una sección idiomática (prácticamente de la RAE, la cual, por cierto, critica los anglicismos). Con lo fácil que es decir, no me lo cuentes (o reveles; cuatro palabras).

Todo esto representa un problema grave, político y cultural. Político porque significa que aún no nos hemos dado cuenta de los tiempos en los que vivimos; tiempos en los que se quiere debilitar a las naciones y a sus estados para entregarlas a las multinacionales. Vamos hacia la regionalización menor cuando deberíamos ir hacia la regionalización mayor (esa es la intención del Brexit, si no me equivoco: una región anglófila, sin competencias enojosas para ellos). ¿Qué hacemos nosotros tan separados de nuestros hermanos hispanoamericanos y runeando hacia un mundo obsesionado por situarnos en posiciones subalternas (¿camareros y albañiles sólo, como dijo aquel ministro? ¿Científicos y pensadores no?). No se busque en la frase la propuesta extrema.

Pero, cuidado, este no es un artículo partidista. Creo que ninguna fuerza quiere atajar el problema. El problema es de raíz. Unos disparan demasiado alto y otros demasiado bajo. Y a esa raíz hemos de ir. Falta patriotismo verdadero: verdadero en el sentido de dar un giro de 180º a nuestra situación social y económica. Nuestro problema prioritario no es el del idioma, aunque a veces lo parezca. Nuestro problema es que no podemos seguir socialmente en la cabeza de lo malo y en la cola de lo bueno. Y no podemos ser una nación que pueda defenderse económicamente si nos debilitamos desde dentro. ¿Tan difícil es asegurar la coexistencia del español y de la lengua de la zona?

No garantizar el español en las diferentes autonomías sería imposibilitar ese giro de 180º. Si no se garantizara, fuerzas que quieren privatizarlo todo habrían encontrado una excusa imbatible para su objetivo verdadero. Aquí el idioma vuelve a demostrar su importancia: Lo privado no sirve al bien público. Por eso es privado. Sirve para el beneficio privado, que puede que sea bueno si no se pretende que sustituya a lo público.

Pero tenemos enredada la serpiente en las piernas: la autonomía extrema debilita la posibilidad del cambio social, y el estrangulamiento de la autonomía imposibilita la convivencia. Lo cual es un problema cultural que los británicos entienden bien potenciando todo lo suyo.

1. Entre otros, Europa Press, Palma de Mayorca.- El candidato a la presidencia del Gobierno de Ciudadanos (C's), Albert Rivera, ha apostado este miércoles en Palma porque el turismo "sea política de estado" y que, además, "el inglés se implante como lengua vehicular en toda España".