Con una abigarrada decoración llena de fantasía exuberante y un mobiliario de exposición siempre cambiante, ahí van a parar y a departir las muchachas más hermosas y sofisticadas de la capital y los hombres jóvenes más atractivos y deslumbrantes.
Con una carta llena de golosinas y ambrosías, de cócteles, zumos, licores y vinos; con una limonadita granizada y pilét con yerbabuena que siempre me pido de entrada, tengo la suerte de tener una mesa para dos personas casi siempre reservada a mi nombre, a “nombre del autor”
Ayer estuve si no con la “Number One”, sí con una de las mujeres más fascinantes, inteligentes y atractivas que he conocido en mi ya larga vida.
Quedar con ella es un festín espiritual de alto voltaje, la he conocido sola y ahora con niño de cuatro años, que por supuesto es mi amigo, pues goza de la luz que emana de su madre; y su padre además de ser un consumado genio al volante, es ameno, amable y de exquisita educación, cosa esta última cada vez más rara de encontrar.
Bien nos habíamos citado ella y yo a las cinco y media de la tarde y yo abría los ojos tras una siesta monumental a eso de las siete, pero daba la suerte o dio la suerte que ella había terminado una comida y sobremesa pantagruélica con algunas de sus amigas y llegaba algo agotada de una sobremesa tan prolongada, y yo algo zumbado de una siesta de tan grandes dimensiones.
Nos sentamos en “la mesa del autor” y ambos, los dos, pedimos de entrada la limonadita con yerbabuena
Nos miramos largamente en la semipenumbra multicolor de ese cuento de hadas que es el decorado siempre cambiante del local, y comenzamos hablando de la eutanasia. Cambiábamos impresiones siempre con el temor de que estos políticos actuales, del tres al cuarto, entren a saco con tema tan complejo y delicado con motivo de la campaña electoral y terminamos hablado de muchas cosas.
Pero de pronto al final, creo que yo le dije: ”¿No crees que esto no debería de termina nunca?”.
Se puso seria y sus ojos brillaron: “Por supuesto – contestó - , es un deseo muy intenso de todos nosotros, volver a ver a nuestros padres, por ejemplo “.
Mi mirada se perdió en la suya. El fondo era el de “Narnia”, el de “La historia interminable”, el de ” Los cuentos de Disney”.
Fuera caía la noche, se encendían las farolas y un extraño viento primaveral, removía los vestidos de los transeúntes, camino de regreso hacia sus casas.