El conferenciante recordó la precocidad del compositor e intérprete de piano polaco Federico Chopin (1810-1849), que actuó ante el zar a los ocho años. Lo destacó como el músico más singular del romanticismo musical, por su perfección técnica e interpretativa, cuya influencia se prolongó en el tiempo en otras grandes figuras de la música.
Gaspar Jiménez Jiménez (Málaga, 1934) subrayó la biografía que Franz Liszt escribió de Chopin, en la que describe sus facciones ideales como una criatura de los templos cristianos, su enfermedad de tuberculosis que le llevó a una muerte temprana y su gran amor a Polonia.
Chopin viajó a París en 1831 y se asentó en la ciudad del Sena.
“La música de Chopin tenía una gran potencia en las melodías, gracia alada, ligereza y fantasía en todas sus composiciones”, dijo Jiménez. “De su música emanaban dos sentimientos: el patriotismo polaco en valses, mazurcas y polonesas, y el sentimiento amoroso en baladas y nocturnos. Sus Estudios son un ejercicio técnico de especial belleza y dificultad de interpretación”, añadió.
El conferenciante citó a las dos mujeres que amó: la polaca María Wodzinska, , la grancesa Georges Sand, autora del libro Un invierno en Mallorca, después de compartir un tiempo en la cartuja de Valldemosa con el músico polaco. Finalmente compartió algunos meses con la inglesa Jane Stirling en Londres, ciudad a la que no se acopló y regresó de nuevo a París. En Mallorca compuso buena parte de sus Preludios op. 28.