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Bretaña y Normandía, la Francia más nórdica
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Bretaña y Normandía, la Francia más nórdica

Por Jesús Caraballo –Miembro de FEPET (*)

martes 21 de noviembre de 2017, 21:54h

21NOV17 – MADRID.- Bretaña y Normandía, en el noroeste de Francia, mirando al Canal de la Mancha, comparten muchos puntos en común, y algunos desencuentros a lo largo de su Historia: la primera muy celta, mientras que la segunda, como su nombre indica, claramente normanda.

Bretaña y Normandía, la Francia más nórdica

Para un recorrido, necesariamente selectivo entre tantos atractivos, nada mejor que empezar por el Mont Saint Michel, uno de los iconos de Francia, situado justo en el límite entre ambas regiones, y a menudo disputada entre las dos. Fue fundada en el siglo VIII, según cuenta la leyenda por el obispo Aubert de Avranches, cuando tuvo una visión del arcángel San Miguel, cuya estatua preside la abadía dando muerte a un dragón. Más de tres millones de visitantes acuden cada año a admirar la abadía, en lo alto de un monte, cercada por murallas y rodeada por una estrecha lengua de tierra que, durante la pleamar, se ve anegada por las aguas del Océano.

Para reponer fuerzas tras la dura subida, nada mejor que alejarse del bullicio de las callejuelas medievales, a los pies de Mont Saint Michel, y escaparse al cercano Cancale, puerta de acceso a la Costa Esmeralda, una de las más bonitas de Bretaña. Se trata de un encantador puerto pesquero, cuyo mejor atractivo es el marisco y, en particular, las ostras. De ahí y siguiendo la costa, nos sorprende St. Malo, cuna de corsarios y de grandes navegantes, como Jacques Cartier, que partió de aquí rumbo a Quebec, o escritores como Chautebriand. Merece la pena pasear por sus calles, intramuros, totalmente restauradas tras la devastación sufrida en la II Guerra Mundial.

Volviendo sobre nuestros pasos, hacia el interior de la Bretaña, hay que hacer escala en la capital de la región, Rennes, desconocida para muchos, pero no para los bretones, buenos conocedores de los encantos que encierra la ciudad y, en particular, de su antiguo barrio medieval, con casas que parecen desafiar la ley de la gravedad, dispuestas a desplomarse en cualquier momento.

Pero hay más pueblos igualmente encantadores por la zona, que parecen transportarnos a la Edad Media, con conjuntos monumentales muy bien conservados. Es el caso de Fougéres y su fortaleza, una de las más impresionantes de la región, o el de Vitre y su castillo, entre otros. No hay que olvidar que la Bretaña fue independiente durante su Historia y sólo muy recientemente se incorporó a Francia. De ahí el celo de los bretones por su cultura de fuertes raíces celtas, y de su lengua, aunque hoy sólo la habla una minoría.

También están muy orgullosos de sus tradiciones e Historia en la vecina Normandía, que los desembarcos del Día D, en 1994, para derrotar al nazismo, pusieron en el mapa. Los amantes de la Historia militar disfrutaran recorriendo las cinco playas de los desembarcos, y visitando los innumerables museos, memoriales, y cementerios militares.

Pero Normandía, en realidad, ya tenía un lugar en la Historia desde antiguo: tierra de normandos, a menudo entrelazando sus vínculos también dinásticos con la vecina Inglaterra. De aquí partió Guillermo el Bastardo, luego el Conquistador, a las islas Británicas, en 1066, año en que derrotó al rey Harold, en Hastings, haciéndose coronar rey de Inglaterra. Sin embargo, siguió unido a su tierra natal, y en concreto, al castillo de Falaise, que le vio nacer. En Bayeaux se conserva el famoso tapiz, crónica de la época de la conquista que permitió a los normandos enseñorearse de Inglaterra durante largo tiempo.

Precisamente la zona en la que está enclavada Falaise se conoce como la Suiza normanda, lo que da idea de su belleza. No lejos, en las proximidades de Alençon, se encuentra el pintoresco St. Céneri Le Gerei, sin duda, el pueblo más bonito de Normandía. Si bien, ese título puede disputárselo con el puerto de Honfleur, que además, nos permite visitar los magníficos acantilados de Etrerat.

Normandía no es sólo tierra de conquistadores. También es tierra de santos. En Rouen fue quemada viva Santa Juana de Arco, mito de Francia, por los invasores ingleses. Y en Lisieux murió Santa Teresita de Lisieux, patrona de las misiones y doctora de la Iglesia, en cuya memoria se levantó una basílica que recibe todos los años miles de peregrinos.

Y, desde luego, Normandía es tierra de quesos, con tres denominaciones, una Camembert mundialmente conocida, y las otras dos igualmente exquisitas, livarot y el pont l’éveque, el más antiguo de Normandía. Todo ello acompañado por buena sidra normanda y, de sobre mesa, el fuerte aguardiente calvados.

(*) FEPET es la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo y Gastronomía

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