La bailaora iba bien acompañada con la guitarra de El Perla, el cante de Galli de Morón y Jesús Corbacho, unido a las palmas de Antonio Amaya Petete, que se arrancó también por el baile y fue muy aplaudido.
Pastora Galván no necesita mucho aderezo para hacer resaltar su baile puro. De negro azabache, filipino y lorquiano, apareció en primer lugar, con iluminación contenida, para ofrecer el dramatismo profundo del flamenco. “Dale limosna, mujer”, se escuchaba en el potente cante de Galli de Morón.
De torera blanca y plata apareció más tarde Pastora Galván, dando vueltas a su falda de color capote, para emular una fiesta que también conlleva drama. Sentimiento y quejío en medio del color. El taconeo adereza el baile con ritmo preciso y gestos armónicos sintonizados.
En el homenaje a Triana, Pastora Galván aparece de bata casera y bailarinas que acaba lanzando al aire, para una danza descalza, acorde con una mujer de barrio que se lanza al baile ante la mirada de las vecinas.
El punto final lo puso Pastora Galván en corto y rosa, con traje que marcaba sus curvas potentes y zapatos peep toes de plataforma. Lleno el teatro hasta la bandera, aplausos entusiastas al cuadro flamenco. Madrid es la capital del cante y el baile, cuando se organiza el festival y el resto del año.
A la salida, una exposición con los trajes y recuerdos del Museo de Mariemma (Íscar, 1917 – Madrid, 2008), situado en Íscar (Valladolid), institución que acoge lo mejor de Mariemma, la que fuera una gran figura internacional de la danza, tanto en el flamenco como la escuela bolera, el folklore, la danza estilizada o las castañuelas. Además de una espléndida docente.