El viernes, día 8, se dirigirán en autobuses y vehículos particulares al norte de la provincia de Córdoba para visitar los pueblos de Belalcázar, donde se situó el hospital Americano, hoy centro de enseñanza secundaria, Valsequillo y La Grajuela. En todos ellos, en estos mismos días de abril de 1937, tuvo una relevante actuación la XIII Brigada Internacional. El sábado día 9, los participantes se desplazarán a las localidades de Andújar y Lopera en provincia de Jaén, que están vinculadas a la XIV Brigada. En los diferentes pueblos, con la participación de las autoridades, habrá actos de homenaje y se descubrirán placas conmemorativas.
Entre el centenar de participantes, muchos provenientes de distintos países, ocupan un lugar destacado los irlandeses, los más numerosos con más de sesenta participantes, les siguen los ingleses y los franceses. No es de extrañar esta alta participación, si recordamos que en la Batalla de Lopera, a finales de diciembre de 1936, la recién creada 1ª Compañía de lengua Inglesa, integrada en el 12º Batallón de mayoría francesa, perdió la mayoría de sus hombres en lo que puede considerarse una de las batallas más decisivas en suelo andaluz durante la Guerra Civil, en la que se consiguió el objetivo de frenar el avance hacia Despeñaperros de las tropas rebeldes de Andalucía que dirigía Queipo de Llano.
La 1ª Compañía estaba formada con nativos de Irlanda, Escocia, Gales, Inglaterra y varios holandeses, en total 144 voluntarios, de ellos 43 irlandeses que formaron su propia sección dentro de la Compañía. En los primeros días de la Batalla de Lopera, murieron 19 brigadistas, 9 irlandeses y 10 británicos, a ellos hay que añadir los 36 que fueron bajas por heridas en combate, la mayoría de ellos lo fueron el día 28 de diciembre de 1936; tenemos constancia documental del lugar de origen de cada voluntario y del tipo de heridas sufridas. Estos datos numéricos reflejan que estamos ante una batalla épica, que significó el bautizo de fuego de ese grupo de hombres que vinieron a Andalucía a luchar en defensa de unos ideales. Todos y cada uno de aquellos que murieron en la Batalla de Lopera o fueron bajas por heridas, tienen un perfil digno de destacar como trabajadores o sindicalistas en sus lugares de origen y como figuras destacadas en el mundo de la cultura, las letras o la sociedad. Como muestra citar al joven poeta, recién graduado en Cambridge, John Cornford, 1916-1936, descendiente directo de Charles Darwin, o al teórico marxista de Manchester, Harry R. Heap, 1888-1936, y a Ralph Fox, de Halifax, que era quien recibía a los brigadistas en Madrigueras, Albacete, actuando de instructor y comisario político de la 1ª Compañía, tras su muerte en combate uno de los Batallones de la XIV Brigada pasó a denominarse “Ralph Fox”; sobre Fox se escribirá a continuación.
Asimismo, hubo destacados periodistas y escritores que participaron en la Batalla de Lopera a quienes ya me he referido en otras publicaciones, aquí sólo se mencionan a modo de homenaje. Son los ingleses, Ralph Cantor, John Colman, Maurice Levine, Syd Booth, Walter Greenhalgh, Sam Lesser/Russell, el escocés, Alexander K. Stalker, y los irlandeses, Joe Monks, Donald O’Reilly, Jim Prendergast, los tres de Dublín y Frank Edwards de Belfast, varios de ellos serian heridos o muertos en combate en el transcurso de la guerra. Destaco el caso del irlandés, Christopher “Kit” Conway, legendario luchador en la lucha contra los “Black and Tans” por la independencia de Irlanda que lideraría el batallón irlandés hasta su muerte en febrero de 1937, en la Batalla del Jarama, y del que cuentan que, para poder obtener el pasaporte en la católica Irlanda y venir a luchar a España, alegó que lo quería para ir a visitar en el sur de Francia el santuario de la Virgen de Lourdes. El escritor William Rust, escribiría en 1939, cuando todos los brigadistas tuvieron que abandonar el país, “no hay mayor honor entre los veteranos británicos de las BI que ser conocidos como un miembro de la 1ª Compañía. Ocho de los [144] componentes originarios de esta primera Compañía estaban entre los miembros del Batallón Británico al retirarse de España”, el resto habían sido bajas por muerte o heridas en combate.
Ralph Fox, 1900-1936, murió en la Batalla de Lopera junto a John Cornford. A ambos se les dedicó un monumento en esa localidad con motivo de la celebración en Lopera, en 1999, compartiendo Sede con Andujar, del Congreso, “Sesenta años después: Cultura, Historia y Literatura del Exilio Republicano español de 1939”, congreso que también se celebraría en las distintas autonomías del estado dejando publicadas sus ponencias en los correspondientes volúmenes. R. Fox se graduó en la Universidad de Cambridge, participó activamente en los movimientos sociales de apoyo a los trabajadores ingleses de esos años, viajó a Rusia después de la revolución para ayudar a los campesinos, permaneciendo durante tres años en la Universidad de Moscú. Asimismo, fue uno de los intelectuales ingleses más destacado de su época; escritor, novelista, biógrafo y teórico político y de la literatura, publicó numerosos artículos y unos treinta libros. Su libro póstumo, “The Novel and de People” de crítica literaria desde el punto de vista marxista, ha sido reeditado varias veces y es todo un referente en este campo; entre sus páginas podemos encontrar interesantes reflexiones sobre la importancia de “Don Quijote” en la creación de la novela inglesa, algo a destacar en este año en el que se conmemora el centenario de la muerte de Cervantes y de W. Shakespeare. Ralph Fox, también fue dinamizador de la cultura de su tiempo, como docente, entre la clase trabajadora, como periodista en el periódico “Daily Workers” y siendo cofundador y editor de “Left Review”, sin duda un referente y la revista académica más prestigiosa entre los intelectuales de su época.
Tomando como fuente las cartas manuscritas que Fox escribió, estando a la espera de su entrada en combate, en la sede de las BI de Albacete, vamos a realizar una aproximación a sus últimos días. Son cartas inéditas, escritas a lápiz en hojas cogidas al azar entre los papeles que encontraba y que él enviaba a sus destinatarios aprovechando a visitantes conocidos que pasaban por Albacete. En ellas podemos ver su perfil más humano y sus vivencias teñidas de realismo y referencias a su entorno, a la vida cotidiana, a las milicias españolas, a los brigadistas que iban llegando a esa ciudad manchega, añadiendo reflexiones sobre la situación en España y a su próxima participación en combate, algo de lo que no se enterará hasta el último momento. Las fechas de las cartas que se ofrecen hay que ponerlas en su contexto temporal: la 1ª Compañía fue movilizada y transportada por tren hasta Andujar, a donde llegan el día 24 de diciembre de 1936, él morirá el primer día de combate, el 27 de diciembre. Todo ello confiere una especial relevancia a sus reflexiones, y sus cartas serán como una especie de testamento epistolar. Uno de sus compañeros en la Batalla nos cuenta que, una vez muerto, durante la noche un brigadista se deslizó reptando hasta su cuerpo, situado en zona de nadie, para conseguir sus enseres personales, entre ellos un cuaderno de notas y una de las cartas que había recibido, el que escribe sobre ello añade emocionado: “ Fox was a real hero”.
La primera carta que refiero fue escrita a poco de llegar a Albacete, está fechada el día 7 de diciembre, después de la fecha, entre paréntesis, añade con cierto humor: “eso creo”, y su dirección postal: Socorro Rojo Internacional, Plaza Altozano, Albacete, “Chambre E”. Obviando otras consideraciones personales traduciré aquello que parece más relevante para el lector. Comienza la carta escribiendo que “La vida aquí transcurre muy lentamente y, en cierto modo, sin actividad desde que he llegado… [añadiendo] nunca me he encontrado tan aislado en mi vida del mundo exterior”. A continuación se refiere a noticias que ha leído sobre la propaganda que se hacía de Hitler, señalando que “lo único que conseguirá es indisponerse con la opinión pública británica”. Se refiere a la Guerra en España como “el hecho más importante desde 1917 [1ª Guerra Mundial]. La victoria significará el final del fascismo en todas partes” y continúa escribiendo que “a pesar de lo tedioso y exasperado que uno puede estar, se siente que todo esto cuenta, que ya es historia y que tiene que ser efectiva. Cuando todo haya acabado la vida será más fácil para todos”. Termina pidiendo información escrita de su país, “que me envíen cualquier ejemplar del periódico ‘Daily Workers’ o de ‘New Stateman’ y el ‘M.G. Weekly’, no podéis imaginar lo sedientos que estamos de noticias”
El 10 de diciembre, comienza otra carta diciendo que “en un pueblo a 16 millas [de Albacete, Madrigueras] han alojado a los voluntarios que pronto [él] estará instruyéndolos”; después de comentar cosas que están sucediendo en Londres, muestra su propio optimismo cuando esté de nuevo en un futuro que él prevé próximo en esa ciudad. Escribe que no se preocupen si se pierden las cartas de uno o del otro porque no significaba nada especial. Describe Albacete como “una curiosa ciudad provincial como las de Rusia de hacía diez años, con casa de dos pisos, la mayoría de comienzo del siglo XIX, con calles estrecha, empedradas y mucho barro. Por la noche y al comienzo del día hay una fuerte escarcha, y durante el día, cielos azules y cálido sol; es un clima sano”. Respecto a la milicia española dice que “es interesante de ver, con cada uno vestido de forma variopinta, sin uniforme, con todo tipo de armas y sin disciplina de marcha, pero con determinación. Si algún genio pudiese organizarlos, serían el infierno de Franco”. Continua con otras reflexiones sobre la situación militar y añade, “la atmósfera aquí es revolucionaria, las calles abarrotadas de gente y poca señales de la burguesía, con esta abigarrada multitud y la energía de los trabajadores, conseguiremos con seguridad crear algo sólido y estable al final.” Termina, como en todas las cartas, despidiéndose con alguna reflexión personal y su afecto.
En la carta del 11 de diciembre escribe que enviará la carta con un camarada que va a Madrid, su tono es claramente optimista, confiesa que “esta viviendo una experiencia maravillosa” y cuenta su viaje a España desde París, de cómo en el trayecto la gente les saluda con el puño en alto y les desea “bonne chance”. Dice que cuando cruza la frontera “la policía francesa no se molesta en salir a verlos”, destaca que “la defensa de Madrid había sorprendido a Europa”; en Barcelona participa en un desfile y que toda la gente les aplaudía. “Los franceses vienen a miles, de infantería, caballería y artillería, pronto nuestras dos brigadas serán cuatro o más. Le daremos un golpe a Franco del que no se recuperará, a pesar de la ayuda nazi e italiana…, nuestro ejercito está formado de todas las naciones, predominando los franceses, belgas, alemanes y polacos…, hemos creado el primer ejercito internacional para luchar por la paz y la libertad”. Confiesa que esta cansado de no hacer nada pero “me han prometido que tan pronto como todos los ingleses lleguen se uniría a ellos como comisario político”. Desmiente la muerte anunciada de dos conocidos voluntarios, J. Summerfield y Mackenzie. Termina diciendo que ya ha enviado unas tres o cuatro cartas desde sitios diferentes y que desea tener noticias de ellas.
La carta del día 14 esta escrita en hojas arrancadas de un pequeño cuaderno con rayas, del tamaño de un cuarto de folio, y es mucho más breve. Se refiere a que John Summerfield va a llevarle esta carta e insiste que él sigue bien y añade un comentario jocoso, “no te preocupes por mi, mi única queja es que no puedo comer peras”. Su última carta autógrafa, escrita a lápiz como las anteriores, es del 18 de diciembre. El tono es algo más tenso y reivindicativo que las anteriores. Comienza afirmando que “no he oído nada de vosotras todavía, aunque espero vuestra carta en cada paquete o compañero que llega. No creo que sea buena idea enviarlas por correo [sugiere que] siempre que sea posible enviarlas personalmente con gente que venga; yo hago lo mismo siempre que puedo…, la primavera llegó ayer con 103 grados [Fahrenheit] de temperatura”. A continuación reseño su enfado, “estoy sorprendido al ver a Harry escribir en el D.W. [Daily Workers] que tenemos más de trescientos hombres, cuando en realidad hay sólo ciento cincuenta, por favor díselo. Alguien le ha informado mal y a no ser que vengan mas hombres, más rápido para conseguir un batallón de quinientos, vamos a estar en una difícil situación” Destaca el número de los voluntarios ingleses provenientes de Londres y Escocia, añadiendo que sólo son superados por los de Irlanda, pide que movilicen a las bases, e insiste “por favor no olvides decírselo, que esto es un hecho”. Afirma que ahora está realizando un trabajo mucho más interesante como comisario político de los ingleses, y se refiere a su trabajo, con pocas horas de sueño, “cinco o seis horas”, un tipo de trabajo “como nunca hemos hecho en nuestras vidas, ninguno de nosotros…, a menudo hecho de menos vuestras cartas…, escribe todo lo frecuentemente que puedas” y añade sobre su trabajo, ”soy una enfermero general, madre, maestro y comandante de todos los ingleses que vienen, ¡es agotador!”. Antes de acabar la carta hace una premonición que, como sabemos, sería errónea “todavía pasara bastante tiempo antes de que podamos ir al frente, no tienes de que preocuparte”. En el encabezamiento de la carta vuelve a solicitar que le envíen periódicos y noticias con los voluntarios que van llegando a Albacete que generalmente pasan por Londres, y pregunta sobre los editores de sus obras ya entregadas para publicar y que sabemos que aparecerán de forma póstuma.
Conocida su muerte ésta aparecerá reseñada en la prensa de su país, donde ejerció como periodista y, junto a otros dos periodistas ingleses muertos en la GC española, la Asociación de periodistas ingleses le dedicó en los años noventa del siglo pasado un monumento. Como tributo, en 1937, cuando se extendió la noticia, se publicó un excelente libro con artículos de amigos y personajes de la política y la cultura. También recibiría homenajes en su ciudad natal, como reflejará la prensa, con participación de su familia, su mujer Madge, sus hermanos y sobrinos. Destacar entre todos los homenajes que se le han hecho el que realizó su sobrino Gavin Fox, quien junto con Eric Biddulph, amigo de la infancia y ciclista que ya había recorrido “medio mundo”, vinieron en bicicleta desde Halifax, ciudad natal de Ralph al norte de Inglaterra, hasta Lopera. Un homenaje de más de dos mil kilómetros que comenzaron el 12 de octubre del año 2000 y acabaron en Lopera el 6 de noviembre de ese mismo año y que ha quedado reflejado en su libro “A Pedalling Pilgrimage” de 2014. A su llegada a Lopera hubo saludos y presentes de rigor a su alcalde, Pedro Valenzuela, algunos provenientes de la sede de las BI en Londres. Cumplido el objetivo principal, Gavin y Eric, decidieron seguir en bicicleta hasta Málaga donde tomarían el avión de vuelta a su país. La noticia de este peculiar homenaje en bicicleta a un héroe de las BI, sesenta y cuatro años después, fue ampliamente recogida con fotografías y entrevistas, por los periódicos provinciales, “Ideal” y “Jaén, y con notabilidad por “La Opinión de Málaga” que, el 7 de noviembre, puso la noticia en su primera página, con foto incluida de los dos protagonistas y un amplio reportaje y fotos en las páginas interiores, también “El País” de Andalucía, el 8 de noviembre, les dedicó todo una página con foto y un interesante artículo. Finalizar diciendo que en el Ayuntamiento de Lopera, en 2001, durante una semana, se realizó una exposición monográfica sobre Ralph Fox, con memorabilia, fotos y ejemplares de toda su obra escrita.
Carmelo Medina Casado - Universidad de Jaén