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José Ignacio Wert

El enemigo de la clase media

José Ignacio Wert
José Ignacio Wert
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

José Ignacio Wert no está solo. Tiene a Montserrat Gomendio Kindelan, su mano derecha en Educación. Juntos han imaginado un mundo mejor en el que no hay rectores, funcionarios, ni alumnos que quieren estudiar fuera de su país con la ayuda de las aportaciones de su comunidad, la española. Juntos han pensado en un mundo repleto de privilegios, para los más privilegiados.

Un precioso escaparate de dulces y delicias a todo color, en medio de una calle en blanco y negro, mugrienta. Mano a mano han minado el discurso de los técnicos de la secretaría de Estado de Educación, menospreciado al grupo parlamentario e ignorado al partido. “Son un dúo que funciona con autonomía. Crean malestar y problemas internos”. El resumen y las comillas son de un diputado del PP, que señala la “crisis Erasmus” como la gota que desborda su meteórica carrera ministerial. ¿Improvisado o deliberado?

"EL RELLENO DEL LICOR SABÍA TAN MAL, QUE SÓLO UN ADULTO SE LO PODÍA TRAGAR". Esto lo escribió hace once años la autora norteamericana A. M. Homes, en uno de los relatos de Cosas que debes saber (Anagrama). El licor del bombón sabe a decepción, a humillación. Como la que tuvo que comer, como buen adulto, el pasado martes nuestro ministro de Educación, Cultura y Deporte. Por la mañana defendía la medida en la radio, en su línea y su estilo.

Al poco, dirigentes del PP y de Gobiernos autónomos se desmarcan de la idea que Wert había logrado colar al Ejecutivo por el detector de barbaridades contra la clase media: limita las ayudas al programa Erasmus sólo a los universitarios que perciben becas generales por falta de recursos. El resto de los becados que partieron de España con un presupuesto cerrado, descubrían un agujero con el curso iniciado y los alquileres pagados. A la tarde, después de la llamada a filas de Rajoy, Sáenz de Santamaría y Montoro, anunció públicamente su rectificación.

Desde su partido entienden esta decisión como un ataque directo a las bases de sus votantes, la clase media. La reacción es inmediata: “El malestar en el partido fue un tsunami, que se abalanzó a su cuello de una manera absoluta y sin dudarlo. Este es un partido de clase media”, comenta un dirigente del PP. La salida en público de Alfonso Alonso así lo demuestra. En las filas se señala, entre otras cosas, a Gomendio como máxima responsable del tropiezo porque “nunca ha creído en las becas Erasmus, proviene de buena cuna y no entiende lo que significa eso, simplemente no las quería”. 

"LA FAMA REQUIERE TODA CLASE DE EXCESOS. Me refiero a la fama de verdad, a un neón que te devora, no a ese renombre sombrío de los estadistas en declive o de los reyes timoratos”. Ahora quien habla es Don DeLillo, en La calle Great Jones, que aparece en castellano (Seix Barral), para rubricar la gloria con la que Wert quiso pasar a la historia con la LOMCE. Lo logró, pero la luz del neón palpita como para apagarse de un momento a otro y entre fogonazos se ve a un ministro en evidente soledad y debilidad. Nadie en la oposición –ni UPN- apoyó la reforma hace unas semanas. Gracias al Erasmus tampoco tiene el respaldo del PP.

Fuentes del Ministerio de Educación señalan las claves para que la negociación de una reforma de ley educativa camine por buen puerto y sin polémicas: requiere comprender, dialogar, escuchar, ceder. “Se mueve en un ámbito educativo y es una persona sin preparación”. Desde el grupo parlamentario aclaran que para liderar un proceso como este se necesita iniciativa y discurso. “En una negociación en la que las competencias están compartidas no puedes sentarte a la mesa con imposiciones”. El ministro, el que sea, en esta materia no tiene capacidad de gestión directa (salvo que se conforme con Ceuta y Melilla). “O cooperas o nada”. Pero actúa como elefante en cacharrería.   

La estrategia Wert –estos son mis principios, si quieres los tomas y si no te aguantas- no ha funcionado ni con las altas jerarquías educativas, ni con las inferiores. El desplante de los rectores es histórico. No entiende la política del pacto, sino la del enfrentamiento y ha logrado que cada una de sus palabras, cada uno de sus gestos, se interprete como imposición. Pero ya no está el horno de este país para estos bollos rancios, y la fama no soporta ni uno más de sus excesos.

“ES HORA DE IRNOS, LA MUERTE NOS ESPERA”. Es el tranquilizador mensaje de un transportista que conduce un autobús cargado de suicidas. El personaje y las comillas son obra del genial escritor finlandés Arto Paasalinna en Delicioso suicidio en grupo (Anagrama). Pero podría ser el plan trazado por nuestro ministro. No ha parado de mover la estructura de sus ayudantes, fichar y despedir, uno tras otro, en busca de un equipo leal a él más que al partido. Ha prescindido de interlocutores con el PP y aislarse. “Su independencia ha sido una ruina”, aseguran fuentes del partido.

Es el ministro peor valorado y también “el toro que se crece con el castigo” y, a pesar de ello, apuntan sus compañeros de filas que le toca salir de la plaza pública antes de las próximas elecciones al Parlamento Europeo –entre el 22 y el 25 de mayo-, hito en la remodelación del Gobierno. Oxígeno. Para entonces la LOMCE se habrá aprobado y alguien de confianza tendrá que ponerse al frente en su ejecución. Por delante todavía queda la reforma de la ley universitaria y desde el Gobierno aseguran que no quieren volver a pasar por una tormenta en la calle. Las cualidades nihilistas del ministro le han colocado al volante de ese autobús, sin frenos que circula cuesta abajo. Hasta la próxima curva.

“LA GUERRA TIENE ESO, TE DA TIEMPO, APRENDÉS MÁS, ENTENDÉS MÁS… Si entendés te salvás, si no, no volvés de la guerra. Yo no sé si volveremos, Quinito –le decía-, pero si volvemos, con lo que aprendimos acá: ¿quién nos puede joder?”, escribió Fogwill en Los pichiciegos (Periférica). El abogado, sociólogo de profesión, asesor directo de Rajoy en la oposición, saldrá de la guerra con muchas lecciones aprendidas. La primera debió aprenderla (quién sabe) al poco de recoger la cartera que le dejaba Ángeles González-Sinde. Presentó su reforma en los dirigentes del Cervantes y aseguró ante la prensa: “Hoy empieza a trabajar el Dream Team en el Instituto Cervantes”. El Dream Team. O sea, el equipo perfecto. Mucho mejor en castellano si estás en la sede del centro difusor de la lengua por todo el mundo.

Fue el sagaz Esteban González Pons, entonces vicesecretario de comunicación del PP, quien se encargó de colgarle las primeras medallas, antes de que sus compañeros terminaran quitándoselas dos años más tarde con el escándalo del Teatro Real. Pons dijo con su gracia natural que no había hecho Wert más que llegar al poder y descubrir una Gioconda (por la pintura del Prado) y recuperar un tesoro (por el pecio de Las Mercedes). Eso sí, nuestra Gioconda “mucho más joven y más guapa”.  

Sin embargo, Wert es capaz de contradecir al protagonista pichiciego de Fogwill. Dos años de polémicas y desplantes, de faltas y traspiés, no han bastado al ministro para encontrar la senda de la humildad. No la halló tampoco de camino al Teatro Real, el mayor error –hasta el momento- del ministro en materia cultural. Allí tenía bien plantao al bravucón Mortier (director artístico) y al espadachín Marañon (presidente del Patronato). Wert trató de imponer a un tercero y todo acabó en sainete sin escenario, con un irreparable daño para la imagen de la institución. De toda guerra la ficción y la realidad apuntan al aprendizaje, cuando José Ignacio sea ex y se convierta en escritor, ¿ganará el Planeta o será finalista?

"AL OTRO LADO DEL VALLE LA CARRETERA ATRAVESABA UN ARROYO COMPLETAMENTE NEGRO. Troncos de árboles calcinados y desprovistos de ramas a ambos lados. La ceniza moviéndose sobre asfalto y las manecillas flojas de cable ciego que colgaban de los ennegrecidos postes de la luz gimiendo débilmente con el viento". No es la tétrica descripción del mundo acabado que Cormac McCarthy desvela en La carretera (Mondadori). Es la panorámica del deporte base y profesional tras dos años de presupuestos generales, en un ministerio dividido en tres áreas y dirigido por alguien con excasa atención en la creación de campeones y notable interés en el éxito deportivo. Sobre todo, en las fotos. 

Las federaciones han quedado arrasadas, el plan ADO está… eso, helado. Las becas de los deportistas ni están ni se las esperan. Wert ha vencido al deporte por asfixia y se ha ahorrado una marea de músculos manifestándose. Los deportistas profesionales pagan por trabajar y viajar a las competiciones, el paisaje de la base es la adaptación a la realidad del relato del escritor norteamericano. 25 de las 63 federaciones están en quiebra técnica, según la auditoria del Consejo Superior de Deportes, cuyas ayudas cayeron en 2013 un 34%, a lo acumulado años anteriores. La decepción olímpica tampoco ayudará a sanear económicamente un departamento en el que Wert no para de recoger trofeos.

Fuente: elconfidencial.com - Peio H. Riaño - El enemigo de la clase media

 

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