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Un crimen de honor reabre el debate multicultural en Canadá

Condenados un hombre, su esposa y su hijo por matar a cuatro mujeres de la familia

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Mohammad Shafia, su esposa Tooba Yahya y su primogénito, Hamed
Mohammad Shafia, su esposa Tooba Yahya y su primogénito, Hamed

Un supuesto crimen de honor en una familia afgana ha reabierto en Canadá el debate sobre el multiculturalismo, el sistema que ha garantizado la convivencia en uno de los países más prósperos del mundo pero que, según los críticos, favorece la protección del grupo frente al individuo.

Mohammad Shafia, su esposa Tooba Yahya y su primogénito, Hamed, fueron declarados culpables el domingo por unos crímenes que pueden costarles la cadena perpetua. El padre, la madre y el hermano, según sentenció un jurado popular, asesinaron a las hermanas Zainab, de 19 años, Sahar, de 17, y Geeti, de 13, además de Rona Amir Mohammad, de 52, primera mujer del polígamo Mohammad.

El juicio en Kingston (Ontario) ha cautivado y horrorizado durante diez semanas a una mayoría del país que desconoce la vida en lo que el Globe and Mail llamaba ayer las “comunidades tradicionalistas” que existen en Canadá. Para algunos, el caso es una llamada de atención sobre la necesidad de que los inmigrantes puedan integrarse mejor en la sociedad canadiense, que ha tendido a respetar las particularidades culturales de las sucesivas olas de inmigrantes.

Para otros, el veredicto es precisamente una prueba del éxito de este modelo, porque demuestra en el Canadá multicultural ningún individuo se sitúa por encima de la ley.

Mohammad Shafia llegó a Canadá en el 2007. Le acompañaba, además de sus hijos y la madre de estos, Tooba Yahya, su primera esposa, Rona Amir Mohammad, a la que hizo pasar por una sirviente de la familia. En Canadá la poligamia es ilegal.

Shafia llegó con un visado de inversor. Era un hombre rico, propietario de un centro comercial en Laval (Quebec). Y no era especialmente devoto.

Pero vivía obsesionado por las costumbres de sus hijas adolescentes. A la mayor le prohibió durante un año asistir a la escuela porque tenía un novio, según la agencia Associated Press.

El 30 de junio del 2009, de regreso de un viaje familiar a las cataratas del Niagara, el coche en el que viajaban su primera mujer y las tres hijas se hundió en un canal en la localidad de Kingston.

La policía en seguida sospechó del padre. Le grabaron diciendo que “ojalá el demonio defeque en sus tumbas”. “No puede volver a haber una mayor violación ni traición que esta”, dijo en alusión al estilo de vida de sus hijas. La Fiscalía presentó pruebas de que el Lexus familiar había empujado el coche siniestrado en el canal. Días antes, alguien había buscado en el ordenador familar “dónde cometer un asesinato”.
“El aparente motivo tras estos asesinatos a sangre fría fue que las cuatro víctimas, completamente inocentes, ofendieron un concepto totalmente torcido del honor que no cabe en ninguna sociedad civilizada”, dijo el juez del Tribunal Superior de Ontario, Robert Maranger.

Los acusados niegan los hechos. Aseguran que fue un accidente. El abogado de Mohammad Shafia sostiene que se les ha condenado no por lo que hiceron sino por lo que que dijo en las conversaciones pinchadas.

El hecho de que las autoridades no reaccionasen ante los repetidos signos de que algo no funciona en la familia Shafia ha llevado a algunos a atribuirlo al multiculturalismo, al afán por respetar las costumbres de los distintos etnias que componen el mosaico candiense.
“Probablemente las chicas Shafia fueron víctimas no sólo de un crimen sino también de nuestro perverso hábito nacional –escribió en diciembre el columnista Robert Fulford en el National Post–: ponemos el énfasis en las buenas maneras multiculturales más que en el bienestar de los seres humanos individuales”.


¿Honor, violencia doméstica o crímenes a secas?
¿Crimen de honor? ¿Violencia doméstica? ¿O crímenes a secas? “La esencia es el sentimiento de control del hombre. Desafortunadamente podría pasar en cualquier lugar. En algunas comunidades se llama crimen pasional pero en otras es un crimen de honor”, declara al Toronto Star Saleha Khan, de una organización musulmana en Ontario. “Si estas cuatro mujeres fueran blancas, hoy todavía estarían vivas”, opina en el mismo diario Tarek Fatah, de otra organización musulmana. En el Globe and Mail, la articulista Sheema Khan sostiene que el caso Shafia ha sido una “llamada de alerta” para los canadienses musulmanes, cuyos líderes se han movilizado en contra de los crímenes de honor y la violencia doméstica.

Cadena perpetua en Canadá por un crimen de honor en una familia afgana


Un tribunal de Kingston, en Ontario, condenó el domingo a cadena perpetua a un matrimonio y a su hijo mayor por matar a cuatro de sus parientes en lo que se ha calificado como un «crimen de honor». Las víctimas son las tres hijas del matrimonio y la primera mujer del padre, de la que este se había divorciado porque no podía tener hijos.

La sentencia, que se divulgó ayer, declara culpables de homicidio en primer grado al matrimonio formado por Mohammad Shafia, de 58 años, y Tooba Mohammad Yahya, de 40, y a su hijo mayor, Hamed, de 20. Las víctimas son las tres hijas del matrimonio y hermanas de Hamed: Shafia, de 19 años; Sahar, de 17; y Geeta, de 13, y la primera mujer del padre, Rona Amir, de 50 años. Al parecer, las tres adolescentes y la mujer habían desafiado los preceptos islámicos al adoptar un estilo de vida occidental, lo que habría supuesto «una deshonra» para la familia.

De las tres hermanas, una tenía novio y había vivido temporalmente en un centro de ayuda a la mujer y la otra había sido amonestada en el colegio por llevar una vestimenta inapropiada. Los cuatro cadáveres aparecieron el 30 de junio de 2009 en el interior de un coche sumergido en un canal de Kingston.

Entonces, la familia argumentó que habían muerto en un accidente cuando regresaban de unas vacaciones en Montreal. No obstante, en una conversación telefónica grabada por los investigadores, el padre llamó «traidoras» a sus hijas por abrazar el estilo de vida occidental y subrayó que «el honor es el bien más preciado». «La aparente razón de este crimen es que las cuatro víctimas ofendieron el completamente retorcido concepto de honor de la familia», explicó el juez Robert Maranger, durante la lectura del veredicto.

Los tres condenados han rechazado estas acusaciones y han anunciado su intención de recurrir el veredicto. Muerta por tener solo hijas El hecho de que el mismo tribunal haya calificado como «crimen de honor» este suceso refleja una realidad que la sociedad afgana lucha por superar. A pesar de los avances que comportó la caída del régimen talibán, los derechos de las mujeres en Afganistán siguen siendo sistemáticamente vulnerados.

Un crimen con estas mismas características, dado a conocer ayer por la Policía afgana, ha causado una honda conmoción en el país asiático. Un hombre mató a su mujer en la provincia norteña de Kunduz por no proporcionarle hijos varones. Sher Mohamed había amenazado a su mujer con matarla si le daba otra hija más.

El sábado pasado, durante una violenta riña, cumplió su palabra, según todos los indicios de la investigación que ayer dio a conocer la Policía afgana. Tres meses antes la víctima, Storay, de 30 años, había dado a luz a una niña, la tercera de la familia. Los agentes afganos detuvieron a la suegra de la fallecida como cómplice de su asesinato.

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