“El abanico siempre ha sido un objeto bello, útil y mágico, a lo largo de los siglos”, explica Charo Marín, quien disfruta con toda la riqueza de materiales -maderas aromáticas, telas y pigmentos- que configuran el varillaje y el país de los abanicos. “Muchos artistas los han pintado, aunque no siempre han dejado en ellos su firma”.
Valencia, tierra de fabricación artística de abanicos cuenta con una espléndida colección histórica de la hija del marqués de Colomina, que se ha expuesto en distintos foros internacionales. “En esta colección los materiales son lujosos como el nácar, el marfil, el ébano y otras maderas orientales, los bordados en oro con piedras nobles… Actualmente los abanicos se realizan sobre todo en madera de peral y en las telas yo he pintado flores porque son siempre alegres y motivo de color”, añade Charo Marín.
La pintora recuerda que fueron los chinos los que pasaron del pai-pai al abanico de varillaje que se pliega y que da lugar a ese sonido de ras-ras, que hacían las abuelas en la iglesia o al tic-tic del abanicarse. También habla en el video del lenguaje comunicativo del abanico para el cortejo de los jóvenes, cuando la reserva de unos y otros era mayor en el pasado. “Podían ser máscara y al mismo tiempo, según su posición, comunicaban un deseo o una cita”.
Charo Marín ha pintado sus flores en acuarela sobre lienzo de algodón o lino, rematadas por toques de grafito. En los cuadros de flores utiliza el papel hecho a mano y completa la visión con elementos transparentes que permiten un juego de luces y de apariencias.
La pintora ha querido mostrar también en esta exposición una serie de criaturas fantásticas que están en los cuentos, leyendas y tradiciones infantiles.