Frontera turca

Los 400 kilómetros de frontera suponen un espacio a vigilar extenso. Tal vez sea necesaria la participación de contingentes militares de otros países europeos, e incluso de Estados Unidos, o de la ONU. Sobre todo, si se piensa que si Turquía no es capaz, por sí misma, de evitar la entrada de muchos yihadistas, la situación se puede complicar para Europa. Ya que el territorio turco se convertiría en el puente de entrada para el fanatismo del Estado Islámico en nuestro continente.

Si a esto se añade que, según parece, los vacíos legales del sistema turco hacen posible que militantes islamistas detenidos en territorio turco sean puestos en libertad rápidamente, la sensación de peligro y descontrol aumenta. Con el agravante de que los yihadistas conocen estas deficiencias jurídicas, y se aprovechan de ellas en su beneficio.

En parte del territorio turco que hace frontera con el EI se están robando automóviles que pasan a Siria, y que para ser recuperados, los afectados por el robo deben pagar 5.000 dólares, ya que, si no lo hacen, se los quedan para usarlos en la guerra.

Por si fuera poco, los que viven en Turquía cerca de la línea fronteriza están diciendo que se ha incrementado el número de “barbudos” extranjeros que deambulan a sus anchas.

Todo esto dibuja un mapa de la situación que no es, precisamente, tranquilizador, sino todo lo contrario. Si todo este estado de cosas no va a más, puede ser controlable hasta cierto punto. Aunque por el último atentado suicida producido en una localidad del sureste de Turquía a 10 kilómetros de la frontera con Siria, y con un balance de 32 muertos, no parece que exista margen para la pasividad y la inacción.

De hecho, hasta el Primer Ministro turco Ahmet Davotoglu dice que: «El EI es una organización no sólo contraria al pueblo sirio sino que también supone un peligro para Turquía». En efecto, y si bien es verdad que, por medio de los ataques militares por aire de las fuerzas americanas, etc., parece que se está parando el avance del yihadismo, esto no debe hacer bajar la guardia en ningún momento.

El riesgo que representa para Europa y para el mundo el Estado Islámico, y el yihadismo encabezado también por Al Qaeda no es despreciable, ya que poseen la fuerza del fanatismo de los lobos solitarios que pueden ser cientos o miles, y que no atienden a razones.

Si los yihadistas siguen creciendo en número, y su desprecio a la muerte permanece, se volverían mucho más peligrosos de lo que ya son, simplemente, por el efecto de su cantidad. Esperemos que esto no suceda, y que desaparezca la amenaza del yihadismo.

(*) José Manuel López García es Doctor en Filosofía y Profesor