Del odio a la necesidad

Desde el principio hasta el fin de cada partido, sudando a mares, el árbitro está obligado a perseguir la blanca pelota que va y viene entre los pies ajenos”, y cuando el odio ajeno lo consume, puede cambiar el césped por las rejas, como hizo el ecuatoriano Byron Monreno, ahora detenido en New York, por tráfico de drogas.

“Es evidente que le encantaría jugar con ella”- continúa el uruguayo Eduardo Galeano en su libro El Fútbol a Sol y Sombra, -“pero jamás esa gracia le ha sido otorgada. Cuando la pelota, por accidente, le golpea el cuerpo, todo el público recuerda a su madre. Y sin embargo, con tal de estar ahí, en el sagrado espacio verde donde la pelota rueda y vuela, él aguanta insultos, abucheos, pedradas y maldiciones”, como aquellos partidos del Mundial de Corea-Japón 2002, cuando en octavos de final expulsó al italiano Francesco Totti por entender que se lanzó en el área, fingiendo un penal, e Italia quedó eliminada por el anfitrión. O tres meses después, cuando en un partido por la liga de su país entre la Liga de Quito y el Barcelona de Guayaquil, adicionó 13 minutos que permitieron el empate del local y el posterior triunfo por 4-3, cuando la visita ganaba 3-2.

Tras 20 partidos de sanción, terminó su carrera deportiva y se dedicó al periodismo deportivo, hasta que hace unos días fue detenido en el aeropuerto Kennedy de New Nork con 6 kilos de heroína adheridos a su cuerpo.

Su familia intenta por estas horas, obtener ayuda consular, lo cierto es que Byron Moreno, el único árbitro ecuatoriano, junto a Elías Jácome, que dirigieron en Copas Mundiales, y estuvo a pocos partidos de ser el mejor de la historia de su país, extendió el odio por su persona, del césped, a las rejas.

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