Viaje al corazón del vino

La mujer se dobla y trajina entre la espesura de hojas de la parra como si fuera un junco. "Llegué un poco más tarde a vendimiar porque tenía que ordeñar las cabras", explica. Según acabe se irá a hacer quesos. "Tengo ochenta y cuatro años para ochenta y cinco y todavía sigo corriendo como una boba", bromea Carmen Hernández mientras desciende al hoyo de nuevo, a podar los últimos racimos de uva malvasía que se esconden en la viña. Va ataviada como lo hacían las mujeres de antaño, pero las gotas que perlan su frente estaban provocadas por el solajero que caía sobre La Geria, el corazón del vino de Lanzarote que bulle con la vendimia mientras miles de turistas recorren las bodegas que jalonan la carretera que cruza este paisaje de cenizas.


Uno de septiembre de 1730... Todo se oscurece y muere. La tierra se abrió de pronto, como dejó escrito el párroco de Yaiza, Andrés Lorenzo Curbelo, y en seis años no dejó de escupir fuego. Las gentes huyen y los campos de trigo y de cebada quedan enterrados. Parecía el fin. Poco tardarían las atribuladas gentes en descubrir que podía resurgirse de aquellas escorias gracias el poder del picón para conservar la humedad.

Fue el origen de La Geria. Diez de agosto de 2010... La ruta del vino que atraviesa La Geria se ha convertido en una de las atracciones preferidas de los turistas, que entran y salen de las bodegas y se toman fotos entre unos cultivos únicos. Los volcanes que antes aterraban ahora dan forma a un espacio natural protegido que enamora al visitante a primera vista.

Una de la tarde. Un grupo de turistas cata unos vinos a la entrada de bodega El Rubicón. Entre bastidores está el dueño, Germán López, que organiza la campaña junto al enólogo, David Pagán. Germán defiende el producto local. "La agricultura aquí es muy costosa. La apuesta es hacer vinos de calidad y a un precio un poco más alto para que puedan vivir todos, el bodeguero y el viticultor, porque si no se abandona la viña". Y si avanzan la aulaga y el tabobo, habrá otro fin, éste quizás definitivo. La voz de Germán es la de un hombre preocupado por el futuro de una forma de vida.

El mismísimo Shakespeare llegó a citar en alguno de sus textos a los vinos 'canarys', en concreto en Las alegres comadres de Windsor. Carlos III era otro admirador de los malvasías canarios, la estrella vitivinícola lanzaroteña. Esta fama se ha debido sobre todo al trabajo de los agricultores bajo el sol y sobre el ardiente suelo, así como a su pericia de Ave Fénix. Que se lo digan si no a Amelia, la hija de la incombustible Carmen Hernández, que cumplió ayer años al pie de la parra. "El cumpleaños del campesino siempre es trabajando", apostilla Juan Alberto, el marido, también en labores de vendimia.