Siendo abuelo por segunda “primera vez”.

Los hijos deben y tienen que partir, a volar con alas propias. Aunque uno siempre se sorprende dándoles a pesar de ello, muchas cosas “elaboradas y masticadas”.

El sentimiento va más allá de una simple “chochería”; es retroceder a esa etapa ya vivida por nosotros, es el intento casi irrefrenable por tratar de evitar que los amados vástagos cometan tal vez los errores que nosotros pudimos haber cometido. Pero la ley de la vida me ha enseñado: “deberás quemarte para respetar al fuego”... Hay tropiezos que tendrán ellos y que no se los podremos evitar. (Cierta noche, en una verdadera “revelación onírica”, mi inolvidable madre me dijo: “yo te podría ayudar más desde aquí... pero debes aprender que la vida algunas veces es dura”).

Parte de nuestra misión implica aceptar que tanto las nuestras como las de ellos sean vidas paralelas, son mundos paralelos. Ya no están a nuestro alcance, ya “el beso de las buenas noches” se los dará su amado o amada; han cruzado el umbral, han salido a un camino si bien incierto, no por eso lleno de esperanzas y proyecciones. Sólo habremos podido entregarles los fundamentos de la vida, pero ahora esa vida dependerá de cada uno de ellos.

Y para no parecer dramático ante un hecho que debe llenarnos de felicidad, al concluir debemos coincidir diciendo que los tiempos han cambiado; antes las abuelitas le tejían chalequitos a los nietos, hoy en día, les confeccionan un álbum en facebook.

Hoy ha sido un gran día para mí...