Aquel ciudadano recién pasaba los 60 años y según contaba, su vida transcurría placenteramente.
Aún con muchos desafíos laborales. Sin grandes sobresaltos económicos. Hijos independientes, tiernos nietos y a su lado ella… incondicional, leal, cariñosa.
Vivían y proyectaban un envidiable amor. La atracción física había dado paso a un sentimiento un tanto supraespiritual.
Ya no estaba la fogosidad de antaño; pero sí, la ternura de hoy.
Ya no estaba la creatividad de antaño; pero sí, la experiencia de hoy.
Ya no estaba la salud de antaño; pero sí, la complacencia de hoy.
Ya no estaba la pasión de antaño; pero sí, el amor de hoy…
Habían pasado de hacer el amor, a vivir el amor.