“Durante los meses de verano, nos llegan muchos libros donados y hemos tenido que parar”, me cuenta la bibliotecaria. Me acerco después a los libros de expurgo, donde siempre, en El Escorial y en otras partes donde viajo, encuentro libros interesantes que me asombra su desecho o despedida de la biblioteca. Tiendo a pensar que es más, por repetición del título, que por desprecio del libro. “Que no se solicite un libro en mucho tiempo, lo pone en peligro de expurgo”, me explicó una bibliotecaria en cierta ocasión y me alarmé.
En uno de los expurgos en Castro Urdiales, pude disponer del libro de Francisco Umbral “La belleza convulsa” (1985) y disfruté de veras a su autor, maestro del lenguaje, aunque no buen novelista. En esta ocasión escurialense, he topado nada menos que con la obra de Honoré de Balzac, “La obra maestra desconocida”, que yo recomiendo a numerosos artistas visuales, enredados en la creatividad hasta la obsesión. También había libros de autores actuales, que por consideración no escribo sus nombres.
Leo mucho en posición reclinada o tumbada y, por eso, no me gustan los libros pesados. La cubierta dura, que tanto protege a los libros, añade peso al mismo, y le resta la ventaja de la ligereza. Los ingleses presumen de conservar muy bien sus libros en las librerías de segunda mano, precisamente porque en su país se ha editado mucho con pasta dura.
Óscar Fernández, librero culto y entendido en su oficio -algo que se agradece cuando uno va a una librería- dice que los libros de lance más solicitados son los de la novela del XIX y primeros del XX. La de los grandes novelistas, sin más. Trabaja en Re-Read cerca de la madrileña plaza de Atocha, frente a la estación, y ahora anda desesperado con las obras en la calle y los andamios por doquier. Han dicho que las obras tardarán cinco años en acabarse, así que los comerciantes de la zona se temen lo peor.
Dos librerías de lance
En El Escorial hay dos buenas librerías de lance o segunda mano, sin prescindir de algunas novedades: Miren Zaitegui con su nombre, tiene la librería en El Escorial propiamente dicho, y Carlos Mostera, en la librería Antonio Azorín de San Lorenzo de El Escorial. Los fondos son ricos en ambos establecimientos; las ventas, más por Internet, que presencialmente, pero como haya un interés rotundo, se acude a la librería. Zaitegui presume de que los libros que ellos venden se encuentran en un estado perfecto. “Cuando no están perfectos, lo aviso con claridad”.
El e-book o booklet ha sido el gran descubrimiento de biblioteca ambulante. Tener decenas de libros en una tablet y poder elegir, es fascinante, además de cómodo, porque no pesa mucho. Recuerdo a Doña Pilar de Borbón, duquesa de Badajoz, gran lectora, que era una entusiasta de la lectura en e-book, desde que lo descubriera, tras un regalo de su hija.
Los que amamos los libros solemos ser acumulativos de los mismos y pueden acabar por enterrarnos. Además, como sucede en mi biblioteca de El Escorial, hay ediciones en letra tamaño pulga, que no leeré en mi vida, por ejemplo, los libros de Rabindranath Tagore. Yo doy salida a numerosos libros ya leídos, en ediciones que no volveré a leer o que me envían las editoriales sin pedirlos, como a periodista cultural, para hacer reseñas o críticas. Dono esos libros a la Universidad de Navarra, UN, AVdespués de haber hecho otros intentos en Universidades más queridas o cercanas, pero que nome facilitaban las cosas; me pedían que les pasara el listado de títulos y la cubicación de las cajas. La UNAV solo me pide que concentre varias cajas con libros y me envía un propio a recogerlas.
Conviene saber que las bibliotecas tienen un servicio de intercambio de títulos entre sí, y, algunas, como la de Navarra, envían los duplicados y triplicados a Universidades y centros de Iberoamérica. Es la vida de los libros, de la que saben mucho o Irene Vallejo con su célebre título “El infinito en un junco”, o Ignacio Ruiz Zafón, con su libro “El cementerio de los libros olvidados”. Ambos best-sellers internacionales, bien merecidos.