Y como las casualidades son causalidades. En el almuerzo con mis sobrinos, sus niños y la aupair americana, esta última habló de un aligátor que vivía no lejos de su jardín. Este cocodrilo americano, más bien lagarto o caimán, despertó el interés de todos y nos pasamos el portátil para ver las semejanzas y diferencias entre unos y otros reptiles mencionados. Cocodrilo moral en Venezuela y Colombia.
Yo recordé más tarde la película con el nombre de “Alligator” (1980), titulada en España “La bestia bajo el asfalto” y en México “Terror bajo la ciudad”. Dirigida por Lewis Teague. Cine fantástico, en el que un cocodrilo gigante ataca Chicago. Todo comienza cuando un bebé cocodrilo penetra en el sistema de cloacas de la ciudad, tras ser arrojado a un inodoro. A lo largo de los siguientes 12 años estuvo creciendo y viviendo en este ambiente, por unas hormonas de crecimiento que arrojaron unos laboratorios.
Los animales dan para muchas historias y algún día recopilaré las mías para un monográfico de bestias salvajes o domésticas. He cuidado tres perros y sé cómo hacerlo, por eso me ocupé durante el mes de agosto, de cuidar en mi casa de El Escorial a la perrita Noia (muchacha en catalán) del pintor José Luis Olea, que se iba a Galicia. Pero como la vida es imprevisible, a mediados de mes me avisan del fallecimiento de una pariente muy querida en París y yo tenía que asistir a su sepelio. El problema de dejar a buen recaudo a la perrita Noia fue una aventura farragosa e inenarrable, por eso no la cuento y la dejo aquí.
Cuidar a un animal exige responsabilidad y constancia. Domesticarlo, como bien se señala en “El Principito” del libro de Saint Exupéry, exige verse a diario y preparar el corazón para su encuentro. Que se lo digan si no, a la hispanista rumano/española Ioanna Zlotescu, que ha perdido a su gatita Pasuka, después de 18 años de convivencia. “Ella me necesitaba y, por ella, yo me molestaba en llevarla al veterinario o ir a buscar su comida. Ahora me he quedado hundida tras su muerte”, me ha confesado. El amor a los animales es o puede ser tan intenso como a una persona. Somos del mismo reino de la Naturaleza.
Ioanna acogió a Pasuka, proveniente de un basurero y se apresuró a llevarla al veterinario para que la auscultara. La tuvo en Bucarest los años que fue directora del Instituto Cervantes en aquella bella ciudad. Cuando quiso traer a su gata a España, no pudo, porque le exigían otras vacunas. Se la quedó una amiga suya, hasta que estuvo en regla con la normativa veterinaria española, y se la llevó a su dueña en Madrid. Pasuka ha dado compañía y mucho afecto a Ioanna.
Las historias de animales son infinitas y de todo tipo. Mi hermana Elisa perdió un día a su perro Chuy en el parque Eva Duarte, y con mucho disgusto y ansiedad se encomendó a san Antonio de Padua, patrón de las cosas perdidas, para encontrarlo. Le ofreció, como es costumbre, una cantidad de dinero para sus pobres, pero Chuy no aparecía. Como a Elisa le dijeron, que san Antonio era un santo muy pesetero e interesado por sus pobres, fue subiendo la cantidad hasta llegar a doscientas mil pesetas. Una llamada del veterinario habitual que lo reconoció, cuando dos almas caritativas se lo llevaron por si lo conocía, mi hermana se puso contentísima. Su marido nunca supo lo que pagó por su reencuentro. “Si lo sabe, me mata”, me contaba.
Hay historias formidables de animales fieles a sus dueños muertos, que los buscan en sus tumbas, como la gata de la escritora francesa Colette, que me contaba Fina de Calderón, amiga suya. De animales hablan en un momento dado ante el féretro de su amo fallecido, -perro o gato, no recuerdo- que dicen en voz alta: “Dejadme a solas con él” y la gente que lo oye sale despavorida. Historias para todos los gustos.