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Centro ceremonial de Ahu Akivi, el observatorio celeste
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Centro ceremonial de Ahu Akivi, el observatorio celeste

RAPA NUI: un lugar enigmático, mágico y remoto

  • por Susana Ávila

lunes 24 de junio de 2024, 23:27h
24JUN24 – MADRID.- Ahora que todo está tan cerca que se puede conectar con el otro extremo del planeta en tiempo real, no deja de causar asombro alcanzar un lugar que está más en el inconsciente colectivo de los mundos mágicos que en el aquí y ahora. Lejos de todo, en medio de la nada, pero es real. Con una localización geodésica concreta de 27° de latitud sur y 109º de longitud oeste. Es la isla de Rapa Nui, la isla de Pascua.
Ahu de Anakena
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Ahu de Anakena

Decir que está rodeada de agua por todas partes es una obviedad rayana en la tontería porque se trata de una isla, pero decir que está en medio del Pacífico a no menos de 3000 km de cualquier otra superficie sólida del globo terrestre ya es una singularidad que ningún otro lugar del mundo puede emular. Si a esta lejanía, añadimos la extraña civilización que ella tuvo lugar, cuyas raíces aún no se han podido esclarecer por completo, la magia está servida.

Rapa Nui es de origen volcánico de resulta de la erupción de varios volcanes. Los tres más grandes, Rano Kau, Terevaka y Poike, conforman su forma triangular. Pero también son considerables el Rano Raraku y el Puna Pau, que con el paso del tiempo dejaron de estar activos y dieron lugar a un paraíso lleno de vegetación, donde llegaban gran cantidad de aves migratorias.

Los primeros humanos podrían haber procedido tanto de otras islas polinésicas como del continente americano, tal es la distancia que le separa de unas y del otro, pero fue una étnica polinesia la que se estableció allí, quizá hacia el año 400, pero con una horquilla tan amplia que ponerle o quitarle 500 años, no implica un error imperdonable.

DE CÓMO EMPEZÓ TODO

Aislados durante siglos, sus habitantes parecieron olvidarse de su origen. Posiblemente ni siquiera sospechasen que hubiese otros seres similares o creyeran que no había otra tierra firme en el mundo. Su concepto del lugar queda reflejado en el nombre que le dieron: Te Pito O Te Henua, que significa en su idioma “El Ombligo de la Tierra”.

Su mitología se encargó de narrar que habían llegado allí huyendo del cataclismo de un lugar llamado Hiva, que hoy todavía no ha sido determinado, aunque podría ser alguna de las islas Marquesas. La leyenda cuenta que el ariki (rey) Hotu Matu’a había sido advertido por un sabio que una catástrofe caería sobre su reino y tomó a su esposa embarazada y a su hermana, junto con cien valientes cortesanos y partieron en dirección al sol naciente hasta llegar a esta tierra. Y hace falta una notable puntería para atinar en un lugar tan remoto, si bien contaba con toda la ayuda por parte de sus dioses.

Aunque inicialmente el territorio les pareció poco amable, el rey puso su empeño en mejorar las condiciones y establecer una población que se distribuyó en clanes. Si bien su cultura es de origen polinésico, el hecho de ser un territorio tan alejado de cualquier otro, le confirió unas características propias. Plantearon una estructura tribal muy organizada que fue ocupando distintos enclaves de la isla, con un denominador común y es que su centro de interés estaba en el interior de la isla, buscando áreas de cultivo y dando la espalda al mar. Reservando el litoral para el culto religioso y el poder político.

LOS MÓAI

Aquellos habitantes empezaron a construir grandes esculturas monolíticas de forma humanoide, llamadas móai, que podían ser una forma de rendir tributo a sus antepasados. Suponían que la energía vital de estos se instalaba en la estatua y desde allí protegía a toda la tribu, lo que explica que la mayoría de estas estatuas se encuentren situadas de espaldas al mar, mirando a la aldea en el interior de la isla.

Se tallaban en roca volcánica en la cantera del Rano Raraku y cuando estaba finalizada la obra se desprendía de la montaña y se trasladaba a su asentamiento definitivo. El cómo, ¡pues, a saber! entrando en esos enigmas de la humanidad en los que participa la cuestión de cómo levantaron las pirámides. Especulaciones muchas, certezas ninguna. Se situaban sobre plataformas denominadas ahu, próximas al asentamiento del clan al que pertenecían. Un ahu consistía en un muro de contención para nivelar el terreno sobre el que se construía una plataforma central conteniendo los huesos del antepasado en cuestión y que sería el asiento del móai, flanqueado a derecha izquierda por otras dos plataformas más bajas. Delante se preparaba una rampa pavimentada con piedras de origen marino. Delante del ahu se abría una amplia explanada en la que tenían lugar las ceremonias y en medio se marcaba un círculo de piedras también con un fin ritual. Llegase como llegase el móai hasta allí, y una vez que se situaba en su sitio, se procedía a colocarle los ojos de coral con el iris de obsidiana.

Un detalle muy significativo es la terminación de la cabeza en un plano pues en algún momento de su evolución se les incorporó un sombrero o moño, llamado pukao, tallado en piedra volcánica roja procedente de volcán Puna Pau.

Y LLEGARON LAS DISPUTAS

El momento de mayor esplendor de esta civilización se sitúa hacia el año 1200 que es de cuando proceden, según los arqueólogos, los mejores monumentos de este tipo. Pero también en ese momento, o bien 200 años después, porque la cronología es incierta, surgieron conflictos y rivalidades entre los distintos clanes que se habían formado, quizá por una crisis de superpoblación, de agotamiento de los recursos, que dieron lugar a unas luchas intestinas que contrarrestaron el efecto y los diezmaron. Por lo visto, los antepasados habían dejado de protegerles y eso fue la causa de que el proceso de construcción de esas figuras totémicas fuese interrumpido repentinamente y en la cantera quedaron muchas figuras a medio labrar.

Los habitantes de la isla, que hasta entonces había vivido en unas casas que tenían la estructura de barcos invertidos, comenzaron a vivir en cuevas que les protegían más de los enemigos. También destruyeron los altares ceremoniales que les habían servido hasta aquel momento.

La figura del ariki, el rey tradicional, descendiente directo de los dioses, que dejaba su puesto a su primogénito dejó de tener sentido y comenzaron a buscar la forma de encontrar a su líder. Comienza el culto al tangata manu, la leyenda del hombre-pájaro.

EL TANGATA MANU

Se construyó una aldea ceremonial llamada Orongo, en la parte más oriental de la isla, en una estrecha franja entre el borde del cráter del volcán Rano Kau y el precipicio que bajaba casi perpendicular hasta el mar, frente a tres islotes en los que las aves marinas anidaban como parada en su descanso migratorio. Este enclave solo se utilizaba durante unas pocas semanas al año, coincidiendo con la llegada de la primavera, para honrar al dios creador Make-Make y, de paso, celebrar una competición cuyo resultado final era el logro del poder.

Allí se reunían los jefes de las diferentes tribus de la isla, quienes habían elegido a su adalid, el hopu manu, a través de premoniciones y sueños proféticos. En el momento culminante del ceremonial el hopu manu debía descender el acantilado de 300 metros, nadar el poco más de un kilómetro que le separaba del islote más grande y hacerse con el primer huevo del manutara, ave identificada con los gaviotines pascuenses, regresando con el trofeo a Orongo. El ganador anunciaba a los suyos el resultado, lo que inmediatamente convertía a su jefe en el elegido por Make para convertirse en el tangata manu, hombre pájaro de esa temporada, hasta la siguiente primavera en que el proceso comenzaba de nuevo.

LLEGADA DE LOS PUEBLOS DEL ESTE

El primer contacto europeo documentado con la isla corresponde al explorador holandés, Jacob Roggeveen, quien el 5 de abril de 1722 llegó a su costa en el marco de un viaje a Oceanía y, como era domingo de Pascua, bautizó a la isla con este nombre.

Pasaron cincuenta años hasta que llegó una expedición española que llevó a cabo el primer levantamiento cartográfico de la misma, bautizándola como isla de San Carlos, en honor de Carlos III, a la sazón rey de España.

Especialmente dura fue la llegada de los esclavistas peruanos que vendieron gran cantidad de isleños en el puerto del Callao como mano de obra para las haciendas. Genocidio que acabó cuando Chile se anexionó el territorio en 1887 y los peruanos abolieron la esclavitud.

También en el siglo XIX llegaron los tahitianos que llamaron a la isla Rapa Nui (Rapa Grande) porque la encontraron un gran parecido con otra isla de su archipiélago a la que llamaban Rapa Iti (Rapa Pequeña).

Los misioneros cristianos no le cambiaron el nombre, pero en 1866 consiguieron que no se volviera a celebrar la ceremonia del hombre-pájaro. El exterminio de la clase sacerdotal de los rapanui significó una enorme pérdida, pues ha impedido que se pueda descifrar la escritura rongo-rongo, única de la Polinesia que se vio condenada al olvido, aumentando, si cabe, los enigmas que pesan sobre esta tierra.

HOY

Si durante el siglo XIX y primera mitad del XX, Rapa Nui era el punto de recalada de los marinos que partían de Sudamérica en ruta hacia Oceanía. La construcción del aeropuerto Mataveri en 1965, inicialmente con fines logísticos pero posteriormente abierto al público, ha propiciado que el turismo se convierta en el motor de la isla.

Hagamos un listado de los lugares de más interesantes partiendo de la capital, Hanga Roa, y recorriéndola en sentido contrario a las agujas de un reloj.

  • Orongo. La aldea ceremonial vinculada la tradición del hombre pájaro, en una de cuyas casas se halló un móai, el Hoa Hakananai’a que en 1869 se llevaron los ingleses a mayor gloria del British Museum.

  • Vinapu. Centro ceremonial construido con técnicas incaicas, lo que apunta la presencia de este pueblo en algún momento de su historia.

  • Hanga Te’e Vaihu. Centro ceremonial que soportaba ocho móais que ahora yacen boca abajo sobre el terreno, posiblemente derribados cuando la tribu se enfadó con sus antepasados.

  • Akahanga. Se trata de una plataforma ceremonial donde está enterrado Hotu Matu’a, el primer rey de la isla.

  • Ranu Ranaku. Cráter volcánico de gran importancia porque en sus laderas, tanto interiores como exteriores, se tallaron los móais. Hoy se conoce como la Cantera.

  • Tongariki. El más grande de los ahu de la isla, con 200 m de largo y quince móais erectos, aunque pasados por la restauración arqueológica.

  • Te Pito Kura. Una extraña piedra esférica con propiedades magnéticas. Allí está derribado y partido por la mitad el móai Paro que con sus 9 metros de altura sin pukao y 80 toneladas es el más grande de la isla.

  • Papa Vaka. Recinto arqueológico plagado de petroglifos en rongo-rongo.

  • Anakena. Es una playa de fina arena y palmeras donde se supone desembarcó el rey Hotu Matu’a cuando llegó a la isla. Como centro ceremonial tuvo varios ahu, hoy se conservan dos, uno con siete móais y otro con uno.

  • Ahu Akivi. Lugar ceremonial con siete móais que curiosamente no miran al asentamiento de la tribu y eran utilizados como observatorio celeste. El ahu se enfrenta exactamente a la puesta del sol durante el equinoccio de primavera.

  • Tahai. Centro ceremonial con tres ahu. Uno asienta el único móai que cuenta con los dos ojos de coral, otro soporta el móai más antiguo de la isla y el tercero contiene cinco móais y ofrece impresionantes puestas de sol.

Un destino soñado, pero que puede hacerse realidad si uno se pone a ello. No todo está explicado, así que, querido lector, ¡anímese, y lo mismo descubre algo nuevo!

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