Braulio Puñoenrostro

Aquel día venía encendido como una tea y no era cosa de alterarlo cuando ya estaba incandescente, que no le habían elegido los vecinos como regidor de la pedanía por ser hombre contemplativo ni por anteponer la calma a la ira.

En sus mismísimas narices el teólogo ese de la capital le había soltado en la charla del patrono que cuando el Génesis se refiere a la creación del mundo, había dicho a Adán y a Eva que les daba toda hierba y fruto y semilla para comer, pero que no había dicho lo mismo de los animales y de los peces, que de estos no había dicho que se los pudieran comer por derecho, sino que los tenía que gobernar y cuidar y que a ellos y a los mismos animales les daba también la hierba en alimento. Y que nosotros, como es costumbre, nos hemos tomado el brazo por la mano haciendo, sin sensibilidad alguna ni compasión, la horrible matanza de los cerdos y las vacas y las gallinas y todo bicho viviente, a los que esclavizamos, humillamos, maltratamos de mil maneras y convertimos en mera carne cautiva para nuestro consumo y manduca, sin parar en lo que ellos sienten o padecen.

Y una mierda de vaca, había pensado. Este cura es uno de esos anarquistas del papa Francisco, que quieren acabar con la tradición y con la civilización y nos lían con sus monsergas. ¿Cómo va a decir Dios esa majadería? Lo nunca visto. Este tío ha venido a jodernos la fiesta de la patrona, Santa Bárbara, que mal rayo le parta por su divina intercesión, que nos quieren obligar a comulgar con ruedas de molino. Como si no tuviéramos bastante con el ataque constante de los enemigos de la fe, para que ahora hasta un cura rojo les dé la razón con toda esa morralla ecologista y feminista.

Y ya me toca las narices, que llueve sobre mojado, que el otro día recibí una carta de una señorona de Madrid, la dueña del monte alto, que me pide segregar su finca del coto de caza municipal, porque ahora la escandaliza la matanza de zorzales que hacemos, y la muy desgraciada dice que tal es la escabechina que formamos que tiramos por las cunetas miles de pájaros muertos, en vez de comerlos al ajillo como se ha hecho toda la vida. ¡Como si hubiera tantos! que hace años que ya casi no vuelan por aquí por culpa de la sequía.

La señorona quiere que haya un conflicto social por su culpa, quitándonos el coto para que no vayamos a la caza, cuando aquí siempre hemos sido pacíficos y respetuosos y al que no quiere, no le obligamos a cazar. Que para algo ganamos una guerra, para traer paz y la concordia. Encima una tía, que seguro que será frígida y feminista.

No le haga usté caso, Don Braulio, a esa chusma, que aquí nos va requetebién sin tanto señoritingo y tanta élite progre. A cal y canto teníamos que cerrar el pueblo para que no nos llegue toa esa basura que no tiene respeto por ná y se cree que por gastarse cuatro duros en la cantina cuando vienen de vacaciones nos tiene a todos compraos.

Pues conmigo han topado, que igualito les voy a recibir que cuando le dio a esa panda de cabrones de perroflautas por venir a protestar por la granja de cerdos, que bien escaldaos se fueron para la casa de socorro, o esos otros drogadictos que quisieron estropiciarnos la corrida de toros del patrón, que les llovió un saco de ostias que aún deben estar digiriendo la indigestión. ¡Palo y palo! Que aquí la autoridad es muy recta y no me tiembla el pulso para instaurar el orden y la convivencia como debe ser, respetándonos todos como toda la vida, cada uno en su casa y Dios en la de todos.

¡Como se nota que estamos en buenas manos!

Y pal año que viene, nada de conferencias ni de obritas de teatro. Una jura de bandera y la procesión con la legión, como se ha hecho siempre de toa la vida, señores.

Braulio Puñoenrostro, natural de Villazoquete, era una de esas personas que desde su tierna infancia había llevado gomina en el alma, pajarita al cuello y mugre bajo las uñas. También una escopeta de caza y la pátina de

generaciones de terratenientes de sus antecesores a cuestas.

Aquel día venía encendido como una tea y no era cosa de alterarlo cuando ya estaba incandescente, que no le habían elegido los vecinos como regidor de la pedanía por ser hombre contemplativo ni por anteponer la calma a la ira.

En sus mismísimas narices el teólogo ese de la capital le había soltado en la charla del patrono que cuando el Génesis se refiere a la creación del mundo, había dicho a Adán y a Eva que les daba toda hierba y fruto y semilla para comer, pero que no había dicho lo mismo de los animales y de los peces, que de estos no había dicho que se los pudieran comer por derecho, sino que los tenía que gobernar y cuidar y que a ellos y a los mismos animales les daba también la hierba en alimento. Y que nosotros, como es costumbre, nos hemos tomado el brazo por la mano haciendo, sin sensibilidad alguna ni compasión, la horrible matanza de los cerdos y las vacas y las gallinas y todo bicho viviente, a los que esclavizamos, humillamos, maltratamos de mil maneras y convertimos en mera carne cautiva para nuestro consumo y manduca, sin parar en lo que ellos sienten o padecen.

Y una mierda de vaca, había pensado. Este cura es uno de esos anarquistas del papa Francisco, que quieren acabar con la tradición y con la civilización y nos lían con sus monsergas. ¿Cómo va a decir Dios esa majadería? Lo nunca visto. Este tío ha venido a jodernos la fiesta de la patrona, Santa Bárbara, que mal rayo le parta por su divina intercesión, que nos quieren obligar a comulgar con ruedas de molino. Como si no tuviéramos bastante con el ataque constante de los enemigos de la fe, para que ahora hasta un cura rojo les dé la razón con toda esa morralla ecologista y feminista.

Y ya me toca las narices, que llueve sobre mojado, que el otro día recibí una carta de una señorona de Madrid, la dueña del monte alto, que me pide segregar su finca del coto de caza municipal, porque ahora la escandaliza la matanza de zorzales que hacemos, y la muy desgraciada dice que tal es la escabechina que formamos que tiramos por las cunetas miles de pájaros muertos, en vez de comerlos al ajillo como se ha hecho toda la vida. ¡Como si hubiera tantos! que hace años que ya casi no vuelan por aquí por culpa de la sequía.

La señorona quiere que haya un conflicto social por su culpa, quitándonos el coto para que no vayamos a la caza, cuando aquí siempre hemos sido pacíficos y respetuosos y al que no quiere, no le obligamos a cazar. Que para algo ganamos una guerra, para traer paz y la concordia. Encima una tía, que seguro que será frígida y feminista.

No le haga usté caso, Don Braulio, a esa chusma, que aquí nos va requetebién sin tanto señoritingo y tanta élite progre. A cal y canto teníamos que cerrar el pueblo para que no nos llegue toa esa basura que no tiene respeto por ná y se cree que por gastarse cuatro duros en la cantina cuando vienen de vacaciones nos tiene a todos compraos.

Pues conmigo han topado, que igualito les voy a recibir que cuando le dio a esa panda de cabrones de perroflautas por venir a protestar por la granja de cerdos, que bien escaldaos se fueron para la casa de socorro, o esos otros drogadictos que quisieron estropiciarnos la corrida de toros del patrón, que les llovió un saco de ostias que aún deben estar digiriendo la indigestión. ¡Palo y palo! Que aquí la autoridad es muy recta y no me tiembla el pulso para instaurar el orden y la convivencia como debe ser, respetándonos todos como toda la vida, cada uno en su casa y Dios en la de todos.

¡Como se nota que estamos en buenas manos!

Y pal año que viene, nada de conferencias ni de obritas de teatro. Una jura de bandera y la procesión con la legión, como se ha hecho siempre de toa la vida, señores.