A la pintora le gusta hablar de la singularidad de Villacañas, un pueblo de diez mil habitantes, donde, no solo los humedales con flamencos y otras aves lo caracterizan, sino también los silos o viviendas subterráneas en explanadas con chimeneas y lucernas al exterior, donde se guarda la temperatura todo el año.
“Allí vivía, en principio, la gente humilde con todo su ganado y animales. Hoy es una rareza antropológica, de la que da cuenta un interesante museo, que gestiona con inteligencia Rosa Torres”, explica Lola Saelices.
Las anécdotas de los silos y los siliarios son infinitas, desde su victoria sobre los franceses de Napoleón, episodio histórico que se representa en Villacañas todos los años, hasta una gran inundación de agua en los silos que fue un tanto trágica. “Villacañas bien vale una visita para conocer los humedales, los silos, el museo antropológico y su gente. Allí hemos hecho algunas excursiones con los alumnos de pintura”, concluye la autora.
La pintora tiene un gran sentido de la necesidad de un mundo sostenible y es capaz de aprovechar los materiales, soporte y pigmento, hasta el extremo. Le gusta apurar los restos de la paleta en cartones ocasionales y pintar con ellos ángeles o hadas, que fluctúan entre la abstracción o la figuración abocetada.
Una de las series de Saelices con más fortuna ha sido la de mapas, inspirada de modo libre, prácticamente abstracto, en el mundo, en el globo terráqueo, en la que se muestra como una sibila que predice el futuro: “Pinté hace no mucho tiempo el continente europeo y una macha oscura, matérica se instaló en el norte. Luego vino la guerra de Ucrania”, explica.