Mi amigo el vagabundo

Yo quiero dedicar éste a mi amigo el vagabundo, que está siempre apostado a las puertas del “Carrefour·, muy cerquita de mi casa.

Es alto y bien plantado, con una mirada penetrante de sus ojos claros. Por lo general no saluda ni le saludan y nadie he visto que le dé alguna limosna, pero él impertérrito ocupa “la plaza que le ha asignado la sociedad de consumo”, luminosa pero inmisericorde siempre.

Hoy me ha visto después de largos meses sin bajar, pues el tiempo era muy malo y llovía siempre, pero hoy domingo hacía un sol espléndido y una temperatura inigualable, semejante al de la isla de Tenerife que tanto amo.

El vagabundo me ha hecho una gentil reverencia y después ha comenzado a balbucear algo como siempre algo ininteligible pero a la vez de una profundidad insondable. Habla español con acento extranjero y con frases que suelen entrecortarse, y ese acento extranjero tan profundo apenas se le comprende.

Pero si le prestas atención, la atención que merece todo ser humano, comienzas a escuchar consejos como los de Buda o los de Zaratustra. Sí, son consejos para la vida cotidiana y también para la muerte; son cosas muy profundas, extraordinariamente profundas para salir de su boca algo desdentada; pero no olvidemos que mi amigo es un vagabundo, un vagabundo parasitario que en lugar de estar a la puerta de una iglesia está a la puerta de un supermercado de lujo para gentes adineradas y con nombre muy francés: “Carrefour”. Creo que fue un ministro del gobierno el que al dejar de serlo pasó a ser presidente del mismo.

Mi amigo el vagabundo me ha visto con júbilo disimulado y yo a él, sé que se ha creado una amistad entre los dos, el viejo escritor y el alto extranjero de apariencia aristocrática y decir de frases a veces incomprensibles pero siempre profundas, meditadas y geniales; por eso mi amigo el vagabundo me da las buenas noches y me desea felices sueños, pero siempre me advierte que éste mundo está lleno de riesgos, de peligros e incertidumbres

Yo le doy las buenas noches y le deseo felices sueños. Y él sonriente, con sus dientes prominentes y saltones, me hace una reverencia que ni a Luis XIV a la salida del palacio de Versalles.

Así son mis amigos; escritores, poetas, directores generales y vagabundos, qué más da. Así es la vida de maravillosa amigos, y hay saberla disfrutar cuando aún estamos a tiempo de poder hacerlo.