Buda al salir de los majestuosos jardines del palacio de su padre quedó impresionado ante tanta desolación, y se esforzó en inventar un sistema para eludir semejante dislate. Yo mismo me encuentro con ochenta años ante la perspectiva de mi desaparición.
Pero qué diantre de desaparición; la desaparición de mi cuerpo, claro. Pero en la vida de los santos y en su proceso de canonización se dice que la fecha exacta de su nacimiento es la fecha de su muerte en este mundo. Este mundo cuyo final, curiosamente, se fecha a miles de años, cuando el sol envejezca y se torne en una estrella gigante y moribunda que tragará en su crecimiento a Mercurio y a Venus y muy probablemente a nuestro querido planeta.
Tenemos que empezar a mirar nuestra existencia justamente al revés. Esto es, la fecha de nuestro nacimiento para la eternidad es la fecha de nuestra muerte en este mundo. Redimidos del pecado y de la muerte por el mismo Cristo con su sacrificio en la Cruz y por lo tanto eternos como él. Hay que pensar y educar a los niños en la firme creencia de que la vida comienza el día de nuestra desaparición de este mundo. ¿Qué cosa más tétrica y absurda que el que nos coman los gusanos en un estuche enterrado pajo la tierra, o en el mejor de los casos achicharrados en una hoguera infernal?.
La vida verdadera, nuestra verdadera vida, comienza el día de nuestra desaparición en este sueño inquietante. El mismo Calderón de la Barca solía decir que “ la vida es sueño… y los sueños, sueños son”.
Pues si la vida es solo un sueño, preparémonos con valor y certidumbre a comenzar la realidad, y salir de una vez por todas de este sueño que suele tornarse con frecuencia en una pesadilla.
Estoy harto ya de ver morir a mis hermanos y amigos lentamente tras horribles sufrimientos físicos y psicológicos en esa fase que llaman de “terminales”. Celebremos con alegría y no con miedo y temor la salida de este mundo. Pues no vamos a la nada, vamos a la realidad divina para la que fuimos engendrados. Recemos a la Virgen y a los santos que nos van a recibir con los brazos abiertos a la luz y a la felicidad eternas.