Un día nublado, algo apocalíptico, en el que están citados todos los que te conocieron en vida, vamos, en esa cuasi pesadilla que hemos quedado en llamar la vida.
Y con un pie en la muerte, vamos en el cementerio de mi querida Almudena, que me enseñaron mis padres, espatarrado entre éste y el otro, con un pie en el tren de Alta Velocidad rumbo al Sol, esto es al Señor del Universo, tras despertar somnoliento y confuso, te espera la tarde luminosa de la firma, ante Carmelo Segura, el oficinista del Señor del Universo.
Y aparecen entonces Serafina Contreras, y Aurora Viloria, y Elena Pérez García, y Begoña Bilbao, y Pilar G. Matorra, y aquella chica rubia de Egipto y tierra santa, y Almudena Grandes e Isabel Ayuso, y todas las que son, que fueron y que serán para contemplar el veredicto, la horca o la gloria, porque una voz en off repite machacona: “los méritos de este mundo no valen en el otro”. Nada de haber guionista de TVE, ni de haber saludado en el María Guerrero atestado de público, aquí nada te vale, “ el día de la firma”, es ya tu último día, el postrero, el del Juicio Final.
Y así, en ese Valle de Josaffat, que ideó la mujer que más te quiso y que más te ayudó a soportar la vida, Pepita, Pepi para los amigos, en el Valle de Ucanca, junto al Parador Nacional de las Cañadas del Teide, en presencia de mi padre sonriente y en gabardina, habiendo dejado abajo, muy abajo a Paco Alfonso y Maxi; se celebra el Juicio Universal de mi persona, firmo un par de ejemplares en la Sala “Manuel de Falla” y me largo a otra parte, pues en realidad yo he pasado por este mundo como si fuera un sueño, y “la infancia mágica se prolongó una vez más”, y dejo a Prisa, a Anson, y a toda esa mierda miserable en el triste purgatorio, ya que yo me largo hoy, día triste si los haya, en el tren, en mi tren de Alta Velocidad rumbo al sol, al paraíso que siempre soñé, al que siempre anhelé.
Si (
No(
