Tu rostro moreno lucía, no obstante los años, una impensada tersura, gracias a los pómulos pronunciados y al moño en que recogías el cabello a la nuca, tan ceñido, que me hacía temer causaría algún estropicio en tu rostro, de llegar a soltarse.
Yo no te quería, debo confesarlo. Tu trato hosco y modales rudos lograban hacerme sentirte ajena, distante. Una angustia incierta parecía haber agriado de por vida tu semblante. La clásica visión de la abuela amorosa y querendona me era tan extraña y remota, como el cielo raso del caserón, ubicado allá –tan en lo alto– que las bombillas –emulando tu carácter– no alcanzaban a esparcir la mezquina luz que irradiaban.
Era abril y estaba yo próximo a los doce años cuando salvaste mi vida. Jugaba en casa de un condiscípulo –cercana a la nuestra– en compañía de otro amigo. El muchacho era mayor que nosotros, y que nos dispensara su amistad, lo entendíamos como una suerte de privilegio.
Él nos había contado que su progenitor era un empresario adinerado y conocía mucha gente importante. Se trataba de un hombre inmenso, que usaba suspensores y correa al mismo tiempo, lo que –a decir de mi madre– parecía hablar más bien de una persona desconfiada e inestable que de un individuo exitoso y seguro de sí mismo.
En esa ocasión, el hombre no se encontraba en la residencia, y junto a mi compañero, veíamos cómo su hijo manipulaba el rifle de caza que había retirado de un armario. Aquella era la razón de nuestra presencia allí. Desde que nos habló del arma, sólo esperábamos una ocasión propicia para tenerla en las manos. El letal artilugio ejercía una hipnótica fascinación, en nuestra impresionable naturaleza.
En ese momento le advertiste a mamá que me encontraba en peligro. Ella no se detuvo a pensar o cuestionarte; le bastó tu aviso para correr y sacarme de ese lugar.
Estábamos por llegar a casa, cuando sentimos la detonación. Más tarde nos contaron, con ese afán malsano que la gente pone en los detalles, que la bala había provocado un orificio ínfimo, al ingresar en el pecho de mi compañero y una lesión enorme, al salir por su espalda. La gran salpicadura de sangre, impresa en la pared de la tragedia, era prueba de ello.
Luego del funeral de mi amigo, al que asistió todo el barrio, fuimos a visitarte. Mi madre habló largo rato contigo, agradeciéndote, con lágrimas en los ojos, el que le hubieses avisado del peligro que me acechaba. Yo nunca te quise, lo sabías, pero te di las gracias y te regalé una flor.
El ocaso teñía de claroscuros los últimos ribetes del día, cuando nos fuimos. Y aunque con la ayuda de mamá, y los años, conseguí desentrañarlo, recuerdo que por mucho tiempo una interrogante cierta deambuló por mi memoria:
¿Cómo pudiste, ese día, advertirle a mi madre lo que pasaba, si antes de yo cumplir ocho años, tú ya habías fallecido?
* Carlos Morales Fredes – Es un poeta, narrador, cronista, (1951) chileno, residente en la ciudad de Arica, en el extremo norte de Chile. Es socio fundador del Club de Lectura “Cuenta conmigo”. Columnista del periódico ariqueño “La Estrella De Arica", periódico en el que ha conseguido ser el columnistas más leído. Primer premio regional en poesía (1986). Premio especial prosa en concurso nacional de Empresas Denham (2008). Obtuvo en dos oportunidades el “Premio a la creación” del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes con sus obras “Ausenciando”, (cuentos, 2008) y “De Corín Tellado y otras novelas de bolsillo”, (novela, 2015). Es autor de “Crónicas de aeropuerto”, “El resucitador en serie”. Ha participado en numerosas Antologías: “Avisos desclasificados Vol. I”, “La Nueva Nortinidad”, “Catálogo de Escritores de Arica y Parinacota”, (Cinosargo). “Identidad y Pertenencia”, “Muestra Literaria de escritores de Arica y Parinacota”, (Cinosargo), “Antología De Los Extremos De Chile”, Arica–Parinacota, Magallanes–Antártica. Antología de escritores de Arica–Antofagasta, “Antología del Cuento Chileno vol. II”, (Mago Editores), 2016, “Los Diez Mejores Cuentos de Arica–Parinacota” (2018), Antología Binacional Arica–Parinacota, Chile. Madrid–Valencia, España. Su obra “De Corín Tellado y otras Novelas de Bolsillo”, ha sido incorporada por la Doctora Soledad Maldonado Zedano, a su cátedra en la Universidad San Agustín, Arequipa, Perú. (2019)
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