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Pablo Casado no ha conseguido unir a la derecha en un solo bloque (imagen de archivo - captura de pantalla)
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Pablo Casado no ha conseguido unir a la derecha en un solo bloque (imagen de archivo - captura de pantalla)

Casado se blinda en la cima del PP

  • El líder del PP teje una red de incondicionales en los territorios con la que cortocircuitar cualquier intento de desbancarle de la candidatura cuando haya elecciones generales. La dirección nacional admite que Sánchez tiene la legislatura despejada y que toca ahora apuntalar el liderazgo interno de su presidente

lunes 12 de octubre de 2020, 00:49h

12OCT20 – MADRID.- No hay paz para Pablo Casado. Dos años ya desde que fue elegido presidente del PP con el 57% de los votos y no se atisban señales en el horizonte de que el suyo vaya a ser un camino fácil. Ni como líder de la derecha española ni como candidato a la Presidencia del Gobierno. Lo primero preocupa más que lo segundo en la calle Génova, donde está la sede nacional del partido.

El propio Casado reconoció hace unos días en un encuentro informal con periodistas que mucho más que llegar a La Moncloa en tiempo récord le inquieta en este momento consolidar su liderazgo en el partido. Y aunque ante los micrófonos dibuja una organización compacta y sin cuestionamientos a su liderato, la realidad y los hechos apuntan lo contrario.

"Ni el PP ha vuelto, como vaticinó en su discurso de proclamación tras imponerse a Soraya Sáenz de Santamaría, ni se le espera en mucho tiempo como alternativa de Gobierno", lamentan algunos interlocutores críticos con la actual dirección. De hecho, nada de lo pronosticado para este otoño por el sanedrín que acompaña en las decisiones a Casado se ha cumplido. Ni el Gobierno de Sánchez registra en los sondeos un desgaste notable por la gestión de la pandemia, ni la crisis ha traído de momento un drástico recorte en el gasto público, ni el Gobierno de coalición se ha roto, ni el PP roza siquiera los talones en las encuestas a los socialistas.

El espacio del PP, lejos de ensancharse, se ha visto achicado. Lo certifican incluso las empresas demoscópicas que mejores resultados acostumbran a proyectar para la derecha. Esta misma semana la de GAD3 fue un auténtico mazazo para los populares: 18 diputados menos para el PP y 13 más para Vox, su principal competidor. ¿La Kitchen? ¿Las consecuencias de la disparatada gestión de Ayuso durante la pandemia? ¿La destitución de Álvarez de Toledo, como ella mismo dijo (¡hay que tener un alto concepto de una misma para creerlo!)? ¿Un liderazgo fallido? A saber.

Lo cierto es que mientras el Gobierno de Sánchez se mantiene en los sondeos, la CEOE se entiende y pacta con una ministra "bolivariana" como Yolanda Díaz, Ciudadanos mantiene abierta una permanente vía de diálogo con el Ejecutivo y se allana el camino para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, Casado sigue atrapado entre dos fuegos: el de Vox y el del oscuro pasado de quienes le antecedieron en el cargo y algunos de los dirigentes que le apoyaron en las primarias.

El primero, además de liderar la agenda del bloque, tendrá en breve su jornada de gloria con una moción de censura pensada más para mantener viva la disputa por la hegemonía de la derecha que para sumar votos, que no tendrá, con los que sacar a Sánchez de La Moncloa. El segundo, con la aprobación de la comisión de investigación parlamentaria sobre Kitchen que la próxima semana arranca en el Congreso, será una dosis de recuerdo de por qué los populares salieron del Gobierno hace dos años. Para colmo, en las próximas semanas pasarán ante los tribunales el anterior ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y su secretario de Estado, Francisco Martínez, ambos imputados por el uso de fondos reservados para operaciones como el espionaje a Bárcenas. Y esto a pesar de que el PP cree haber encontrado una vía de desgaste para Sánchez en la decisión del juez García Castellón de pedir al Supremo que investigue a Pablo Iglesias por el "caso Dina". La falsa equivalencia entre este asunto y la Kitchen se cae por su propio peso.

Así que ni Casado es el Rajoy de 2011 que rentabilizó electoralmente la crisis económica de 2008 ni Sánchez tendrá, de momento, que aplicar importantes recortes como los que tuvo que aprobar Zapatero, porque a diferencia de entonces cuenta con la importante inyección de liquidez aprobada por Bruselas. Y a ello se suma que empresarios y valedores de la candidatura que aupó a Casado a la presidencia del PP han empezado a dudar de la idoneidad del presidente de los populares.

Reveladoras han sido en este sentido las palabras de José María Aznar en una conferencia telemática donde evitó confirmar que Pablo Casado fuese el líder que el Partido Popular necesita en este momento. "Es el líder que tiene el PP; el elegido por el PP", respondió al ser preguntado por la cuestión y antes de zanjar el asunto con un "ganarse los galones es responsabilidad de cada uno".

Para Aznar, el Partido Popular tiene la responsabilidad de configurar una alternativa desde una posición muy difícil" y, a diferencia de él, que dejó un "centroderecha totalmente unido", ahora lo que hay "es un espacio dividido, fragmentado y a veces en confrontación", que a su juicio favorece poco la expansión de la alternativa política en España. "Con Vox o sin Vox en la escena, Casado no da la talla", apostillan otros populares.

Consciente o no de que en los mentideros de la política no hablan del suyo como un liderazgo incuestionable y de que en los territorios hay serias dudas sobre su futuro al frente del partido, Casado ha decidido blindarse orgánicamente tras haber sumado en un año cinco derrotas electorales y escuchar de cuando en cuando el eco de quienes en su propio partido le consideran un líder de transición que caerá más pronto que tarde con algún movimiento inesperado. No ahora, sino cuando queden meses para las elecciones generales que, en el seno del PP, ya dan por hecho que no serán antes de dos años.

Solo en este contexto se interpretan algunas decisiones que el líder del PP ha empezado a hacer en algunos territorios rodeándose de incondicionales para cortocircuitar en el futuro cualquier movimiento que pretendiese desbancarle de la candidatura a las generales. Sin congreso y sin primarias, ha situado esta semana como presidente del PP a Carlos Iturgaiz, a pesar de su clamoroso fracaso electoral del pasado julio y después de haber fulminado entonces a Alfonso Alonso de la candidatura de las autonómicas. Cae así Amaya Fernández, la que fuera número dos de Alonso e integrante del ala más moderada del partido. Casado no ha esperado siquiera al congreso regional que el partido tiene previsto para 2021.

El líder del PP ya apostó por una fuerte renovación para los carteles electorales de las municipales y autonómicas del pasado mayo. Cambió al 78% de los cabezas de lista en las capitales de provincia y al 85% en las comunidades autónomas. Los únicos aspirantes a gobierno regional que repitieron como candidatos respecto a 2015 fueron el extremeño José Antonio Monago y la navarra, Ana Beltrán. Especialmente polémicas fueron las designaciones de Martínez Almeida e Isabel Díaz Ayuso al frente de la candidatura de la capital y la Comunidad de Madrid, ambos hoy en el Gobierno gracias al apoyo de Ciudadanos y Vox. A Almeida ahora no solo no lo cuestiona nadie después de haber afianzado su imagen de alcalde dialogante, batallador y en primera línea del combate durante la primera ola de la pandemia, sino que tampoco ha habido contestación interna a la decisión de Casado de auparlo a la portavocía nacional del partido, desde donde, sin embargo, ha empezado a romper ese discurso de alcalde de todos (este mismo viernes calificó de "tropelía" y "155 sanitario" la declaración de alarma para Madrid). En el caso de Ayuso, su obsesión por confrontar con el Gobierno de Sánchez, sus polémicos "fichajes" y su incompetencia manifiesta durante la crisis sanitaria ha dado no pocos quebraderos de cabeza en Génova como consecuencia del notable malestar entre los barones con responsabilidad institucional, que se han negado a asumir como propio el modelo de gestión de la madrileña y sus excentricidades y que se quejan además de cómo el discurso de la presidenta contribuye a derribar la imagen de buenos gestores que siempre han querido cultivar algunos dirigentes del PP.

La pandemia y los eternos líos del PP de Madrid han servido de excusa para que la dirección nacional decidiese dar tiempo al tiempo y congelar el congreso regional que sigue pendiente de celebrarse desde la abrupta salida de Cifuentes en 2018, la creación de una especie de gestora y el compromiso de Génova de convocar el cónclave inmediatamente después de las elecciones autonómicas de mayo de 2019. De momento, no hay fecha ni tampoco intención de que se celebre. Los de Casado se acogieron a un punto de los estatutos, el 40.1, para nombrar directamente al presidente y el secretario general –Pío García Escudero y Juan Carlos Vera– sin hacer formalmente una gestora, aunque de hecho actúe como tal. En septiembre del año pasado, Vera fue sustituido al frente de la secretaría general por el mismo procedimiento "digital" por Ana Camins, una diputada de la generación del "tamayazo" en clara sintonía con Casado. Sea cuando fuere, lo que se da ya por descartado es que Ayuso presida el partido en Madrid. De hecho, cobra fuerza el nombre de Camins para la presidencia frente a quienes apuestan por el actual alcalde de la capital.

Parecida tensión se vive entre los populares valencianos, donde la dirección nacional tampoco ve con buenos ojos a Isabel Bonig. De hecho, hace dos años Casado ya envió una primera señal a la presidenta del PP valenciano a cuenta del reparto de cargos de su nueva ejecutiva, donde situó a Vicente Betoret como secretario de Política Provincial. Hoy es Betoret, de la confianza de Casado, en quien Génova piensa para asumir las riendas del partido.

El medido cálculo en la selección de los responsables territoriales favorecerá, sin duda, el blindaje del que pretende dotarse Casado frente a los barones en el caso de que alguien, como el gallego Núñez Feijóo –eterno aspirante–, pretendiera una movimiento para apearle de la presidencia, gane o pierda elecciones. La fórmula ya estaba inventada. La usó Pedro Sánchez en el PSOE hace años y fue como se desprendió del sector crítico. Hoy el socialismo ya es solo "sanchismo" entre sus cuadros territoriales, con alguna excepción entre los barones que ya gobernaban con anterioridad a la era Sánchez. La diferencia es que el secretario general de los socialistas ganó después dos elecciones generales y Casado no parece que tenga muchas posibilidades.

Esther Palomera

@estherpalomera

FUENTE: elDiario.es

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