Vincula a los deseos humanos con las aspiraciones de las personas, pero también reconoce que muchos deseos no se llevan a la práctica y no causan procesos de acción.
Y esto sucede porque como escribe Wollheim «Estos deseos, al ser nuestros deseos, nos ofrecen razones para actuar pero se trata de razones que no nos convencen». El anclaje de los deseos en las realidades en las que estamos inmersos es algo indudable desde una perspectiva psicológica y filosófica.
Las emociones están directamente relacionadas con las experiencias de satisfacción o decepción. La fuerza de las emociones contrasta y es comparable con el nivel de riesgo que cada persona está dispuesta a aceptar en su vida.
A mi juicio, el mundo y la vida son realmente emocionantes tomando como base el auténtico ejercicio de la libertad. El propio ejercicio de las pasiones es fuente de emociones gratificantes. O como dice Wollheim « A alguien que esté realmente entretenido le parece que el mundo es un lugar entretenido. Aquí debemos situar las llamadas emociones sin objeto». Los deseos tienen la potencia para transformas unas emociones en otras. Las creencias también pueden hacer que sean más intensas las emociones humanas.
Se puede distinguir entre emociones fácticas y epistémicas. Estas son el miedo, el terror, la preocupación y la esperanza. La peor es el miedo ya que en la mayoría de las situaciones proviene de procesos imaginativos que superan el principio de realidad.
De todos modos, las emociones que derivan de los hechos son más abundantes: asombro, enfado, alegría, rencor, tristeza, sorpresa, etcétera. Conocimiento y emociones conforman la inteligencia humana de un modo extraordinariamente complejo.
Las personas evalúan la realidad que viven y realizan sus conductas en función de sus valoraciones y esto no hay que olvidarlo nunca. En el pensamiento de nuestras emociones no siempre nos dejamos llevar por la pura racionalidad, ya que el mundo de los sentimientos supera las razones.
El mismo Wolheim indica que «En nuestra vida emocional, no siempre sentimos que tengamos la razón de nuestra parte». Desde una perspectiva interna está claro que las emociones están influidas y mediadas por pensamientos casuales, sentimientos, deseos y fantasías y también por razones y esperanzas. El pensamiento está también influido por la emoción y viceversa. No son antitéticos.
No se ha afirmado suficientemente la gran función de la imaginación en las emociones y también en los pensamientos. Una educación de los sentimientos y las emociones puede realizarse de múltiples maneras. En cualquier caso, es evidente que un afinamiento de la sensibilidad es algo deseable para incrementar la capacidad de sentir mejor y de vivir las emociones de la mejor manera posible.
También la experiencia es esencial para apreciar el valor de las emociones y para saber modularlas de formas más plenas y satisfactorias. En un mundo que cada vez es más de sensaciones parece que la utilidad de las emociones es cada vez mayor.
La integración de la masa ingente de información que entra por nuestros sentidos cada día proporciona a los sujetos un rico mundo de impresiones que pueden ser reelaboradas y recreadas con la imaginación y con la fuerza emocional de cada uno.
En este sentido, parece innegable que estamos asistiendo a la entrada en la era de las emociones. La curiosidad y la capacidad de explorar también son potencias que nos ayudan a emocionarnos con lo que hacemos. Todo lo grande que se hace en el mundo está impulsado por las emociones en gran medida y también, como es lógico, por la razón y la racionalidad. La energía de las emociones impulsa a actuar y a ser activo en la realidad existente y esto es, indudablemente, esencial.
En definitiva, este libro del que he comentado algunas cuestiones es una lectura altamente recomendable para las personas interesadas, en un conocimiento minucioso de lo que es la filosofía aplicada, en relación directa con las emociones, sentimientos, creencias, estados mentales y disposiciones cognitivas. Son lo que da forma a las conductas.