El pensador español pone énfasis en la significación de los usos sociales como una especie de normas de comportamiento. Y es cierto que existen esquemas de acción prefijados con los que realizan sus conductas una gran cantidad de personas en el mundo occidental. De lo que no cabe duda es de que como escribió Goethe «Solo a través de la iluminación del pasado podemos entrever el significado del presente». En efecto, estamos hechos de pasado todos y todas.
Ortega insiste en que la vida es cambio. Pero, sobre todo, diría que es un dinamismo personal. Los sujetos siempre están transformándose en su trayectoria vital. Fundamentalmente, porque ejercen su libertad de modo pleno. Puesto que como escribe Ortega «Solo la muerte, al impedir un nuevo cambio, cambia al hombre en el definitivo e inmutable sí mismo, hace de él para siempre una figura inmóvil; es decir, lo liberta del cambio y lo eterniza». Indudablemente, la presión social existe en todas las sociedades. Pero, la fuerza de la libertad de cada sujeto es más fuerte que lo social, aunque parezca que no. Frente a las opiniones reinantes existen también otras opiniones que se pueden denominar particulares y que discrepan de las más compartidas socialmente.
Ortega critica que grandes sociólogos como Comte, Durkheim o Weber o un filósofo como Bergson no dediquen unas páginas a explicar realmente lo que es la sociedad. No le parece que sea lo más acertado que se centren exclusivamente en explicaciones o descripciones de los fenómenos sociales o de las circunstancias concretas por las que atraviesan los seres sociales que son los individuos. Es preciso ir a la esencia de lo social o, si se quiere, a lo que define a las sociedades en sí mismas, de un modo profundo.
A mi juicio, la sociedad actual es muy heterogénea y esto implica que existen muy diversos planteamientos y formas de entender la vida. Los prejuicios, la desinformación y la confusión de planos y de ideas es algo que se puede observar en la realidad social. Por supuesto, que existe una cantidad considerable de personas bien informadas y con criterios y sistemas de argumentación sólidos, pero esto no es algo que comprende a todos.
El relativismo y el escepticismo radical forman parte importante de la sociedad del siglo XXI. Estamos asistiendo al derrumbe de una era de la cultura que está siendo sustituida por una era de la diversión y de la superficialidad, de modo general.
La unión o cohesión social está disminuyendo y se puede decir que, en parte, desapareciendo. El individualismo más feroz es lo que domina en la sociedad. Todo o casi todo es efímero y pasajero. Se puede decir que casi todo tiene que ser instantáneo o casi. Es el minimalismo en casi todo y la fugacidad y la rapidez sin más. La aceleración del consumo, de la producción y del ocio llega hasta unos niveles que impiden una vida realmente intensa y cargada de un sentido profundo y real. La eficiencia se ha impuesto junto con la tecnología a la propia vida. Se entiende que se incremente el número de depresiones.
El mundo digital en el que estamos instalados se cobra su factura, ya que, por ejemplo, la ludopatía en sus múltiples formas está haciendo un daño tremendo a jóvenes y adultos y también a familias enteras. Es difícil encontrar la solución a estos problemas, porque las adicciones al tabaco, a las drogas y al alcohol requieren de muchos medios médicos y de prevención. Si se añaden las desigualdades económicas, sociales y culturales y las bolsas de pobreza el panorama no es alentador.
Contra este estado de cosas se lucha desde la formación y con la cultura y el arte. La sociedad debe darse cuenta de que no estamos en el mundo solo para divertirnos. Podemos hacer muchas más cosas de provecho para nosotros y para los demás.