A las 4.00 horas de aquella madrugada, llegó un niño que por la dificultades del parto, nació muerto. Mientras la madre trataba de recuperar el aliento, el médico se dispuso a marcharse. Ya no tenía nada más que hacer allí. Sin embargo no todo había acabado. 35 minutos más tarde, un segundo niño nacía vivo y en buen estado. Su padre decidió llamarlo Elvis Aron, y a su gemelo que nació muerto, Jesse Garon. Al día siguiente, enterraron a Jesse en una tumba sin nombre.
Los padres de Elvis Presley procedían de familias de aparceros pobres de Mississippi. Vernon Presley y Gladys Smith tenían respectivamente 17 y 22 años cuando se casaron y eran tan pobres que para pagar la licencia matrimonial debieron recurrir a parientes y amigos para reunir el dinero. Gladys Smith era una chica trabajadora, ambiciosa, atractiva y con una afición musical anterior a su matrimonio. Vernon en cambio era un “tiro al aire” que jamás tuvo un empleo fijo y que empinaba el codo con frecuencia más de lo deseable. Años más tarde, Elvis diría que su padre, “se pasó toda la vida con dolor de espalda y que era incapaz de trabajar así le apuntaran con una pistola a la cabeza”
Por si fuera poco, Vernon Presley fue a dar con sus huesos a la cárcel por haber falsificado un cheque que recibió como pago de su patrón y aunque la estafa era insignificante, el juez del condado le aplicó una severa pena que le condenó a tres años de reclusión en la dura prisión del estado donde para su desgracia, debió soportar duros trabajos forzados. De la prisión salió al cabo de un tiempo -precisamente-, gracias al indulto que le concedió el gobernador a petición del propio patrón a quien Vernon había intentado engañar.
Mientras Vernon permaneció en la cárcel, Elvis y su madre fueron desahuciados de su pobre casa de madera y se fueron a vivir con unos familiares. Durante seis meses, Gladys Presley, siempre acompañada de Elvis, hizo autostop para visitar a Vernon en la cárcel.
Esta situación de pobreza extrema hizo con seguridad que naciera la estrecha relación entre madre e hijo. Gladys había perdido un bebé, después perdió temporalmente a su marido en la cárcel y, durante esa época, Elvis era todo lo que tenía en aquel mundo tan poco amable en que le tocaba vivir.
Debido a que los Presley estaban entre las familias blancas más pobres, vivieron siempre en las zonas marginales de la ciudad de Tupelo muy cercanas a los ghettos de chabolas de los negros y la música que salía de los garitos y de los bares de gramola se podía oír toda la noche.
La familia Presley era muy religiosa y desde su infancia, Elvis tuvo contacto con los cantantes negros que interpretaban las canciones religiosas en los oficios dominicales en medio de grandes alaridos y contorsiones que con seguridad, influenciaron de manera notable su peculiar estilo de cantar. Elvis pasó por la escuela sin pena ni gloria y fue un estudiante mediocre. Ni bueno ni malo aunque siempre destacó por sus buenos modales y cortesía.
A los 11 años, Elvis quería una bicicleta para su cumpleaños, pero Gladys le convenció para que se decidiera por una guitarra de 12 dólares. Su padre se burló de ello: «Nunca vi a un guitarrista que valiera algo».
En 1948, cuando Elvis tenía 13 años, Vernon y Gladys decidieron mudarse de Tupelo (Mississipi) a Memphis (Tennessee) en busca de mejor fortuna y cargando sus escasos bártulos en su destartalado coche dejaron Tupelo para siempre para comenzar una nueva existencia lejos de allí.
Para entonces, Elvis era casi un adolescente. Asistía al colegio local para blancos y, a pesar de su timidez, su voz se hizo muy popular entre las chicas. Muy mimado por mamá, hizo pocos amigos en el colegio. Con los años, sus mejores amistades sólo las compondrían las mujeres.
A los 16 años, Elvis con el dinero de sus trabajos temporales, comenzó a comprarse la ropa más estrafalaria que pudo encontrar. Una chaqueta rosa, zapatos blancos y pantalones negros de pinzas con una tira rosa pálido bajando por la costura. Poseía una abundante melena, cada vez más larga, y usaba tres tipos diferentes de fijador para mantenerla en su sitio. Tan pronto le salieron, se dejó crecer un par de afiladas patillas.
Sin duda hoy mismo es difícil ser original al contar o escribir algo referido a Elvis. Hay más de 2.500 “biografías auténticas” publicadas en el mundo entero y sin duda cada una de ellas, tiene algo de auténtico si bien estos datos “veraces” son los mismos en todas esas biografías. Separar la leyenda del personaje real es tan difícil como imposible ya que el mito de Elvis, comenzó a tejerse al mismo tiempo en que decidió acudir un día del verano de 1953 a la Sun Records, para -según una costumbre bastante común en la época-, hacer una grabación para obsequiar a su madre. Contrariamente a lo que se ha dicho, con aquella grabación “casera” no pasó absolutamente nada ya que era una grabación casi de broma similar a lo que sería hoy mismo, hacerse una foto en un fotomatón, es decir tenía un propósito único y concreto.
Elvis no era consciente en aquel momento (y posiblemente no lo fuera durante mucho tiempo) de lo que estaba próximo a sucederle, como tampoco lo fue de aquella fortuita y afortunada cadena de hechos ocurridos desde que aquella grabación casual quedara archivada en la Sun Records para que su propietario, el también “famoso” (al rebufo de Elvis) Sam Phillips al revisar meses después, los trabajos realizados en su estudio de grabación pensara (aunque no muy convencido en un primer momento), que aquel muchacho podía tener algún futuro como cantante.
Según la leyenda, Phillips llevaba años diciendo: ‘Si pudiese encontrar un blanco que tuviese el sonido y el sentimiento de los negros podría ganar un millón de dólares’. Siguiendo con la repetición de hechos que han llegado a conformar la “leyenda” de los comienzos de Elvis, meses después la secretaria de Sam Phillips decidió un día volver a escuchar la grabación de aquel muchacho tímido que quería grabar un disco para su madre: “Decidí escucharlo —recordaría Keisher—, y al oírlo cantar me pareció poco común. Parecía reunir todos los estilos musicales en uno solo. Es curioso, En ese momento me di cuenta de que Elvis los tenía”. De estos datos se deduce que contrariamente a lo que se ha afirmado, desde el primer acercamiento de Elvis a la Sun Records y su posterior y fulminante salto a la popularidad, transcurrieron muchos meses y no fue algo inmediato como se ha repetido tantas veces. Sam Phillips se tomó su tiempo y examinó con calma darle una oportunidad.
En enero del año siguiente, Presley fue a buscar a Phillips, pero no lo encontró. Lo buscó en una y otra ocasión, hasta que por fin logró verlo. Cantó dos canciones, pero Phillips no vio nada extraordinario. Lo volvió a citar unos meses después para que cantara un tema ya cantado por artistas negros: Without You, y algunas canciones de Dean Martin. Aunque no lo había seducido, creía que podría encontrar en aquel muchacho algo diferente.
Phillips creía y no creía. Oía a su secretaria, dudaba, se convencía y volvía a dudar. “Ninguno de nosotros podía sospechar que él iba a ser tan grande”, diría muchos años más tarde. Por fin llamó a su viejo amigo Scotty Moore y le comentó sobre aquel muchacho que era “algo diferente”.
Moore lo oyó. Dijo que era nervioso, tímido y educado. “Él sabe que tiene talento y lo único que necesita es un poco de confianza”. La confianza fue llegando, primero por las reiteradas reuniones con Scotty Moore y Bill Black, un amigo del amigo, y luego, porque el tocar y ensayar y darle y buscar, lo liberaron de los yesos y una tarde, la del 5 de julio de 1954, durante otra de aquellas sesiones, tomó la guitarra y empezó a jugar a ser Elvis con una canción que luego cantaría millones de veces, That’s All Right (Mama), de Arthur Crudup.
Phillips se quedó asombrado de que el muchacho conociera la canción, pero también vio algo completamente fresco en él. Ni blanco ni negro ni hillbilly ni blues, no encajaba en ninguna categoría de una Memphis musicalmente segregada. La pregunta era: ¿quién se atrevería a emitirlo por la radio? Demasiado negro para los discjockeys blancos, demasiado blanco para los locutores negros.
Un disc jockey local que tenía fama de seleccionar discos negros que gustaban a los adolescentes blancos, se atrevió con la novedad. A la noche siguiente, lo puso 11 veces y la audición quedó literalmente hipnotizada del influjo y fuerza que emanaba de aquel chico desconocido. En pocos días, las peticiones del público hicieron furor. Había nacido el “Fenómeno Elvis”:
Catorce día más tarde, aquella canción estaba prensada y comenzaba a venderse en las tiendas de discos de Memphis, y en general, de todos los pueblos y ciudades de Tennessee. El lado B del disco tenía Blue Moon of Kentucky, de Bill Monroe. Una quinceañera de nombre Eldene Beard fue la primera persona que compró ese disco, y pasó a la historia por ser la primera que compró una grabación de Elvis Presley. Pagó 50 centavos de dólar por el en Charles Records.
Una semana más tarde, Elvis actuó como “relleno” (telonero) de una estrella de la época, ante varios centenares de personas en un parque la ciudad y recordando esa ocasión, Elvis diría años más tarde que su terror a salir al escenario era tan grande, que literalmente sus piernas no podían dejar de moverse, situación que se mantuvo mientras cantaba la canción elegida para la ocasión. Cierto o no, el caso es que a poco de comenzar con sus frenéticos movimientos, el público femenino comenzó a gritar. Completamente desconcertado por la reacción, Elvis se dirigió a Sam Phillips cuando bajó del escenario. «¿Qué he hecho?», preguntó. «No lo sé, pero sea lo que sea, hazlo de nuevo» le respondió Phillips antes de empujarle hacia el escenario para que cantara un bis.
Aquella noche, a los 19 años, la vida de Elvis Presley cambió para siempre. En cuestión de 10 días, pasó de ser un adolescente educado y muy introvertido que albergaba un sueño, a grabar un disco y tener un parque lleno de chicas gritando. Nada volvería a ser igual. Nadie había visto nada semejante, sus movimientos, sus párpados pintados, y ese tupé de pelo grasiento que le caía sobre los ojos tan pronto comenzaba a cantar. El único acompañamiento de Elvis eran dos guitarras y un contrabajo, al que poco después añadiría una batería. De manera accidental y por la falta de medios para pagar una orquesta, Sam Phillips había dado con el esquema de acompañamiento perfecto: dos guitarras, un contrabajo y batería. Lejos quedaban las orquestas de los almibarados “crooners” de épocas anteriores. El impacto fue instantáneo. De inmediato surgieron las ofertas para actuar, primero en Memphis y después conciertos, radio y grabaciones por todos los estados sureños.
Elvis cultivó sin quererlo dos personalidades muy distintas. En el escenario (o en el estudio de grabación donde únicamente él tenía la última palabra para decidir el “take” final) era enérgico, decidido, lascivo y con una fuerte carga erótica que cultivaba de manera premeditada con sus ojos de espesas pestañas realzadas con rimel y sus labios gruesos pintados con carmín brillante para hacerlos más provocativos. Fuera del escenario y lejos de las muchachas que le acosaban volvía a ser el sencillo muchacho, tímido y querendón de su madre.
Su representante
Elvis necesitaba proyectarse al resto del país y para ello precisaba de un agente o representante con buenos contactos y es entonces cuando hace su aparición en escena, un turbio personaje, un falso coronel de opereta que valiéndose de artimañas puesto que Elvis era menor de edad, consigue engañar a sus padres y les hacer firmar un contrato leonino que le daba absoluta potestad para decidir todo lo relativo (como ocurrió) a la vida artística de Elvis.
El coronel no era quien aparentaba ser. No era un ex militar, su apellido no era Parker y ni siquiera era estadounidense, a pesar de afirmar que nació en West Virginia. Increíblemente, durante 30 años, su secreto se mantuvo a salvo.
En 1955, todos aquéllos que conocían al coronel Parker afirmaban que había trabajado como feriante. Tenía un número de gallinas bailarinas, los pollos bailaban cuando sonaba la música. Lo que el público desconocía es que cuando sonaba la melodía, las gallinas recibían una descarga eléctrica de una resistencia colocada bajo sus patas. Era un personaje desagradable, acostumbrado a salirse con la suya y lo suficientemente inteligente como para vislumbrar el potencial de la industria musical. El negocio más redondo que hizo en toda su vida fue convencer a los padres de Elvis para que le contrataran como manager. Convirtió a Elvis Presley en el artista más famoso de todos los tiempos, pero cuando los progenitores firmaron el acuerdo, nunca se imaginaron que su hijo lo pagaría con creces.
Cuando el falso oficial Tom Parker logró hacerse con el contrato artístico de Elvis, tuvo que pagar a Sam Phillips 40.000 dólares. En 1955, esa cantidad era el máximo que jamás se había pagado por el traspaso de un artista y a pesar de su popularidad en los estados del sur, carecía de un éxito nacional.
Aquel octubre, tan pronto se convirtió en el responsable del chico, Parker se hizo con el control del 25% de los ingresos de Elvis y estableció tres objetivos: discos, televisión y cine. Su primera tarea era obtener un contrato con una gran discográfica nacional o incluso internacional. RCA ganó la carrera, todas las demás discográficas habían pujado pero fueron retirándose ante su elevado precio.
La televisión fue el siguiente paso y gracias a los contactos de Parker, Elvis apareció en la cadena pública estadounidense cuatro domingos seguidos por la noche.
En su primera actuación televisiva, hubo algunos gritos y también confusión debido a que el público del estudio de Nueva York no sabía muy bien qué hacer. Tres semanas después, el programa se emitió en todo EEUU. Elvis Presley, con sólo 21 años, se convertía en una revelación nacional.
Mientras los padres contemplaban con desagrado sus apariciones en la pantalla, considerándole obsceno y una mala influencia moral, sus hijos se enamoraron de él. Las chicas le adoraban por ser apuesto, vibrante y lleno de energía, mientras que los muchachos sencillamente querían ser Elvis: el hombre al que ya denominaban como Elvis the Pelvis.
Incluso el FBI tomó cartas en el asunto. Un confidente habitual informó al director del FBI, J. Edgar Hoover -años más tarde se supo que era un homosexual reprimido que se travestía- que «ver y escuchar a Elvis podía conducir a la permisividad sexual y a las orgías». Cabía la posibilidad de que Elvis fuera un «drogadicto y un pervertido sexual»
Su relación con el coronel distó de ser estrecha, nunca estuvo en la casa de Parker y en raras ocasiones le invitó a la suya. Elvis le estaba agradecido por convertirle en una estrella, pero también le temía. El coronel Parker nunca dejó de advertirle sobre las féminas. Casarse o dejar a una chica embarazada le podía devolver al lugar de donde vino. A Elvis aquello siempre le aterrorizó.
Su madre no pudo soportar la fama
Para Gladys Presley su éxito trajo consigo una mezcla de emociones. A ella nunca le gustó la fama de su hijo, aunque él le comprara un Cadillac rosa (que nunca aprendió a conducir), pieles y regalos. Por su parte, el vago y mujeriego Vernon dijo que sí a todo cuando Elvis hizo posible que él se retirara a los 39 años.
En la primavera de 1957, compró Graceland, una mansión blanca construida sobre una pequeña loma al sur de Memphis, rodeada por 5,6 hectáreas de tierra. La casa con su gran pórtico y sus 23 habitaciones tuvo que parecerle un palacio al matrimonio Gladys-Vernon y la madre del marido, Minnie Mae Presley, que se mudaron a la mansión con Elvis. Al poco tiempo, Gladys ya tenía gallinas en el jardín, como si Graceland fuera una granja.
Aquellos días tenían que haber sido los más felices de su vida, todos sus sueños se habían cumplido un millón de veces, pero Gladys se sentía infeliz. Vernon la golpeaba cuando Elvis no estaba. «Si te vuelve a poner la mano encima, le mato», advirtió Elvis. Gladys buscó consuelo en la bebida y en las pastillas adelgazantes para intentar perder peso y olvidar la depresión.
Durante dos años, Elvis trabajó sin apenas descanso. Después vino el mazazo. En la primavera de 1958, en la cumbre de su primera fama, Elvis fue llamado a filas. El rey del Rock and roll se convirtió en el cabo US5331076. De un salario de varios millones al año, pasó a cobrar 78 dólares mensuales. Elvis fue enviado a Alemania.
Cuando le llamaron a filas pidió ser uno más. Lo destinaron a Alemania y allí conoció al amor de su vida, Priscilla Beaulieu, la bella hijastra catorceañera de un oficial estadounidense destinado allí. Ascendió a cabo y comenzó a vivir como un 'rey'. Poseía una gran casa fuera del cuartel, sus ayudantes le planchaban los uniformes y tenía a su novia cada vez que quería
En agosto de 1958, Elvis recibió una llamada de un amigo, empleado suyo. Su madre había sido ingresada y estaba muy enferma. De inmediato fue a hablar con su joven comandante en jefe para solicitar un permiso especial. «¿Ha muerto ya su madre?», le preguntó.«No. Señor», respondió Elvis. El permiso fue denegado.
Furioso, fue a otro oficial y amenazó con desertar. Temiéndose un gran escándalo que habría supuesto la deserción más célebre en la historia del US Army, la cadena de mando se movió rápidamente y Elvis fue llevado a Memphis al lecho materno.
Gladys, con hepatitis, estaba en un estado crítico. Tras pasar un rato conversando, ella le convenció para que se fuera a casa a descansar. De madrugada sonó el teléfono. Ella había muerto. Tenía 46 años.
Hay convencimiento pleno entre todos los que conocieron a Elvis que la muerte de su madre marcó un antes y un después tanto en su vida personal como en su carrera. El mismo solía decir que ya nada sería igual para él y que con la muerte de su madre había desparecido la principal razón que tenía, para vivir. No obstante, al cabo de un tiempo y habiendo terminado de manera impecable con el cumplimiento de su servicio militar la vorágine de su vida artística volvió a absorberle por los próximos diez años.
El astuto Tom Parker, manager de Elvis, había tenido el buen ojo de acumular material discográfico del artista, antes de su marcha a Alemania con el propósito de difundirlo de manera gradual para mantener vivos el nombre y la magia de Elvis entre sus "fans".
Los dos años que Elvis permaneció en Alemania sólo contribuyeron a aumentar su fama y a crear entre sus "fans" tal clima de ansiedad por el regreso del ídolo que cuando éste volvió de cumplir su servicio militar, las autoridades norteamericanas desplegaron 2.500 policías para mantener el orden entre sus "fans". El álbum “Elvis Is Back”, lanzado junto con su regreso a EE.UU. es más que posiblemente, el mejor de toda su extensa discografía y marcó de manera definitiva el regreso triunfal del Rey que nuevamente, volvía a la locura en que se convirtieron los 10 años siguientes durante los cuales filmó más de una veintena de películas y grabó casi 200 discos Long Plays.
Considerado el más grande cantante popular de todos los tiempos y que hoy a 42 años de su muerte, sigue tan vivo como entonces sus fans en todo el mundo siguen escuchando su música y sucumbiendo al mágico influjo de sus canciones que grabó a centenares (registró más de mil) y que tienen sin embargo, un detalle poco común en la producción musical de otros cantantes y es que ninguna de las canciones de Elvis, se parece a otra y cada una tiene características que las hacen únicas. Un repaso superficial de sus grabaciones haría imperceptible esta cualidad pero un buen conocedor de su música comprenderá de inmediato de que estoy hablando.
A partir de aquí la historia es más que conocida. Elvis se convertiría en la más rutilante estrella del “show bizz” durante algunos años, hasta que el arrollador éxito de los geniales “The Beatles” a comienzos de 1963, hizo parecer en algún momento, que su estrella declinaba aunque nunca dejara de vender millonarias cifras de discos. En 1968, Elvis de manera abrupta, dejó de aparecer en escena y se recluyó en su mansión rodeado de sus amigos, la llamada “Mafia de Memphis”, que prácticamente hacía inaccesible cualquier acercamiento al Rey y llegó a especularse con la noticia del definitivo abandono de su carrera artística.
Hacia 1970, hizo nuevamente su aparición en los escenarios de EE.UU., pero el Elvis que llegaba ahora, era diferente al anterior y con un look completamente alejado de la imagen contestaria de sus primeros años. Enfundado en ajustados trajes de lentejuelas con altos cuellos y capas de volantes, adquiría un curioso aspecto “kitsch”.
Este nuevo “look”, impropio de un Elvis que años antes había vuelto del revés al mundo entero, provocó que infelizmente, fuera esa la imagen que ha perdurado desde entonces en la mayoría de las personas que llegaron tarde al conocimiento de su personalidad, el rock y su música.
Los multitudinarios conciertos que dio en hoteles de Las Vegas, en su mayoría para un público compuesto por maduros matrimonios que disfrutaban viendo a un Elvis caricaturizado dieron sin embargo, algunas de las más geniales interpretaciones del ídolo que en esta segunda etapa de su carrera interpretaba también, canciones no escritas especialmente para él.
Sus presentaciones anteriores, mucho más auténticas, vibrantes y dotadas de una fuerza inigualable eran, en opinión de los buenos conocedores de la música de Elvis, mucho mejores que las edulcoradas presentaciones de Las Vegas que marcaron la línea que separó de manera clara, las dos fases por las que discurrió su carrera musical y discográfica: Una primera etapa, que va desde sus comienzos (hacia 1956), hasta 1968 y la segunda, que se inicia con su regreso a los escenarios de Las Vegas en 1970, y que se prolongaría hasta la fecha de su muerte en 1977.
Elvis, el más genuino representante del rock, el más genial de sus intérpretes, murió a la temprana edad de 42 años en una época en que ciertamente, comenzaba un notorio declive físico y que hubiera afectado sin duda a su calidad vocal.
Con seguridad, nunca hay un buen momento para morir o desaparecer pero es innegable que en el caso de Elvis, la muerte le sorprendió en el momento justo en que todavía al menos vocalmente, sus cualidades no acusaban aún el progresivo deterioro de su salud y facultades físicas y por tanto, en la memoria fresca y presente de quienes gustamos de su música, pervive la imagen de un Elvis como en sus mejores tiempos, es decir: Único e irrepetible.